CÓMO
BAJAN LA LLUVIA Y LA NIEVE ASÍ ES MI PALABRA QUE NO REGRESA A MI VACÍA.
Esto
dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá,
sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de
que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de
mi boca:
no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”.
Isaías (55, 10-11)
La
voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
de la verdad. Misión cumplida por Aquel que hizo de la voluntad de Dios la
delicia de su vida (Jn 4, 34) La liberación, la redención y la salvación de los
hombres. La Palabra que bajó del Cielo para hacerse hombre y puso su morada
entre los hombres, (Jn 1, 14) no regresa vacía, lleva con él el fruto de su
Obra: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar,
de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el
Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan
con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono,
y del Cordero”. (Ap 7, 9- 10) Jesús dio fruto porque murió y resucitó. Se
levanta como Vencedor del pecado, del mundo y del Maligno. Es el Redentor y el
Salvador de la Humanidad que quiera creer en él.
Jesús
viene como luz y nos dice: «Yo soy
la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá
la luz de la vida.» (Jn 8, 12) Por eso puede cumplir la profecía de Ezequiel: “Por
eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro
vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de
nuevo al suelo de Israel”.(Ez 37, 12) Con su Palabra que es Luz, ilumina las tinieblas
de nuestros corazones para reconozcamos nuestra pecaminosidad (Jn 16, 8) Con su
predicación sembró el Reino de Dios en el corazón de los hombres. Con su sangre
nos lava nuestros corazones de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14)
Para que sigamos su ejemplo: el camino del grano de trigo: “En verdad, en
verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo;
pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su
vida en este mundo, la guardará para una vida eterna”. (Jn 12, 24- 25)
El
camino de la cruz nos lleva a la resurrección. “El Mesías tenía que padecer
antes de entrar a su Gloria” (Lc 23, 26) Su Palabra es poderosa, puede cambiar
nuestros corazones de piedra en corazones de carne (Ez 36, 26) Puede
transformarnos de hijos de la tinieblas en hijos de la Luz (Ef 5, 8- 9) Puede
hacer de un hombre viejo en hombre nuevo (Ef 4, 23- 24) Puede hacer de nuestros
corazones vacíos de amor en corazones llenos de Dios (cf Col 3, 12)
Mi
Palabra es como la lluvia que baja empapa la tierra y la hace germinar para que
dé mucho fruto, el fruto de la Palabra es la Unidad, la Verdad, la Libertad, la
Justicia y la Santidad. (Jn 17) Jesús dio mucho fruto por que abrazó la
voluntad de su Padre (cfJn 15. 8-9) Y nos amó hasta el extremo (Jn 13,1).
El
grano de trigo para que nazca primero tiene que morir. Si es sembrado en seco,
no nacerá hasta que llegue el agua, le ayude a podrirse para que pueda nacer. A
eso se le llama morir, negarse a sí mismo para abandonarse en las manos de
Dios. Jesús habló del Nuevo Nacimiento para poder entrar en el Reino de Dios. (Jn
3, 1- 5) Y después del Nacimiento ¿Qué sigue? Ahora cultiva las plantas:
Trabaja y protégelas (Gn 2, 15) Trabaja el barbecho de tu corazón para que
puedas conocer los frutos de tu siembra (Jer 4, 3) Recordemos a Pablo decirnos:
El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha. Cada
uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la
fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. (2 de Cor 9, 6-7) Y el que no siembra…
no cosecha, como el que no trabaja que no coma (2 de Ts 3, 10) La fe que no
produce… que le quiten lo que tenga y se la den a otros: “Porque a quien tiene
se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le
quitará”. (Mt 13, 12)
Los
medios para el crecimiento en la fe son regalos de Dios para la Iglesia: Úsalos,
ponlos en práctica para que podamos saborear los frutos del Espíritu. ¿Cuáles
son los medios del crecimiento? Primero recordemos lo que dice el Apóstol: “Yo
planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento”.(1 de Cor 3, 6) Las
leyes del crecimiento vienen de Dios. Lo primero es la Oración, bien hecha. Que
sea íntima, de dentro que venga del corazón y que sea cálida, es decir con amor.
Que no sea de labios para afuera para que no sea rechazada (cf Mt 7, 21) Que la
Oración sea acompañada con un corazón limpio y de una fe sincera (2 de Tim 2,
22; 1 de Tim 1, 5)
El
segundo medio del crecimiento es la Palabra de Dios. El agua viva que lava,
limpia, riega y nutre. Sin la palabra de Dios no hay luz, no hay agua, no hay
poder, no hay vida y no hay amor. No conocemos a Dios y no nos conocemos a
nosotros mismos. La Palabra nos lleva al Nuevo Nacimiento, a la consagración en
la Verdad (Jn 17, 17) Nos lleva a la salvación (2 de Tim 3, 14) y nos lleva a la
perfección cristiana por la caridad (2 de Tim 3, 17)
El
otro medio es la Liturgia, los Sacramentos, especialmente la CONFESIÓN Y LA
EUCARIATÍA. La confesión bien hecha pide el reconocimiento de nuestros pecados,
el arrepentimiento, el propósito de enmienda y la confesión, que nadie nos
engañe. Esto es lo que requiere una buena confesión. Los pecados son perdonados
en virtud de la sangre de Cristo (Ef 1, 7) Pero, Jesús dio a la Iglesia el
ministerio de la reconciliación para que perdone a los hombres sus pecados (Jn
20, 23)
La
Eucaristía es como el abono para que la planta de la fe crezca y de buenos
frutos. Es Pan y es bebida que nos nutre y nos convierte en lo que comimos. El
fruto de la eucaristía es el Amor, la Caridad a Dios y a los demás. Nos
capacita para que pongamos por en práctica las Obras de Misericordia, Nos
enseña el arte de amar y el arte de compartir.
De
los cuatro terrenos en los que el Sembrador sembró la semilla, solo uno pudo
dar frutos. Por que cultivó su terreno que es su corazón. La fe que no produce
es estéril. (St 2, 14) Unos produjeron el treinta por ciento, otros el sesenta
y otros más, el cien por ciento. Los del treinta son aquellos que rompen con el
pecado, van a misa todos los domingos, y hacen oración. Los de sesenta, lo
doble que los anteriores, son aquellos que le ponen ganas al servicio, entran
en algún coro, se prestan hacer las lecturas en la misa, se hacen catequistas; se
unen a alguna comunidad para leer la biblia, hace oración y prestar algún
servicio. Los del cien por ciento son aquellos que movidos por el Amor se abren
a la Misión de Jesús. Su vida está entregada totalmente al Señor, participan de
su Misión y de su Destino: Todos, los tres son discípulos de Jesús. El Fruto es
la Unidad, la Verdad, la Libertad y la Santidad. El Amor está en todas.
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