AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y ORAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN.

 


AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y ORAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN.

«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. (Lc 6, 27- 35)

El corazón de este texto es el amor a los enemigos, y amar sin esperar nada a cambio, tal como lo hizo Jesús: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) “Evitar los problemas, los pleitos, las guerras”. El amor no se compra y no se vende, se ama y basta, Pero, recordando lo que dice el proverbio: “Nadie da lo que no tiene”. Para amar hay que ser libres del pecado, con la libertad de Cristo (Gál 5, 1) Libertad que viene de la escucha de la Palabra de Dios que nos lleva a la Verdad y ésta nos hace libres (Jn 8, 32) Libres para amar y para servir. Así podemos entender las palabras de Jesús: “Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue tiene la vida y no camina en tinieblas” (Jn 8, 12) Caminar en tinieblas significa vivir en pecado, sin la luz de la gracia de Dios. Y el pecado nos lleva a la muerte espiritual (Rm 6, 23) En cambio Dios nos da la vida en Cristo Jesús, él es la Vida, la Verdad y el Camino (Jn 14, 6)

El que hace el bien, el que ama, se hace generoso, amable y servicial; se hace hijo de Dios y hermanos de los demás, por la fe en Jesucristo. La fe le abre el acceso al amor y a la vida para que se haga portador del amor de Dios: “Que ha derramado su amor en nuestro corazón, juntamente con el Espíritu Santo que él nos ha dado” (Rm cf 5, 5) Ahora no está seco, por que ha creído en Jesús, y del corazón del que cree, brotan ríos de agua viva (Jn 7, 37) Ahora puede ver las maravillas del Señor en su vida: la liberación, la reconciliación y la promoción. Ahora puede amar a Dios y amar a su próximo; puede ver las manifestaciones del amor, hacía arriba, hacia abajo, hacia fuera y hacia adentro. Lo que Pablo llama la altura, la anchura, la longitud y la profundidad del amor de Cristo que supera todo conocimiento (Ef 3, 18).

Ahora puede entender que Dios ama, perdona salva y da su Espíritu Santo a los que creen en su Hijo y lo obedecen: “En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir -; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!” (Rm 5, 6- 9) La salvación en Cristo tiene dos dimensiones, la primera es la de quitarnos del pecado y la segunda es darnos Vida eterna, darnos Espíritu Santo.

Ahora somos hijos de Dios y hermanos de los demás, somos una “Nueva Creación” ( 2 de Cor 5, 17) Ahora podemos decir con san Pablo: En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano. (Gál 2, 19- 21) Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma (Ef 5, 1- 2) Para que también nosotros lo amemos y nos amemos unos a los otros.

Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (1 de Jn 4, 7- 11)

El que tiene la doble certeza que Dios lo ama y que también el ama a Dios, puede hacer ahora, la “Opción Fundamental por Cristo” Que consiste en tomar la firme determinación de seguir a Cristo, rompiendo con el mundo y con el pecado. ¿Cómo saber que amamos a Dios al que no vemos? Lo amamos si guardamos sus Mandamientos y amamos al prójimo. Porque el que dice que ama a Dios que ame también a su prójimo. (1 de Jn 4, 21)

En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.(1 de Jn 2, 3- 5) Y el sentido de los Mandamientos es el amor y el servicio a Dios y a los hombres.

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!. El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.(1 de Jn 3, 1- 3) La esperanza viene de la fe y pide para nacer y crecer un corazón humilde y sencillo, para luego desplegarse hacia el amor, sin el cual, la fe y la esperanza son vacías, están muertas. Los enemigos de la fe, la esperanza y la caridad son la malicia (la soberbia, la avaricia, la lujuria), la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2, 1) Juntamente con toda la descendencia del Ego, el hijo del hombre viejo. Del Ego nacen y crecen a su sombra todos los vicios, mientras que el amor es el padre de todas las Virtudes. Para tener las lámparas encendidas y la túnica puesta, revestidos con vestidos de salvación (Is 61, 10).

 Amar es profundizar en la misión que se nos ha encomendado: "Los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin complacernos a nosotros mismos. Cada uno cuide de complacer al prójimo para su bien, para su edificación; que Cristo no buscó su propia complacencia, según está escrito: «sobre mí cayeron los ultrajes de quienes te ultrajaron". (Rm 15, 1-3)

 

 

 

 

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