NO
SE PUEDE CON LA MISMA BOCA BENDECIR A DIOS Y MALDECIR AL HOMBRE. (cf St 3, 9)
«Porque
no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé
fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. (Lc 6, 43- 45)
Que
hermosas serían nuestras homilías y predicaciones con las palabras de Pablo: No
salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar
según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al
Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la
redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de
maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables,
perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo. (Ef 4, 29- 32)
Las
palabras del hombre o de las mujer de Dios son amables, limpias y veraces
porque en sus corazones está el amor que brota y nace de una fe sincera, de un
corazón limpio y de una conciencia recta, (1 de Tim 1, 5) que en todo da la
gloria a Dios y hace el bien a los demás. Las lenguas de los que son del Señor,
animan, liberan, consuelan, salvan, enseñan y corrigen. Mientras que las
lenguas de los que no aman al Señor confunden, engañan, dividen, oprimen y
matan, son frutos del árbol malo. Guardémonos de los pecados de la lengua.
Pecados contra el octavo mandamiento: La mentira, la murmuración, la calumnia,
el chisme y la crítica. A lo que Pedro le llama la maledicencia (1 de P 1,2, 1)
Mateo nos dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio
con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo
es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga
que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: "Deja que te saque la
brizna del ojo", teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la
viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu
hermano. (Mt 7, 1- 5)
Cuando
vemos los defectos en los demás los engrandeceos y cuando vemos alguna virtud
en los otros la empequeñecemos hasta casi desaparecerlas. Pero, no así en
nosotros, cuando vemos algún defecto lo empequeñecemos, pero, si vemos alguna
virtud, entonces la engrandecemos. Por eso Jesús nos dice: ¿Cómo es que miras
la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en
tu ojo? La verdad es que si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo
(Mt 15, 14) Vemos y engrandecemos los pecados de los demás y no vemos los
nuestros, empecemos la limpieza por
casa, y después los demás. Esta es la pedagogía de Jesús para sanar nuestros
defectos o nuestros vicios, primero yo, y luego yo, y después los demás.
Santiago
nos dice: “No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un
hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si
juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador
y juez: el que puede salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al
prójimo?” (St 4, 11-13ª) No podemos ver y escuchar y no juzgar, pero, “Que
nuestros juicios no sean de burla, llenos de maldad. Que estén llenos de
generosidad, y misericordia, como los de Jesús”. Al juzgar a los demás estamos
usurpando el lugar del único Juez: Jesús, el Hijo de Dios, hacernos como
dioses, por eso Jesús a los que han creído en él, nos dice: Bájate del árbol de
tu grandeza, de tu monopolio económico. (Lc 19, 5) O bájate del caballo de
soberbia y de agresividad. (Hch 9, 4)
¿Qué hacer para cambiar la manera de
hablar? La boca habla de lo que
el corazón encierra (Lc 6, 45) Hay que
pasar de un corazón vacío a un corazón lleno de amor, de verdad y de vida (Jn
14, 6) Hay que llenarse de Cristo, hay que nacer de nuevo para que cambiar
nuestra manera de pensar de sentir y de vivir. Todo empieza cuando escuchamos
la Palabra de Dios y la guardamos. (Rm 10, 17) Con la Palabra de Dios vamos
poniéndola en nuestro corazón acompañada de un poco de Oración, se va dando el
cambio, poco a poco y sin tantos esfuerzos vamos mirado el cambio en nuestra
manera de hablar. Pero con el deseo de cambiar nuestro vocabulario. La Palabra
es la semilla del amor y de la verdad, va sacando fuera la agresividad y la
mentira.
Palabra
de Dios y oración de Alabanza son la fuerza de Dios para el cambio de mente y
de lengua: conocer la voluntad de Dios y hablar con las palabas limpias,
veraces y amables. Esto nos lleva a conocer a nosotros mismos y a crecer en el
conocimiento de Dios mediante la práctica de las virtudes como la sencillez, la
pureza de corazón y la fortaleza. Teniendo siempre la recomendación de Jesús: “Vigilad
y Orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Para no caer en juicios
negativos, en críticas, en murmuraciones, en groserías, en chismes y en los
otros pecados de la lengua.
La
lenguas nuevas atraen estilos nuevos de vida, como son las Bienaventuranzas:
Ser pobres, sufridos, mansos, humildes, misericordiosos, limpios, justos y
orantes (Mt 5, 3- 11) Para que nuestros labios sean limpios, puros y santos.
Oremos:
Señor Jesús, dadnos unos labios limpios y puros.
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