NOSOTROS SOMOS PREDICADORES DE CRISTO JESÚS SEÑOR NUESTRO
Iluminación. “Vayan por todo el mundo y proclamen
la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice se salvará, pero el
que no crea se condenará” (Mc, 16, 15).
El Gran envío.
Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra” (Mt 28,
18) “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes” (Jn 20, 21”)
“Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo
que les he mandado. (Mt 28, 19) Sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el
Espíritu Santo” A quienes les perdonen sus pecados, Dios se los perdonará, y a
quienes se los retengan, Dios se los retendrá (Jn 20, 22). “Vayan por todo el
mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice se
salvará, pero el que no crea se condenará” (Mc, 16, 15).
Estaba
escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al
tercer día, y que en su nombre se anunciaría a todas las naciones, comenzando
desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados”(Lc 24, 46) “Por mi
parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre. Ustedes quédense en la
ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto” (Hech 1, 8)“
Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos”
(Mt 28, 20).
Promesa cumplida.
No salgan
de Jerusalén; esperen la promesa que les hice de parte del Padre; porque Juan
bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de
pocos días” (Hch 1, 4) “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo, él
vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos” (Hch 1, 8). Promesa a la que
responde una necesidad de todo ser humano y de cada creyente: la necesidad de
Espíritu Santo que el Padre da su Hijo en plenitud y que Jesús da a los
creyentes y discípulos. Al llegar el día de Pentecostés, estando todos juntos
en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga
de viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces
aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno
de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron hablar en
lenguas extrañas, según el Espíritu los movía a expresarse” (Hch 2, 1- 4).
Jesús es el Apóstol del Padre.
El
Mensajero de la buena noticia, desde Pentecostés se convierte en el Mensaje
salvador y redentor que los Apóstoles predican con la fuerza del Espíritu Santo
para que el mundo crea que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías, y creyendo, se salve. Como dispensador de los “Misterios
de Dios”, debo a anunciar las palabras o verdades reveladas sobre Dios y su
Obra salvadora. Lo que Dios ha hecho en favor de la humanidad. Predicar para
dar a conocer el “Misterio de Dios” que ha sido revelado en Cristo en la Plenitud
de los tiempos (Gál 4, 4.-6) Jesús el predicador del Padre habló de “Los
misterios del reino de Dios”, “las cosas que Dios revela a los sencillos y
humildes de corazón”(Mt 13, 11; Mt 11, 25)Pedro, en nombre de la Iglesia,
predica: “Escuchen Israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios
acreditó ante ustedes con los milagros, prodigios y señales que realizó por
medio de él entre ustedes como bien lo saben” (Hch 2, 22).
San Pablo habla del Misterio de Dios, es decir, Cristo (Col
2, 2-3)“Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es escándalo para los
judíos y locura para los paganos”(1 Cor
1, 23 ). Cristo, el Hijo de Dios, ha muerto para perdón de nuestros
pecados y ha resucitado para nuestra justificación (Rom 4, 25). Cristo es nuestro
Salvador y es nuestra salvación: “Cristo fue hecho para nosotros sabiduría que
procede de Dios, justificación, santificación y redención” (1Cor 1, 30). San
Juan lo afirma diciendo: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia”
(Jn 10, 10). Pablo, vuelve sobre lo mismo: “No nos predicamos a nosotros
mismos, sino a Cristo como Señor Nuestro (2 Cor 4,5) Para san Pablo, Cristo es
el Misterio de Dios, en quien están escondidos todos los tesoros de la
sabiduría y del conocimiento (Co 2,2-3).
El anuncio de la
persona de Cristo debe ser el alma y la esencia del Anuncio cristiano.
El Apóstol Pedro en su primera predicación el día de
Pentecostés, con la fuerza del Espíritu Santo, predica a Cristo y su misterio
Pascual: “Escuchen Israelitas, Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios
acreditó ante ustedes con milagros, prodigios y señalesque realizó por medio de
él entre ustedes, como bien lo saben” (Hech 2, 21- 22). Dios lo entregó
conforme al plan que tenía previsto y determinado, y ustedes, valiéndose de los
impíos, lo crucificaron y lo mataron. Dios sin embargo lo resucitó, rompiendo
las ataduras de la muerte, pues era imposible que ésta lo retuviera en su
poder.” (Hech2, 23- 24) “Sepan, pues, con plena seguridad todos los israelitas
que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús, a quien ustedes
crucificaron” (Hech 2, 36).
¿Quién es para la Iglesia Jesús de
Nazaret?
Marcos
comienza su Evangelio diciéndonos: “Comienzo de la buena noticia de Jesús,
Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1, 1). A la pregunta de Jesús a sus discípulos:
“Quién soy yo para ustedes”, Pedro en nombre de la Iglesia responde: “Tú eres
el Mesías” (Mc 8, 29) En Mateo, Pedro extiende su respuesta: “Tu eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16)Para la Iglesia Jesús es el “Hijo de Dios”,
es el Mesías, es decir, el “Ungido” con el Espíritu Santo para realizar la
“Obra del Padre”, la salvación de los hombres. Ungido para ser Salvador,
Maestro y Esperanza de los hombres. La respuesta de Jesús a la samaritana: “Yo
sé que el Mesías,está a punto de llegar; cuando él venga lo explicará todo.
Entonces Jesús le dijo: Soy yo, el que está hablando contigo” (Jn 4, 25).
Para el Apóstol san
Pablo Jesús es Hijo, Salvador, Maestro, Señor, Sabiduría, Salvación y Redención.
Por eso puede decirnos: “Pues ya conocen la generosidad de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico se hizo pobre por ustedes, para
enriquecerlos con su pobreza” (2Cor 8, 9) En la carta a los Filipenses nos explica
en que consiste la pobreza de Jesús: “Siendo
de condición divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario,
se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a
los hombres y en su condición de hombre se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Flp 2, 6-8). Es la pobreza
de Jesús la que nos hace ricos, es decir, hijos de Dios, hermanos de los
hombres y servidores de ellos. Para san Pablo la salvación nos llega por la
locura de la cruz que nos lleva a la resurrección.
A la luz de la Resurrección
podemos dar testimonio de la persona de Jesús de Nazaret.
Dejándonos iluminar por la Sagrada Escritura: “Tanto amo Dios
al mundo que le entregó a su propio Hijo” (Jn 3, 16) Jesús es el Hijo de Dios
que se hizo hombre para ser Salvador y Salvación de los hombres: “Vengo para
que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).Jesús ha venido a
traernos a Dios: “He venido a encender un fuego a la tierra y ¡cómo desearía
que ya estuviera ardiendo ¡” (Lc 12, 49).
Jesús es Redentor: Es Redentor porque ha vencido al Malo
con su muerte de cruz para alcanzarnos el perdón de los pecados y sacarnos del
pozo de la muerte. “En virtud de su sangre derramada en la cruz, nuestros
pecados son perdonados” (Ef 1, 7) “y nuestras conciencias son lavadas de los
pecados que llevan a la muerte para que podamos dar culto al Dios vivo” (Heb 9,
14). “Cristo murió para que nuestros pecados fueran perdonados” (Rom 4, 25).
“Por él, Dios nos ha sacado del pozo de la muerte y nos ha llevado al reino de
la Luz” (Col 1, 13).
Jesús es Maestro: sabemos que Dios te ha enviado para
enseñarnos, le dice Nicudemos a Jesús (Jn 3, 2)¿Qué enseña Jesús? Jesús enseña
la voluntad de su Padre: “Esto es lo que Dios espera de ustedes, que crean en
el que Dios ha enviado” (Jn 6, 29) Para sus discípulos “sólo Jesús tiene
palabra de vida eterna” (Jn 6, 69). Jesús es Maestro que enseña el arte de
vivir en Comunión, con Dios, consigo mismo y con los demás; Jesús es Maestro
que enseña el arte de servir y el arte de amar (Mt 28, 20;Jn 13, 13). Jesús es
Maestro que enseña con poder por que él dice lo que él es y hace lo que él
dice; enseña con sus palabras, exorcismos, milagros y de manera especial con su
propia vida: “Mi Padre siempre me escucha porque yo hago lo que a él le agrada”
(Jn 14, 31). Es un Maestro que hace de la voluntad de Dios la delicia de su
vida (Jn 4, 34).
Jesús no exige lo que él no ha dado, pero a los judíosque
habían creído en él, les propone: “Sí permanecen fieles a mi palabra, ustedes
serán verdaderamente mis discípulos, así conocerán la verdad y la verdad los
hará libres” (Jn 8, 31). La palabra de Jesús es espíritu y vida (Jn 6, 67), y
es para vivirse, para ponerse en práctica (Mt 7, 24). “Mi madre y mis hermanos
son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8, 21)
“Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,
28).El Señor a nadie le impone la fe; enseña la verdad de manera gradual, desde
la libertad, se le acoge o se le rechaza: “El que quiera ser mi discípulo” ( Lc
9, 23) “Si alguien quiere servirme, que me siga: correrá la misma suerte que yo”
(Jn 12, 26).
¿Qué significa predicar a Cristo
crucificado?
Significa
presentar la salvación como un don gratuito de Dios a los hombres. La salvación
ni se compra ni se vende. El precio lo
ha pagado Jesucristo con su Pascua: Vida, Muerte y Resurrección. Por un acto de
obediencia de Cristo al Padre y por un acto de amor a Cristo a los hombres
hemos sido salvados. “Mi vida no me la
quitan yo la entrego” (Jn 10, 18). Anunciar a todos los hombres que en
Jesucristo Dios ha redimido al Mundo por medio de la “Obediencia de la cruz”
(Flp 2, 8), y está perdonándolos pecados y cambiando los corazones de piedra
por corazones de carne como lo había anunciado desde antaño y hoy lo está
cumpliendo (Jr 31, 31-33; Ez 37, 12; Lc 1, 35). La Obediencia de Cristo al
Padre nos ha alcanzado la justificación por la fe (Rom 5, 1-5). “Nosotros
estábamos incapacitados para salvarnos, pero Cristo murió por los impíos en el
tiempo señalado” (Rom 5, 6).La locura de la cruz nos ha abierto a los hombres
el camino de la salvación, se trata de Cristo, fuerza y sabiduría de Dios (1Cor
1, 25).
¿Qué significa predicar a Cristo como
Señor Nuestro?
“Sepan
pues, con plena seguridad todos los israelitas que Dios ha constituido Señor y
Mesías a este Jesús” (Hech 2, 36) Significa recapitular todo en Cristo (Ef 1,
10)Todas las cosas han de ser puestas bajo los pies de Cristo. Él es la
Plenitud de todo (Col 2, 9), Imagen visible del Dios invisible, Primogénito de
toda criatura, todo fue creado por él y para él (Col 1,15- 16). Pablo,
enamorado de Cristo, está obsesionado por “Llevar a los hombres al sublime
conocimiento de Cristo Señor nuestro” (Flp 3, 6). La condición para hacer de
Cristo el Señor de nuestras vidas, nos es presentada por María en las bodas de
Caná: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5). Sin la “obediencia de la fe”, Jesús
sería un desconocido para los creyentes. El señorío de Cristo en nuestra vida
es para servir, para darse y entregarse por amor a los demás para que se
realicen como personas amadas y queridas por Dios.
Jesús es Señor de los que los que confían en él y lo aman, de
los que lo obedecen y le pertenecen, de los que lo siguen y le sirven. Sólo así
podremos comprender las palabras del Maestro: “No todo el que me diga señor,
señor, entrará en la Casa de mi Padre”, sino el que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos” (Mt 7, 21-22).“Ustedes me llaman Maestro y Señor,
y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy maestro
y Señor, les he lavado los pies, ustedes deben hacer lo mismo unos con otros”
(Jn 13, 13-14). San Mateo “De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido
a ser servido, sino a servir, y dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,
28). Jesús es Señor de aquellos que se dejan lavar los pies por Él, para luego,
seguir su ejemplo y lavar los pies de los demás.
Las condiciones para conocer a Jesús.
La Sagrada
Escritura nos dice que la “Salvación en y por Jesucristo” es don gratuito, pero
no barato. No un premio, como tampoco es una recompensa, ni algo que se puede
comprar o vender. Se debe recibir como “don inmerecido” como “Gracia de Dios”
Se recibe por la fe en la escucha de la
Palabra que nos lleva al Nuevo Nacimiento, para luego cultivar en la unidad en
la fe, el crecimiento del conocimiento de Dios hasta alcanzar la madurez en
Cristo (cf Ef 4, 13)
Ø Lo primero es lo primero: creer que Dios nos ama incondicionalmente a todos y a cada
uno de los hombres, y por amor nos ha entregado a su Hijo que nos amó y se
entregó por nosotros (Ef 5, 2; 1 Jn 4, 10.13) En la carta a los Gálatas Pablo
personaliza el amor de Cristo: “Me amó y se entregó por mí” (Gál 2, 20). Creer
en Jesús es aceptarlo como Salvador personal, como Aquel que amó a su Iglesia y
se entregó por ella (Gál 5, 25). Todo el que acepta a Jesús como el don de Dios
a los hombres se apropia de los frutos de la Redención: el perdón, la paz, la
resurrección y el don del Espíritu Santo, posee la Vida eterna (Jn 6, 39-40).
Ha sido justificado por la fe (Rom 5, 1) Por gracia de Dios es una nueva
criatura (2 Cor 5, 17). Esta experiencia es el “motor” de la vida nueva.
Ø Lo segundo es aceptar a Jesús como Maestro. Hacer de su Palabra la “Norma” para
nuestra vida. Lo que Pablo llama: “vivir según el Evangelio de Nuestro Señor
Jesucristo” (Flp 1, 27) Para llevar una vida digna del Señor, dando siempre
frutos y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1, 10). Jesús es Maestro de
los que confían en él, lo obedecen y lo aman, le pertenecen y lo siguen. De
aquellos que escuchan su Palabra y la ponen en práctica (Lc 8, 21; 11, 28) De aquellos hombres y mujeres que han
probado lo bueno que es el Señor y aceptan libre y conscientemente pertenecerle
por toda la vida: Aceptan ser propiedad total y exclusiva de su Maestro, a
quien siguen para configurarse con Él: “El que me ama, se mantendrá fiel a mis
palabras” (Jn 14, 23).
Ø En tercer lugar, Jesús es Señor de los que lo aceptan como Salvador y
como Maestro. “No
basta decir que “somos salvados por la fe”. “No todo el que me diga Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos” (Mt 7, 21) La voluntad de Dios manifestada en Cristo, pide
la obediencia de la fe al único que ha sido constituido por su obediencia y por
su amor en Señor y Mesías. “Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está
por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda
rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame
que Jesucristo es señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 9-11).
Los Mandamientos de Jesús a los
suyos.
“El que conoce
mis Mandamientos y los guarda ese es el que me ama” (Jn 14, 21) “Ese es el que
me obedece (Jn 2, 5) y ese es el que me pertenece (Gál 5, 24) Los Mandamientos
de Jesús no son una carga (1Jn 5, 3) Son su yugo ligero (Mt 11, 29) que Jesús
derrama en el corazón de los suyos (Rom 5, 5).El sentido de los Mandamientos es
el amor y el servicio a Dios y al prójimo. La obediencia a los Mandamientos es
garantía de justicia y rectitud, de honestidad y sinceridad.
Ø El Mandamiento regio.“Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, asíámense los unos
los otros” (Jn 13, 34).A la luz de este Mandamiento entra el mandato del
“servicio”. “Ustedes me llaman, Maestro y Señor, y lo soy. Pues bien, si yo,
que soy el Maestro y Señor, les he lavado los pies, ustedes deben hacer lo
mismo unos con otros”. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he
hecho con ustedes” (Jn 13, 13- 14).
Ø El Mandamiento del envío. “Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda
criatura” (Mc 16, 15) “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y
bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19-20).
Ø El Mandamiento de la fracción del pan. “Hagan este en memoria mía” (Lc 22, 19; 1 Cor 11, 25)
“Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la
muerte del Señor hasta que él venga” (1 Cor 11, 26) “El cual, en la última cena
con los Apóstoles, para perpetuar el memorial salvífico de la cruz, se ofreció
a ti como Cordero inmaculado, y tú lo aceptaste como sacrificio de alabanza perfecta”
(Prefacio II de la Eucaristía).
El discípulo de Cristo encuentra su fuerza en la Caridad
Pastoral, es decir, en la disponibilidad de salir de sí mismo para seguir a
Cristo y dar su vida por los anteriores objetivos. De la Caridad Pastoral nace
y crece el “Celo Apostólico” que hace decir a san Pablo: “Predicar el Evangelio
no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me
incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! “ (1 Cor 9, 16). En esto
encontramos el sentido de hacer la “Voluntad de Dios” en AMAR, SEGUIR A CRISTO
Y SERVIR AL PRÓJIMO.
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