SI EL GRANO DE TRIGO QUE CAE EN TIERRA Y MUERE DA MUCHO FRUTO.
En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12, 24- 26)
Jesús
dio fruto porque murió, si él no hubiera muerto, no hubiera dado fruto. El
fruto de Jesús es la humanidad redimida por él. Todos los que creen en él y se
bautizan se salvan (Mc 16, 16) Aquellos
que han nacido de Nuevo; los que han muerto, han sido sepultados y han resucitado
con él (Rm 6, 3- 4) Son los granos del grano de trigo que murió y ahora está dando
fruto. Para resucitar hay que morir, y para morir hay que haber nacido de Dios
(Jn 3, 1- 5) El que quiera salvar su vida que se niegue a sí mismo por amor a
Cristo y se salvará.
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de
todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros
consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios. Porque si es cierto que los sufrimientos de
Cristo rebosan sobre nosotros, también por Cristo rebosa nuestro consuelo. (2Co
1, 3-5)
El
Consolador que el Padre da a los hombres el otro Paráclito, el Espíritu Santo.
El primer Paráclito es Jesús, el primer Consolador. Jesús realiza el Plan de
Dios en la Historia, y el Espíritu Santo, lo actualiza en nuestra vida para que
demos fruto en abundancia: muriendo y resucitando con Cristo. Así lo expresó
Isaías al decirnos:
Ahora,
así dice Yahveh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. «No temas, que yo te
he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas,
yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te
quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de
Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto, a Kus y Seba en tu
lugar dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo. Pondré la
humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago de tu vida. (Is 43, 1- 4)
El
apóstol Pedro nos consuela a ls que están padeciendo y sufrirndo por la causa
de Jesús: “Tras un breve padecer, el Dios de toda gracia, que os ha llamado a
su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restablecerá, os afianzará, os
robustecerá. A él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén”. (1Pe
5, 10-11) Para que estemos en el mismo lugar donde está Cristo: “Sentados a la
derecha del Padre” (Jn 12, 26) Después de haber pasado de la muerte y la
resurrección.
Dichoso
el hombre que soporta la prueba, porque, una vez aquilatado, recibirá la corona
de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman. (St 1, 12) A los que
entregan su vida por amor a Cristo y padecen la muerte por amor al Reino de
Dios, el Padre los honra y los glorifica y les da la corona de la vida.
Así
lo había dicho el libro de la sabiduría. “Las almas de los justos están en las
manos de Dios”. Los martirizaron, los habían acabado, y había dicho acabamos con
ellos, pero, la verdad están vivos y en paz: “Las almas de los justos están en
las manos de Dios y no los alcanzará tormento alguno. Creyeron los insensatos
que habían muerto; pero ellos están en la paz”. (Sb 3, 1-2a. 3b) Con la
resurrección vencieron la muerte. es la promesa de Jesús a los que creen y lo aman:
“Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25) “Y yo los resucitaré el último
día” (Jn 6, 40)
Por
eso el apóstol Padre anima y consuela a los perseguidos por la causa de Cristo,
“No tenga miedo”. Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los
padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de
gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el
Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. (1Pe 4,
13-14) La persecución es la señal que estamos siguiendo a Cristo, y él no nos deja
solos: “Yo estaré con Ustedes siempre” (Mt 28, 20) Hay vida eterna para los que
creen y lo aman: Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría
contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el
Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan
con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono,
y del Cordero.» (Apoc 7, 9- 10)
Uno
de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con
vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: «Señor
mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación;
han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero.(Apoc
7, 13- 14).
Por
esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su
Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya
no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque
el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los
manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.»
(Apoc 7; 15- 17)
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