NO VENGO A TRAER LA PAZ SINO LA
DIVISIÓN.
Iluminación. “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra:
hombre y mujer los creó (Gn 1, 26-27).
La Palabra de Dios (Leer Génesis 1, 1- 25).
En
esta lectura bíblica descubrimos la pedagogía de Dios, tanto para la primera
creación como para la segunda, llamada también regeneración en Cristo. Tres
etapas: Iluminación, separación y ornamentación. ¿Qué encontramos en ellas? Una
catequesis sencilla que fortalecía la fe del pueblo de Israel y hoy, nos ayuda
a comprender la pedagogía de Dios que pone en marcha su Plan de salvación. Plan
que Cristo realizará en la historia cuando llegue la plenitud de los tiempos y
el Espíritu Santo actualizará en nuestra vida, en el hoy de nuestros días.
Etapa de Iluminación. En el principio la tierra era caos, confusión y tinieblas… “Hágase la
luz”. Y la luz se hizo. Cuando se llega a una casa que está a obscuras, en
tinieblas, que ha sido invadida y saqueada por los ladrones lo primero que hacemos es encender la luz,
para así, ver el desorden que hay dentro de la casa. Cuando el hombre no tiene
la luz del Evangelio, su vida es un desorden y ni siquiera se reconoce el caos
y el vacío que se lleva dentro. En el principio como hoy lo primero que Dios
hace cuando quiere salvar, sanar o liberar a una persona o a una comunidad es
darle una palabra que viene como Luz a iluminar las tinieblas.
El
Salmo 119, 105, nos dice: “Tú Palabra es
luz en mi camino, lámpara para mis pies”. La Palabra es la Verdad que echa
fuera la mentira, la falsedad, el engaño, fuente de enfermedades.
Etapa de Separación. Primero separa la luz de la obscuridad; luego, las
aguas de arriba y de abajo y aparece el firmamento; después las aguas de lo
seco y aparece el mar y la tierra. “Todo era bueno, bello”, Dios hace las cosas
bien hechas, las hace bellas, buenas y bonitas. La Vida nueva exige muchas
separaciones. Sin las cuales todo será confusión en nuestra vida: ¿De qué
quiere Dios que nos separemos? Existen muchos apegos en nuestra vida,
verdaderas esclavitudes que nos oprimen y nos privan de libertad… y de una vida
plena.
Etapa de Ornamentación. Dios llena la tierra de toda clase de plantas, el
firmamento de luces; el mar de peces, el cielo de aves y la tierra de animales.
Y cuando todo estaba preparado, Dios crea al hombre como corona y culmen de su
Creación: “Hombre y mujer los creó”, iguales en dignidad, complemento uno del
otro. Ahora Dios dice: “Todo está muy bien; está muy bueno; está bellísimo”.
Dios
bendice la obra de sus manos; le da al hombre autoridad sobre los peces del
mar, las aves del cielo, sobre los
animales y sobre las plantas y los árboles frutales: “Todo ha sido
creado para el hombre y para todos los hombres”, “Dios creó todo para todos”.
Con su bendición el Señor dio al hombre su primer mandamiento: “Creced y
multiplicaos, llenen la tierra y sométanla”. ¿Cuáles son los ornatos en nuestra existencia?, ¿Cuál es la belleza de
nuestra vida? La primera página del Génesis nos presenta una catequesis tan
sencilla que nos ayuda a comprender la pedagogía de nuestro Creador. ¿Puede
haber separación sin iluminación?, ¿Puede haber ornamentación sin iluminación y
sin separación?
“No
penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino
espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su
madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven
con él. «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el
que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma
su cruz y me sigue detrás no es digno de mí”. (Mt 10, 34- 38)
La
primera división que Jesús realiza en nuestra vida, es en nosotros mismos: Su
Palabra es Luz que ilumina nuestros corazones para que distingamos entre el
bien y el mal. (Jn 16, 8) La segunda división es entre los que creen y los que
no creen, entre los que tienen su Espíritu y los que no lo tienen. (Mc 16, 15-
16) Con la presencia de Jesús en nuestro corazón comienza la lucha entre los
dos reinos: el reino del bien contra el reino del mal. Nosotros no somos espectadores,
sino, protagonistas, tomamos partido con
uno de los dos bandos, hay una separación, una división. No se puede dar frutos
si nos hay separación, sería una tibieza, y a los tibios los vomitaré de mi
boca (Ap 3, 15- 16)
¿Qué hace Jesús para realizar la Obra
del Padre? Lo primero es darnos su
Palabra que es Luz: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) Y con su Palabra abre
nuestros sepulcros para que podamos reconocer nuestros huesos secos (Ez 37, 12)
Nuestra situación de muerte (Rm 6, 23) En segundo lugar abraza su Cruz por amor
y muere en ella como obediencia a su Padre (Flp 2, 8) Muere para sacarnos del
sepulcro, del reino de las tinieblas. (Col 1, 13) Y en tercer lugar resucita
para llevarnos a nuestro suelo: la Casa del Padre: perdona nuestros pecados y
nos da Espíritu Santo, nos justifica (Rm 5, 1- 5) (Ver Ezequiel 37, 12)
Y, ¿Nosotros qué? Nos toca creer en Jesús, en su muerte y en su
resurrección para tener vida eterna y nacer de ls Alto (Jn 1, 12). Comienza la
lucha: “Desechad toda inmundicia, mentira, envidia, hipocresía y toda maledicencia”
(1 de Pe 2, 1) Creer en Jesús nos pide: “Negarse a sí mismo, tomar su cruz y
seguirlo” (Lc 9, 23) “Despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre
nuevo; Jesucristo resucitado para revestirse de él en justicia y santidad. (Ef
4, 23- 24) “Ahora, libertados del dominio del pecado y hechos siervos de Dios,
tenéis como fruto la santidad, y como desenlace la vida eterna”. (Rm 6, 22)
A
vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las
obras malas, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne mediante la muerte,
presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta. (Col 1, 21-22)
Fruto de la iluminación ha sido la separación del pecado, y fruto de la
separación es la ornamentación. Hay que ponerle corazón a nuestra elección ya
nuestra vocación. Escuchemos a Pablo decirnos:
“Por
lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las
armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra
lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra
las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los
Espíritus del Mal que están en las alturas”. (Ef 6, 10- 12) Los ornatos son las
virtudes; para que aparezcan en nuestra vida ha de haber esfuerzos, renuncias y
sacrificios. Esto por Amor a Cristo y a la voluntad de Dios por encima de todo
y de todos.
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