CREER EN JESÚS PARA SER LUZ DE LAS NACIONES.
Objetivo: El discípulo de Jesús ha recibido la luz del Evangelio
para que la lleve hasta los confines de la tierra y sea “luz de las naciones” e
ilumine a los que yacen en sombras de tinieblas.
Iluminación.“Yo, la luz,
vine al mundo para que quien creyere en mí no camine en tinieblas” (Jn 12,
46). “Ustedes son la luz del mundo. Una
ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara
para ponerla bajo un cajón; antes bien, se le pone en alto para que alumbre a
todos los que están en la casa. Del mismo modo procuren ustedes que su luz
brille delante de la gente, para, que viendo el bien que ustedes hacen, todos
alaben a su Padre que está en el cielo” (Mt 5, 14- 16).
1.
La visión de Daniel
Yo Daniel tuve una visión nocturna: Vi que colocaban unos tronos y un
anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve, y sus cabellos blancos
como lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas encendidas. Un río de fuego
brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones y millones estaban a
sus órdenes. Comenzó el juicio y se abrieron los libros...” (Dn 7,
9-10.13-14). Dios Padre, el Hijo del hombre y todos los que se sienten a la
derecha del Padre en la unión con el Hijo, están juzgando a la Humanidad.
Juzgar equivale a dar vida, luz, poder, amor. Cada quien tiene su trono; para
dar luz y vida sólo desde el trono asignado. Para el Hijo del Hombre en esta
vida su trono fue la “Cruz”, desde la cual dio Luz y vida al mundo.
2.
Jesús, luz verdadera
El aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en
su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras
blancas como la nieve” (Mt 17, 1ss). Jesús quiere quitar a sus
discípulos el miedo a la cruz. La experiencia del Monte Tabor nos dice quien es
Jesús: El Santo de Dios que ha venido al mundo para encender un fuego en los
corazones de los hombres. Es el fuego de Dios que quema nuestros pecados; nos
purifica y nos santifica para que podamos vencer los deseos desordenados de la
carne, para que le demos muerte al hombre viejo.
“Jesús es la luz que debe iluminar a todas las naciones y a los que están
en tinieblas” (Lc 1, 78; 2, 32). Desde el Antiguo Testamento los
profetas habían prometido esa luz para toda la humanidad: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” (Is 9, 1;
42, 7; 49, 9). El profeta piensa en la claridad de un día maravilloso (Is 30,
26), sin alternancia entre día y noche (Zac 14, 7), iluminado por Cristo, “verdadero sol de justicia que viene a este
mundo como luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”
(Jn 1, 4.9)
- Creer,
condición para ver la luz
Escuchemos a Jesús decirnos: “Yo, la luz, vine al mundo para que quien
creyere en mí no camine en tinieblas” (Jn 12, 46). Su acción iluminadora
dimana de lo que Jesús es: La Palabra de Dios, Vida y Luz de los hombres. Luz y
tinieblas tienen entre sí valores antagónicos como la carne y el Espíritu
(cfrGál 5, 16). La luz tiene una asociación estrecha con la vida, de la misma
manera que las tinieblas son asociadas con la muerte. Luz y tinieblas
representan las dos suertes que le aguardan al hombre, la felicidad y la
desgracia. La luz es para los justos, que brillaran como antorchas en medio de
un cañaveral, y las tinieblas para los impíos que permanecerán para siempre en
el horror de la oscura fosa (Sab 17, 1-18, 4). El deseo de Dios no es la muerte
del pecador, sino que se arrepienta y viva (Ez 33, 10). Su deseo es sacar al
hombre de las tinieblas y hacerlo partícipes de su luz. Dios al sacar al hombre
de las tinieblas del pecado, ilumina sus ojos (Sal 13, 4); así es, su luz y su
salvación (Sal 27, 1). Si el hombre es justo, es conducido por Dios a un día
luminoso y sin ocaso. Mientras que el pecador tropieza con las tinieblas del
caos, de la angustia y de la desesperación (Is 59, 9s). Esta situación de
desgracia y de no salvación no es querida por Dios.
- La
promesa del Señor
“Esto dice el Señor: Pueblo mío, voy abrir las tumbas de ustedes; voy a
sacarlos de ellas y hacerlos volver a la tierra de Israel. Y cuando yo abra sus
tumbas y los saque de ellas, reconocerán ustedes, pueblo mío, que yo soy el
Señor. Yo pondré en ustedes mi aliento de vida, y ustedes revivirán; los
instalaré en su propia tierra. Entonces sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y
lo he hecho. Yo el Señor, lo afirmo (Ez 37, 12-14). El hombre que
está en tinieblas ni siquiera reconoce su pecado; está ciego, no encuentra el
sentido de su vida, no sabe de dónde viene, y no sabe para qué está aquí, y
menos se da cuenta hacia donde debe orientar su vida. Lo primero que Dios hace,
es abrir nuestras tumbas para que veamos los huesos secos que hay dentro. Abrir
las tumbas del corazón para que
reconozcamos nuestra pecaminosidad. Para sacarnos de las tumbas, Dios ha
enviado a su Hijo para que nos salvara. Cristo con su muerte y resurrección, ha pagado el precio por nuestros pecados
(Ef 1, 7), y nos ha sacado de las
tinieblas para llevarnos al reino de la luz (Ef 1, 13).
“Al salir, Jesús vio a su paso a un
hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿Por qué
nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado?” (Jn 9,
1-2).Todo hombre nace pecador, trae consigo el pecado de origen; somos por eso
ciegos de nacimiento. Nacemos sin la gracia redentora de Cristo; somos
incapaces de salvarnos a nosotros mismos. Somos tinieblas, somos carne, somos
pecado. No conocemos el camino que lleva a la paz, que lleva a la luz, que
lleva a la vida. Pero Dios, nos ha manifestado su amor, pues aún siendo
nosotros pecadores, nos ha manifestado su justicia, Cristo Jesús, Luz del
Mundo.
5.
Cristo Jesús, Luz del
Mundo.
“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (Jn 9, 5).
Jesús ha venido del Padre a realizar la obra de Dios: mostrar al mundo el
rostro de amor, de perdón, de bondad, y de misericordia de Dios. Lo revela con
sus palabras y con su testimonio, es decir, con su estilo de vida. Las palabras
y las obras que emanan de Jesús son luz verdadera que dan vista a los ciegos,
hacen hablar a los mudos y caminar a los cojos. “Todo lo hizo bien”, “Todo lo
hizo para la gloria de su Padre y para el bien de la humanidad”.
- Ustedes
son la luz del Mundo
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se le pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para, que viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mt 5, 14- 16).
La luz brilla en las tinieblas, y
las tinieblas (el mundo malo) no pueden sofocarla, pues los hombres prefieren
las tinieblas (Jn 3, 19). ¿Por qué muchos hombres no se acercan a Cristo? Para
no ser iluminados; para que sus pecados no queden al descubierto. Jesús dice a
los fariseos: “Yo los conozco a ustedes y
sé que no tienen el amor de Dios” (Jn 5, 42). Quien se acerca a Jesús con
un corazón dispuesto a recibirlo es revestido de luz. Jesús ilumina su mente,
hace brillar su gloria sobre su rostro, rompe las ataduras, le ensancha el
corazón y despliega sus alas para que camine en la verdad, practique la
justicia y viva en la libertad de los hijos de Dios (cfrGál 5, 1).
- Creer
o no creer
“Vino a los suyos pero, ellos no lo recibieron” (Jn 1, 12), “prefirieron las tinieblas a la luz” (Jn
3, 19). Lo entregaron en manos de gente malvada para darle muerte. Judas
después de vender a su Maestro a los sumos sacerdotes, lo entrega a los
soldados, a los guardias y a la chusma para que lo arresten (Jn 18, 1ss). Juan
con una sola frase nos describe la hora de las tinieblas: “Era de noche” (Jn 13, 30); y Jesús al ser arrestado declaró: “Ésta es vuestra hora y el poder de las
tinieblas” (Lc 22, 53). Hoy,
nosotros nos unimos a esa hora cuando nos negamos a creer en Jesús;
cuando nos negamos a salir del pecado; cuando no practicamos el bien y nos
sumergimos en la tibieza espiritual. De noche no se puede trabajar; no hay
crecimiento del Reino de Dios en nosotros: Se vive como si Dios no existiera,
se vive en tinieblas.
“Levántate tú que duermes y la luz de Cristo te alumbrará” (Ef 5,
14). A los Romanos Pablo les dice: En todo esto tengan presente el tiempo en
que vivimos, sepan que ya es hora de despertarnos del sueño. Dejemos de hacer
las obras propias de la oscuridad y revistámonos de luz, como un soldado se
reviste de armadura. Actuemos con decencia, como en pleno día. No andemos en
banquetes y borracheras, ni en inmoralidades y vicios, ni en discordias y
envidias. Al contrario, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen
satisfacer los malos deseos de la naturaleza humana (Rom 13, 11-14).
Quien entra en la comunión con Cristo recibe de él
la luz y la verdad, y se implica en un nuevo estilo de vida, la vida en Cristo.
Dejar de hacer el mal y revestirse de Cristo mediante la práctica de las virtudes
y de los valores cristianos. Revestirse de luz es revestirse de Cristo; es
tener sus mismas entrañas de misericordia, humildad, mansedumbre, paciencia,
sencillez, amor (cfr Col 3, 12). “Viviendo
en la verdad, la justicia, la paz y la alegría en el Espíritu Santo”. “Buscando
todo lo que conduce a la paz y a la edificación mutua” (Rom 14, 19).
- La Luz
y el conocimiento de Dios
“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a
nosotros como siervos vuestros por Jesús: Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha
hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la
gloria de Dios que está en la faz de Cristo. (2Cor 4, 5-6).
Irradiamos la luz de Cristo por medio de la Evangelización. Sembrando la
Palabra de Dios en el corazón de los hombres; enseñándoles a vivir “el arte de
vivir en comunión”; ayudándoles a crecer en la fe mediante la recepción de los
sacramentos y la práctica de las buenas obras. Hasta que podamos decir con el
Apóstol: “Ninguno de nosotros vive para
sí mismo. Sí vivimos para el Señor, vivimos; y si morimos para el Señor,
morimos, de manera que tanto en la vida como en la muerte del Señor somos”.
(Rom 14, 7ss). “Nada tengo que no lo haya
recibido de Dios” (2Cor 4, 7).
Nadie que tenga la Luz de Cristo en su corazón
puede vivir para sí mismo. “La llama del amor”, es el “fuego” que Cristo
enciende en el corazón de los que creen en Él y que le obedezcan. Es “el fuego”
que quema nuestro pecado y que hace
irradiar la luz de Cristo en nuestra vida (cfr Lc 12, 49).
Oración. “Señor Jesús, enciende
en nuestros corazones el fuego de tu amor; el fuego de la Evangelización que tú
has encendido en el mundo, para que los ciegos vean, los sordos oigan, los
mudos hablen y los cojos caminen”. “Ven Espíritu Santo ilumina los corazones de
tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor, envía Señor tu Espíritu, y
será renovada la faz de la tierra”.
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