ESTÁIS EDIFICADOS SOBRE LOS APÓSTOLES
Y LOS PROFETAS.
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de
Dios y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de
los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él
todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo
consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la
construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu. (Ef 2, 19-22)
Ya
no somos extranjeros ni forasteros, ni turistas ni residentes, sino ciudadanos del pueblo de Dios. Con derechos y
con deberes. Edificados sobre los apóstoles y los profetas, y ellos mismos
edificados sobre Cristo, el único Fundamento (1 de Cor 3, 11) La Iglesia es
Una, Fundamento, Columnas y Construcción, allí estamos todos los que por la fe
y el bautismo hemos sido incorporados y revestidos de Cristo (Gál 3,26- 27) Así
lo entiende el apóstol Pablo, al decirnos: “Maridos, amad a vuestras mujeres
como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada”. (Ef 5, 25- 27)
Uno
de los ángeles me habló y me dijo: "Ven, que te voy a enseñar a la novia,
a la esposa del Cordero". Entonces me transportó en espíritu a una montaña
elevada y me mostró a Jerusalén, la ciudad santa, que descendía del cielo,
resplandeciente con la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra
preciosa, como el de un diamante cristalino. Tenía una muralla ancha y elevada,
con doce puertas monumentales, y sobre ellas, doce ángeles y doce nombres
escritos, los nombres de las doce tribus de Israel. Tres de estas puertas daban
al oriente, tres al norte, tres al sur y tres al poniente. La muralla
descansaba sobre doce cimientos, en los que estaban escritos los doce nombres
de los apóstoles del Cordero. (Apoc 21, 9-14)
Jesucristo
es el Fundamento y es la Muralla, es el Salvador y es la Salvación. Las columnas son los Apóstoles y las doce
puertas. “Nada de lo que es carne y entra en el Reino de Dios” (1 de Cor 15,
50) Hay que entrar justificados, con los pecados perdonados y santificados por
la acción del Espíritu Santo. Hay que haber sido liberados por la Verdad de
todo lo que está contaminado (cf Jn 8, 32) Y hay que estar revestidos de Cristo
(Rm 13, 14) Por la fe y la conversión entramos en la Casa de Dios para darle
culto en Espíritu y en Verdad; es decir, dar culto a Dios en Jesucristo por la
acción del Espíritu Santo. (cf Jn 4, 24)
Jesucristo
es nuestro Fundamento y es nuestra Muralla, cuando lo aceptamos como nuestro
Salvador, como nuestro Maestro y como nuestro Señor. Cuando hacemos la “Opción
Fundamental por Jesucristo” Cuando tomamos la firme determinación de seguir a
Cristo y hacemos de su Palabra la Norma de nuestra vida. Lo que nos otorga una
Fe viva, una Esperanza cierta y una Caridad ardiente. Hay Fundamento, Cristo
vive por la fe en nuestro corazón. (Ef 3, 17) Y ahora a construir la Muralla.
¿Cómo? Pablo lo indica el cómo: “Despojaos del traje de tinieblas y revestíos
con el traje de la Luz” (Rm 13, 12) En la escucha y obediencia de la Palabra,
llegamos a ser discípulos, conocer la verdad y la verdad nos hace libres para
rechazar el mal y para hacer el bien (cf Jn 8, 31- 32) Sin renuncias no hay
libertad, y sin libertad no hay virtudes, y sin virtudes, no hay muralla.
En
la construcción de la Muralla se da una lucha entre el Ego y el Amor, entre el
Bien y el Mal, entre los Vicios y las Virtudes. Jesús nos dijo: “Vigilad y Orad
para no caer en tentación (Mt 26, 41) Vigilad significa conócete a la luz de la
Palabra de Dios. Significa despojaos y revestíos, significa luchar y orad, lo
que significa: Trabajar y proteger (cf Gn 2, 15) Y el que no trae que no coma
(2 de Tes 3, 10) Y el que no trabajaba que se ponga a trabajar con sus manos
para que ayude a los necesitados ( Ef 4, 28) Trabajar es convertirse, es
cultivar el barbecho del corazón (Jer 4, 3) Es cultivar la fe, la esperanza y
la caridad. Para dar frutos de vida eterna. Luchar para vencer, para construir
la Casa sobre Roca: «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga
en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó
la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra
aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. (Mt 7, 24-
25)
La
fe se cultiva en la confianza y en la obediencia a la Palabra de Dios. Los
medios para crecer son la Palabra de Dios, la Oración, la Liturgia, las Obras
de la Misericordia y la Comunidad. Sus frutos son: En cambio el fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de
Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si
vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. (Gál 5, 22- 25)
La hija predilecta de la fe es la Fortaleza para vencer el mal y para hacer el
bien. La Fortaleza se hace con el ejercicio de la fe, orando y luchando,
haciendo en todo la Voluntad de Dios.
Hija
de la Fortaleza es la Sencillez de corazón de la que nace la Pureza de corazón
que a su vez da a luz la Santidad, de la cual nace la Ciencia y el Amor. Donde
hay Amor hay Fe, Esperanza y Santidad. Hay Fundamento y hay Muralla. Hay Vida,
Cristo vive en nuestro corazón.
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