LLAMADOS A SER HOMBRES Y MUJERES NUEVAS EN CRISTO

 


LLAMADOS A SER HOMBRES Y MUJERES NUEVAS EN CRISTO

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto. (Rm 12, 1-2)

Os exhorto, por la misericordia de Dios que se ha manifestado en Cristo Jesús para nuestra redención, para el perdón de nuestros pecados y para nuestra salvación, para darnos Espíritu Santo (Ef 1, 7- 8) Ahora con un corazón limpio por la sangre de Cristo podemos ofrecer a Dios un sacrificio vivo, es decir, de dentro, del corazón y que se hace por Amor. Santo porque estamos unidos al Cuerpo de Cristo que es santo, y agradable a Dios porque tenemos una fe sincera, sin la cual nada es agradable  a Dios (Heb 11, 6) Somos hombre nuevos, unidos a Cristo, pero, no hemos sido terminados, nos estamos haciendo, por la acción del Espíritu Santo, por eso para no quedaros en una fe cómoda, dejemonos, ser transformados en lo profundo de nuestra mente para conocer la voluntad de Dios.

En la Iglesia hay muchos dones, muchos servicios y muchas funciones. Hay muchas debilidades, muchas necesidades y muchas oportunidades. Para cada debilidad hay un don, para cada servicio hay una función y para cada necesidad hay una oportunidad. Tal como lo dice el apóstol: “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos”. (1Co 12, 4-6) Todo don perfecto viene de lo Alto, de Dios, y es para nuestra realización y para la realización de los demás. Todo es para todos, que nadie sea excluido de los dones que Dios ha dado para todos. Todo hombre existe para servir, es un don de Dios para los demás, y el que no trabaje que no coma (2 de Ts 3,10)

Todos somos llamados a ser Unidad en Cristo con Dios y con los demás hombres. No nos encerremos y no levantemos murallas que ya fueron destruidas con la sangre de Cristo para quue no estuviéramos divididos. (Ef 2,14) “Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. (1Co 12, 12-13) ”Todos, hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y griegos, esclavos y libres, todos, somos llamados a ser la Unidad en Cristo”. Por el Bautismo hemos sido incorporados al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia para participar de una misma dignidad y participar de un mismo Espíritu Santo, y formar todos un solo Cuerpo.

Un Cuerpo sin divisiones, sin élites, sin partidos, todos formamos una sola Comunidad fraterna, solidaria y servicial. En la que hemos de vivir en Comunión, Participación y Misión. Según la voluntad de Dios: “Dios quiso que no hubiera divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos le felicitan”. (1Co 12, 24b. 25-26) Comunidad en la que debe de haber una preocupación mutua, una reconciliación continua y un compartir permanente. Comunidad en la que los más fuertes deben cargar las debilidades de los más débiles, (Rm 15, 1) Comunidad en la que nadie vive para sí mismo, viven para los demás (cf Rm 14, 8) Reconociéndose como hermanos y como dones unos para los otros.

Este es el Plan de Dios para todo hombre y para todos los hombres, elegidos por amor y para amar (Ef 1, 4) Destinados a ser adoptados como hijos de Dios (Ef 1, 5) Redimidos y perdonados por la sangre de Cristo ( Ef 1,7) Y santificados por el don del Espíritu Santo /Ef 1, 8) Por eso para los que se sienten amados, perdonados, reconciliados y salvados por la Misericordia de Dios, ahora podemos amar a Dios y a amar al prójimo y podemos decir con san Pablo: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó”. (Rm 8, 28-30)

Nuestro destino es llegar a ser imagen de su Hijo, Jesús. Hay una llamada a salir de las tinieblas, del pozo de la muerte, del exilio que es la tierra de la servidumbre. Llamados a entregar nuestra carga de miseria y a recibir su carga de Misericordia para ser justificados. Es un llamado a la conversión cristiana para llenarnos de Cristo y ser glorificados con él.

Todos somos llamados a ser hombres y mujeres nuevos y nuevas, en Cristo, por Cristo y con Cristo, somos una Nueva Creación (2 de Cor 2, 17) Hombres nuevos para amar y para servir a Dios y a los hombres. Pero no a fuerzas, sino, con voluntad y con generosidad, “si tú quieres”. “Pues Dios ama al que da con alegría” (2  de Cor 9, 7)

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