LOS QUE TIENEN LA SABIDURÍA DIVINA SE ATRAEN LA AMISTAD CON DIOS.
Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus
riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren
se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda. (Sb
7, 13-14) La sabiduría es inseparable de la caridad, de la humildad y de la
mansedumbre. La caridad nos hace preocuparnos por los demás y es poder para
entregarnos a ellos con la única finalidad que se realicen como personas. La
humildad es caminar en la verdad, no te desvíes ni a Izquierda ni a tu Derecha,
como tampoco te infles ni te atasques en el lodo. La mansedumbre es la virtud
para vencer la ira y la agresividad. El manso es de corazón pobre, humilde y
sencillo, por eso puede vencer el mal con el bien (Rm 12, 21).
Estos
valores del Reino de Dios, son fruto de la gracia, y nacen y crecen en casa, en
familia, por lo cual Pablo recomienda a los padres de familia: “Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y
la corrección según el Señor”. (Ef 6, 4)
Y Jesús nos recuerda el sentido de la verdadera familia: “Yo les aseguro que si
dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre
celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí
estoy yo en medio de ustedes” (Mt 18, 19- 20)
La corrección se debe hacer siempre en espíritu de oración. La
corrección unida a la oración es un verdadero servicio a la Familia y a la
Comunidad: "Yo a los que amo, reprendo y corrijo" (Ap. 3, 19).
Corregir
con amor y blandura. Teniendo presente
que a quien se corrige es a una persona poseedora de sentimientos. Una
corrección hecha sin amor puede causar heridas y sofocar la dignidad del otro.
La corrección amorosa exige ser hecha con palabras respetuosas, veraces y
limpias. No deja lugar a las palabras groseras o sucias. Corregir con amor no
es fácil, ya que se opone la soberbia que se anida en nuestros corazones:
"El hijo sabio atiende a la instrucción de su padre, el arrogante no
escucha la reprensión. " (Pr. 13, 1). "Una respuesta suave calma el
furor, una palabra hiriente aumenta la ira. La lengua de los sabios hace
agradable la ciencia, la boca de los insensatos esparce necedad." (Prov
15, 1- 2)
El
Señor, tu Dios, te ha educado como un padre educa a su hijo; para que guardes
los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus caminos y lo temas. (Dt 8, 5b-6) La
corrección tiene como finalidad educar, y esto pide poner límites, sin los
cuales, estamos dejando las puertas abiertas para que entren los vicios. Le
educación en la fe pide aprender a discernir entre el bien y el mal. Hacer el
bien y rechazar el mal (Rm 12, 9)
Es
decir, aprender los Mandamientos de la ley de Dios: “Hijos, obedeced a vuestros
padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, tal es
el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: Para que seas feliz y se
prolongue tu vida sobre la tierra.” (Ef 6, 1- 3) El 4° Mandamiento es un
mandamiento Familiar: de padres a hijos: Padres, no exasperéis a vuestros
hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el
Señor. (Ef 6, 4) De hijos a padres y entre los padres: “Respétense mutuamente
por reverencia a Cristo (cf Rm 15,7) Y de hermano a hermano: Reconózcanse como
lo que son hermanos, regalo de Dios uno para el otro y respétense mutuamente.
Lo
anterior es posible con la gracia de Dios. Jesús nos dice: “Estén ceñidos
vuestros lomos y las lámparas encendidas”. (Lc 12, 35) Lo que significa lucha
contra el mal y haz el bien: “Esfuérzate y sé hombre”. Sé fiel al Señor tu Dios
marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus
preceptos, como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en
cuanto hicieras y dondequiera que vayas. (1R 2, 2b-3) No hay términos medios,
somos o no somos, como lo dice san Juan: En esto sabemos que le conocemos: en
que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos
es un mentiroso y la verdad no está en él.(1 de Jn 2, 3- 4)
El
profeta Jeremías nos exhorta a levantarnos y a caminar buscando la voluntad de
Dios: “Poneos en los caminos y mirad, preguntad a las sendas antiguas: «¿Es
éste el buen camino?» Caminad por él, y hallaréis reposo para vuestra alma”. (Jr
6, 16) Se trata del camino del bien, para tener una larga vida, como lo dirá
san Juan: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y
el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él”.
(Jn 14, 21) Nos libera, nos reconcilia y nos salva.
La
Obra de Dios es reconciliar a los hombres con él y entre ellos: “El Dios de la
paz, que sacó de entre los muertos, por la sangre de la alianza eterna, al gran
Pastor de las ovejas, nuestro Señor Jesús, os haga perfectos en todo bien, para
hacer su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que es grato en su presencia por
Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. (Hb 13,
20-21)
Ser
perfectos en la caridad, en la humildad, en la mansedumbre para que llenos de
sabiduría busquemos de todo corazón la voluntad de Dios y la pongamos en práctica,
al igual que nuestro Maestro, Jesús de Nazaret. Que nos dijo: aprendan de mí
que soy manso y humilde de Corazón para que entrenen mi descanso. (cf Mt 11,29)
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