LOS DOCE PASOS PARA PERSEVERAR EN LA
FE Y PARA PERMANECER EN EL AMOR.
Iluminación: En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho
fruto, y así probéis que sois mis discípulos. Como el Padre me
ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado
los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor (Jn 15, 9ss).
1). Perseverar en el amor de Cristo.
Permanezcan
en mi amor. “Como el Padre me amó, yo también lo he amado a ustedes,
permanezcan en mi amor (Jn 15, 9) ¿Cómo permanecer en el amor de Dios? Lo
primero es permanecer siendo amados, purificados, liberados y reconciliados. En
segundo lugar permanecer amando a Dios y a los demás, guardando los
Mandamientos, especialmente el del Amor (cf Jn 13, 34) En tercer lugar
permanecer sirviendo, lavando pies, aceptar la dignidad de las personas y
aceptándolas como son. En cuarto lugar
permanecer orando, intercediendo por los todos, especialmente, por la Familia
de Dios. Cuando se pierde la fe, también se pierde la fe y con ella la
esperanza y el amor.
La
perseverancia es una virtud, es fuerza y poder, sólo los que la cultivan pueden
tenerla para alcanzar la Meta que Jesús nos propone: la madurez humana
cristiana y por lo tanto, la vida eterna. Todo don de Dios es también una
respuesta de los creyentes. Dios no nos da las cosas hechas, él quiere que
seamos protagonistas, responsables, libres y capaces de amar para responder a
lo que él nos propone y nos promete: Salvación en esta vida y después de la
muerte. Esta vida es un don y una lucha, sólo que perseveran alcanzan la Meta
final. La perseverancia se forja con la ayuda de Dios (la Gracia) y con
nuestros esfuerzos, renuncias y sacrificios, como expresiones del amor a Dios y
al prójimo. A esto la Biblia le llama “Muerte y Resurrección.” Con la ayuda de
Dios y nuestros esfuerzos vamos adquiriendo una “Voluntad firme, férrea y
fuerte para amar y para servir: Dar gloria a Dios y amor y servicio a los
otros, dos realidades que son inseparables. Don y Respuesta.
2). Perseverar para no secarse.
Permanezcan
en mí. “Permanezcan en mi como yo en vosotros… Yo soy la vid y ustedes los
sarmientos.” (Jn 15, 4- 5) Quien se separe de Cristo se seca; una rama seca no tiene vida y no
puede dar frutos. Sólo sirve para ser leña y alimentar el fuego de las
pasiones. Secarse significa salir de la Casa del Padre para irse a un país
lejano para llevar una vida mundana, pagana y pecaminosa, equivale a dar la espalda
a Dios para a la esclavitud de Egipto, babilonia, que hoy día se llaman
Individualismo, Relativismo, Conformismo, Totalitarismo, Fariseísmo y más...
(cf Lc 15, 11ss)
3). Perseverar para estar verdes.
Permanezcan
en mi luz. Permanezcan en mi Palabra para que tengan vida, para que me amen y
amen a sus hermanos (Jn 8, 31; 10, 10). Es san Juan en su primera carta quien nos dice
cómo podemos permanecer verdes: “Permanezcan en la Luz” Rompan con el pecado,
guarden los Mandamientos por amor a Cristo y practiquen las virtudes para que
podamos ser revestidos de la gracia de Dios (cf Col 3, 12) Para que sean cómo
árboles plantados al borde del “río” con sus raíces en el agua, hojas siempre
verdes y dando fruto los doce meses del año. “Permanezcan en mi Palabra”
“Permanezcan en mi Amor”. Con palabras de san Pablo diríamos: “Permanezcan en
mi Cruz” (cf Gál 5, 24)
4). Perseverar para dar vida.
Permanezcan
en mis pruebas. “Decía a todos: Sí alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a
sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame ((Lc 9, 23) Sólo podemos dar vida
desde la cruz de Cristo, aceptada con amor para servir a todos, pero
especialmente a los menos favorecidos a los que Jesús les llamó “pobres. ” Ustedes
han estado siempre conmigo en mis pruebas. Por eso, yo les doy un
reino, como mi Padre me lo dio a mí, y ustedes comerán y beberán
a mi mesa. (cf Lc 22, 28- 30)
5). Perseverar en el camino de Cristo.
Permanezcan
en la Comunión con Dios, con los demás y con la naturaleza. Permanecer en la unidad,
en la reciprocidad en la igualdad fundamental. Nada fácil, pero, para el que
cree todo es posible. (cf Mc 9, 23) Sin esfuerzos, sin renuncias y sin
sacrificios no hay amor, ni a Dios ni al prójimo. No hay camino, no hay
seguimiento para crecer en la unidad, en el conocimiento de Dios y no hay
madurez humana, como tampoco cristiana: No hay un “sacrificio vivo” para amar, servir y adorar a
Dios. Creemos que con la ayuda de Dios y nuestros esfuerzos vamos adquiriendo
una voluntad firme, férrea y fuerte para amar. (cf Ef 6, 10). Con Jesús decimos:
“En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido
entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más
pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el
Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos
lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan
profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que
tenga oídos, que oiga”. (Mt 11,11-15)
6). ¿Qué es lo que rompe la comunión?
La
Sagrada Escritura nos dice que lo que rompe la Comunión con Dios y entre los
hombres es el pecado que oprime y esclaviza, deshumaniza y despersonaliza al
hombre que fue creado a imagen y semejanza de Dios. (Rm 6, 23) (Ef 4, 17- 19)
(1 Pe 2, 1) (2 Pe 1, 4b) (Rm 13, 13-14) (2 Ti 2, 22). Jesús nos invita a vivir en
la comunión con Dios, con uno mismo y con los demás. Jesús nos invita a
permanecer en su cruz para darle muerte al pecado y vivir para Dios (cf Lc 9,
23; Rm, 6, 11- 12).
7). Los medios del crecimiento
espiritual
Los
medios del crecimiento en la fe, son los que llamamos los lugares de encuentro
con Jesús: La oración íntima y confiada; la Palabra de Dios escuchada, meditada
y vivida para después anunciarla; La liturgia de la Iglesia, todos los
Sacramentos de la Iglesia, especialmente la Confesión y la Eucaristía; las
Obras de Misericordia; la pequeña Comunidad de discípulos y el Apostolado.
8). El
Itinerario para crecer y dar frutos.
Es
san Pablo quien nos presenta un “itinerario” que no falla: “La unidad en la fe,
el conocimiento de Dios y la configuración con Cristo. Todo a partir de la
escucha de la Palabra (cf Rm 10, 17), de la incorporación a Cristo y a la
Iglesia por el bautismo (cf Gál 3, 26-27), la vida en Cristo en la Verdad, la
bondad y en la justicia (cf Ef 5, 8) y la configuración con Cristo. (Ef 4, 13).
9). El discernimiento de espíritus.
Examinen
todo y quédense con lo bueno. Manténganse alejados de todo lo malo. Nosotros
oramos para que Dios mismo, el Dios de paz, los purifique completamente para
que pertenezcan sólo a él. (1 Ts 5, 21- 23) El discernimiento es un don de la
Gracia de Dios para que no desviemos del Camino y no perdamos el rumbo y no nos
estanquemos en el hedonismo y para que ya no seamos como niños sacudidos por cualquier
doctrina enfermiza y adormecedora (cf Ef 4, 15) Luz y Verdad deben ser la luz
que iluminan nuestro camino, son lámpara para nuestros pies para que hagamos
nuestras las palabras del Evangelio: “Ustedes son la luz mundo y la sal de a
tierra (cf Mt 5, 13)
10). Los criterios morales
Muchos
son los que a lo bueno le llaman malo y a lo malo bueno. A la luz de la
teología de san Pablo reconocemos y aceptamos el criterio de la moral
cristiana: “Aborrezcan el bien y amen apasionadamente el bien. Amén sin
fingimiento (cf Rm 12, 9) Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los
falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por
dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen
uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos
buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir
frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce
frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces,
ustedes los reconocerán.(Mt 7, 15- 20)
11). Los frutos a cosechar.
La
fe que no afecta la cultura de la persona es una fe no plenamente abrazada dice Juan Pablo II. Por lo que la fe, para serlo, debe
impregnar toda nuestra realidad. San Pablo nos presenta como frutos de la fe:
la santidad y la justicia (Ef 4, 24), el amor, la paz, la gozo, la paciencia,
la afabilidad, la fidelidad, la modestia, dominio propio (Gál 5, 22-23) La
humildad, la mansedumbre, la misericordia… (Col 3, 12), Los frutos de la fe son
consecuencia del trabajo y del cultivo, implica la conversión cristiana para
que Cristo se manifiesta en nuestra vida (cf Ef 3, 16- 17) Sin la ayuda de la gracia de Dios y nuestra
colaboración no hay conversión no hay frutos, seríamos tierra estéril, sin paz
y sin amor. Razón por la que el apóstol san Pedro nos exhorta a cultivar la
gracia de Dios en nuestro corazón para que podamos crecer en el conocimiento de
Dios, en la justicia, la fortaleza, la
templanza en la tenacidad, en la piedad, amor fraterno y en caridad como
señales de un verdadero conocimiento de Dios y de una fe verdadera (cf 2 Pe 1,
5- 8)
12). Guárdense del mundo
El
mundo los odia porque ustedes me aman, sí ustedes me odiaran, el mundo los amaría.
(cf Jn 15, 18- 20) En su primera carta san Juan nos exhorta a amar a Dios y no
al mundo (cf 1 Jn 2, 15) Enamorarnos de Jesucristo para no amar al dinero; para
no amar el carro lujoso; amar al Señor para no amar el sexo desordenado y amar
a la persona; amar a Jesús para no caer en la idolatría ni del mal, ni de las
cosas ni de las personas ni de las ideologías. Amar a Cristo por lo que es y no
por lo que él tiene o por lo que dona.
Amar a Dios y al prójimo es cumplir la ley y los profetas. (cf Mt 22, 40; Rm
10, 13; Jn 14, 21. 23).
Hay
que permanecer en la Palabra para no secarnos, permanecer verdes y para dar
frutos de vida eterna.
Publicar un comentario