FORTALECEOS CON LA ENERGÍA DE SU PODER
PARA QUE PODÁIS RESISTIR EN DÍA MALO
Manteneos
unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia
ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre
superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad
todos el interés de los demás. (Flp 2, 2b-4) Vivan en comunión unos con otros,
unidos todos por el mismo amor que viene de Dios para que podamos ser una comunidad
fraterna en la que todos somos iguales en dignidad, movidos por la humildad
para no sentirnos más que los demás. Sin caer en el individualismo que reza “Estando
yo bien, los demás me vale”. Que haya una preocupación mutua, una reconciliación
continua y un compartir permanente. Que nada nos divida como la malicia, la
mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2, 1)
Es
la invitación a vivir en el proceso de conversión que consiste en “llenarnos de
Cristo” y a la misma vez, “despojándonos del hombre viejo” (Ef 4, 23) Que haya
en nosotros la preocupación de unos por los otros de estar llenos con la gracia
de Dios (Heb 12, 15) Y de preocuparnos para vivir con dignidad, como personas
valiosas y dignas. La Biblia nos dice que el mundo ofrece tres cosas: el poder,
el tener y el placer. Antes de que el mundo, Dios, nos los había regalo para
nuestra realización. El mundo quiere que hagamos de ellos nuestros ídolos. Que
sean un “Fin en si mismo” y no como medios a nuestro servicio.
¿Cómo los entiende Jesús al poder? No lo ve como dominio para gobernar, sino como un
medio para servir: Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las
naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su
poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser
grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero
entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre
no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por
muchos.» (Mt 20, 25- 28) Servir con amor, es grato y agradable a Dios: Mirad:
el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra
en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen
de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con
alegría. (2 de Cor 9, 6- 7)
Un
creyente que no vive para servir, no sirve para vivir. El hombre fue creado por
Dios para trabajar y para compartir los frutos de su trabajo (Gn 2, 15) Por eso
la Escritura dice: “El que no trabaje que no coma” (2 Ts 3, 10) Servir es
compartir con los demás los dones de Dios que fueron creados para todos. Servir
es lavar pies (Jn 13, 13) Es ayudar a otros a realizarse como personas. Como
dice el refrán: “El que quiera celeste que le cueste”. El que sirve a sus
hermanos se hace responsable, vive de frente a sí mismo y de frente a los
demás.
¿Cómo ve Jesús la riqueza? La ve como un bien, no como un pecado. Como un don de
Dios que se debe compartir: Por eso le dijo al hombre de la mano tullida: “Extiende
tu mano,” y el hombre la extendió (Mc 3, 5) Extender la mano equivale a
compartir lo que sabes, lo que tienes y lo que eres. En Cristo, Tú mismo eres
un regalo de Dios para los demás. Jesús quiere que el bien de la riqueza se
comparta, por eso le pidió a un hombre: Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los
cielos; luego ven, y sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó
entristecido, porque tenía muchos bienes. (Mt 19, 21- 22) Compartir pide
esfuerzos, renuncias y sacrificios. Para no quedarnos como el rico Epulón que
no extendió la mano de la mesa a la puerta donde estaba Lázaro (Lc 16, 19ss)
Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la
vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu
casa. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban
diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en
pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en
algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. Jesús le dijo: «Hoy ha
llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues
el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.» (Lc 19,
5- 10) Zaqueo se llenó de alegría al compartir su riqueza, el joven rico se
retiró muy triste, y el rico Epulón terminó en el lugar equivocado del cual ya
no se puede salir porque no tuvo compasión del pobre.
¿Cómo mira Jesús al placer? Lo mira como un bien, como un valor para nuestra
realización. Dios nos ha dado dos ojos para que admiremos las maravillas del
Señor. Nos ha dado cinco sentidos para que gustemos las cosas buenas que él creado
para todos. Pero el hombre hace de un medio un fin en sí mismo, y entonces
convierte el don en un pecado. «Habéis oído que se dijo: No cometerás
adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de
pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano
derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene
que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.
(Mt 5, 27- 30)
Convierte
a tus malos deseos, a tu ojo, a tu mano, a tu lengua, a tu pie… Niégales el
deseo de complacerlos para evitar el pecado, no busques la ocasión, más bien
huye y evítalo (2 de Tim 2, 22; 1 de Cor 6, 18) Niégale a tu pie el placer de
ir a un lugar donde pongas en peligto la gracia de Dios.
Decía
a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Lc 9, 23-
25)
Para Jesús el sentido del poder es el
servicio. El sentido de la riqueza
es el compartir. Y el sentido del placer es negarse a sí mismo, para poder saborear la Creación de
Dios, según el Señor. Y esto es vivir en Cristo, vivir según el Espíritu, de
acuerdo al Plan de Dios.
¿Qué
tenemos que hacer para llevar una vida digna? Por la fe en Jesucristo, podemos
tener vida en abundancia: “Aunque por su condición de debilidad humana Cristo
fue crucificado, ahora tiene vida por la omnipotencia de Dios. Y nosotros,
aunque débiles ahora con su debilidad, por la omnipotencia de Dios tendremos
vida con él. (2Co 13, 4)
Pero, nunca solos o aislados, sino
como Comunidad fraterna, solidaria y servicial: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea
vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la
dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno
tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado; haced vosotros lo mismo. (Col
3, 12-13)
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