PORQUE CUANDO SOY DÉBIL ENTONCES SOY
FUERTE.
Muy
a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de
Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque
cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2Co 12, 9b-10)
Si
comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no
sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del
hombre es señor del sábado.» (Mt 12, 8) Dios rechaza los sacrificios externos,
sólo de fuera, sin amor, sin justicia y sin obediencia. Ofrecen sacrificios de
toros y de machos cabríos, pero, no cambian, siguen oprimiendo y explotando a
los pobres (Amós 2, 6) “Yo detesto, desprecio vuestras fiestas, no me gusta el
olor de vuestras reuniones solemnes. Si me ofrecéis holocaustos... no me
complazco en vuestras oblaciones, ni miro a vuestros sacrificios de comunión de
novillos cebados. ¡Aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero
oír la salmodia de tus arpas! ¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia
como arroyo perenne!” (Amós 5, 21- 24).
El
amor viene de una fe sincera y de un corazón limpio (1 de Tim 1, 5) Sin amor no
hay fe, y sin fe no hay amor. Nada es agradable a Dios (Heb 11, 6) Sacrificios
que viene de otros espíritus que no vienen de la fe, llevan al pecado (Rm 14,
23) Por eso Jesús nos vuelve a repetir el oráculo de Oseas: “Misericordia
quiero y no sacrificios” (Oseas 6, 6) El sacrificio espiritual es interno y se manifiesta
en lo exterior. Podemos ver algunos sacrificios que vienen del amor y que son
agradables a Dios.
a)
Los sacrificios no
te satisfacen; si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es
un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.(Slm
50, 18- 19)
b) Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los
mandamientos es hacer sacrificios de comunión; sacrificios de acción de gracias
(Eclo 35, 1)
c)
Devolver favor es
hacer oblación de flor de harina, hacer limosna es ofrecer sacrificios de
alabanza. (Eclo 35, 2) Se trta de la práctica de la caridad.
d) Apartarse del mal es complacer al Señor, sacrificio de
expiación apartarse de la injusticia. (Eclo 35, 3) Es negarse a sí mismo para romperé
con el pecado (Lc 9, 23; 1 de Jn 1, 8)
No
te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que
prescribe el mandamiento. .La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor
sube ante el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su memorial no se
olvidará. (Eclo 35, 4- 6)
e)
Os exhorto, pues,
hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una
víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual” (Rm
12, 1) El sacrificio ha de ser vivo, santo y agradable a Dios. Es el culto
interior que se hace por amor. Pide estar en Gracia de Dios.
El
amor es la fuerza que nos ayuda a crecer en el conocimiento de Dios mediante la
práctica de las virtudes para revestirnos de Jesucristo (Rom 13, 14) Es fuerza
para vencer el mal (Rm 12, 21) y que genera el bien, en amor es el padre de todas
las virtudes. Crecer en el conocimiento de Dios equivale a ensanchar y dilatar
nuestro corazón para: acoger a todos, como son y no como nos gustaría que
fueran. Acoger a todos, con todas sus limitaciones y diferencias (Kiara Lubic)
Para llegar a ser una tierra que mana leche y miel: paz y dulzura espiritual (Ex
3, 8).
El
sacrificio espiritual hace de nuestra vida un don y una lucha, pide despojarnos
del traje de tinieblas y revestirnos de luz (Rm 13, 12). Hace de nuestra vida
una lucha contra el ego, contra los vicios contra la carne, consiste en
negarnos a nosotros mismos, amar y seguir a Cristo (Lc 9, 23) Es un morir al
pecado para vivir para Dios. (Rm 6, 11)
Por
eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida
vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados
los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo
de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del
Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la la espada del Espíritu,
que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión
en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los
santos, y también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y
pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio. (Ef 6, 13- 19)
Escuchemos
la despedida de Pablo: “Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y
el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he
llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda
la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y
no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su
Manifestación”. (2 de Tim 4, 6- 8)
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