PROFETAS PARA SERVIR A DIOS EN LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA.

 


PROFETAS PARA SERVIR A DIOS EN LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA.

Iluminación: Dice el Señor Dios: «Vosotros sois rebaño mío, ovejas de mi grey; y yo soy vuestro Dios.» (Ez 34, 31)

El profeta de Dios ha sido elegido para servir a un pueblo, el pueblo de Dios, y  a éste, lo ha elegido porque existe la Humanidad, elegido para ser luz de las naciones: «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.» (Is 49, 6) El profeta es un hombre nacido de una mujer y que pertenece a una comunidad de la que aprende a escuchar la Palabra y a darla con la fuerza del Espíritu. Como lo vemos en el caso de Amós, Jeremías, Ezequiel y otros de los profetas.

El profeta de Dios anuncia los caminos del Señor, y denuncia las injusticias, predica lo que va suceder, lo dice antes de que suceda: Respondió Amós y dijo a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros. Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel." Y ahora escucha tú la palabra de Yahveh. Tú dices: "No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac." «Por eso, así dice Yahveh: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad, tus hijos y tus hijas caerán a espada, tu suelo será repartido a cordel, tú mismo en un suelo impuro morirás, e Israel será deportado de su suelo".» (Amós 7, 14- 17)

Dios ha derramado sobre el profeta un espíritu de hambre y sed de su Palabra: “Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos!” (Jr 15, 16) Ezequiel habla de comerse el libro para que se lo aprenda de memoria: Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.» Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel. Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras. (Ez 3, 1- 4)

El profeta habla de lo que va a suceder para tiempos fututos El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria. Is 61, 1- 3) ¿De qué espíritu se trata, del Espíritu del Señor: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas”. (s 11,1- 3) Está hablando del Mesías que hará la Nueva Alianza.

De la cuál hablan los profetas: Así será la alianza que haré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (Jr 31, 33) Haré con ellos alianza eterna y no cesaré de hacerles bien. Pondré en sus corazones mi temor para que no se aparten de mí. (Jr 32,40) De esta Alianza nace y brota como de una Fuente la Ley del Amor, la Ley de Cristo, la ley del Espíritu. Alianza sellada con la sangre de Cristo, entramos en ella por la fe y el bautismo, para pertenecer, amar y servir a Cristo y a su Pueblo.

Jesús es el Profeta que se apropia de la profecía de Isaías: Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimido y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» (Lc 4, 16, 21)

Jesús nos comparte su Espíritu Santo y sus dones para actualizar en nuestras vidas la Obra redentora de Cristo: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. (Rm 8, 14- 17) Para dar testimonio de que somos hijos de Dios, no es un espíritu de miedo o de esclavitud, sino de amor fortaleza y dominio propio (2 de Tim 1, 6- 7)

Tenemos el Espíritu Santo para servir por amor a la Comunidad y en nombre de ella, a la Sociedad. Sin Comunidad estamos vacíos, desprovistos de los dones de Dios que se nos son dados para edificar la Comunidad. Jesús nos dice: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mt 18, 20) No caminamos solos, estamos unidos a una Comunidad fraterna, solidaria y servicial, animada y conducida por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5, 5)

Para que hagamos de la voluntad de Dios la delicia de nuestra vida, alimentados con la Palabra y la Oración, los Sacramentos, la Obras de Caridad y el Servicio. Escuchemos a Jesús decirnos con toda autoridad: Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 20- 23) Nos hace partícipes de los frutos de la Redención: el perdón, la paz, la alegría, la Misión y el don del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, hermanos y  servidores; y nos participa como Iglesia del Ministerio de la Reconciliación: Somos en la Comunidad de Jesús; sacerdotes, profetas y reyes (1 de Pe 2, 9)

Y con la Palabra de Dios y los Sacramentos poder edificar la Iglesia: Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20)

 

El mismo «dio» a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.(Ef 4, 11- 13)

 

 

 

 

 

 

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