TRABAJEMOS POR LA PAZ Y POR NUESTRA EDIFICACIÓN.



TRABAJEMOS POR LA PAZ Y POR NUESTRA EDIFICACIÓN.

Iluminación: El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación. (Rm 14, 17-19)

Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. (Is 25, 6, 9)

Para sentarse a la mesa celestial hay que quitarse el velo que nos cubre el rostro, el pecado, hay que destruir la muerte, esto por medio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, para luego, enjugar nuestras lágrimas con el don del Espíritu Santo. La comida y la bebida son los dones del Espíritu, las virtudes, los frutos de la fe, los carismas… Que vienen a nosotros por medio de la fe en Cristo.

Hasta hoy, cada vez que los israelitas leen los libros de Moisés, un velo cubre sus mentes; pero, cuando se vuelvan hacia el Señor, se quitará el velo. El Señor del que se habla es el Espíritu; y donde hay Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; asi es como actúa el Señor, que es Espíritu. Por eso, encargados de este ministerio por misericordia de Dios, no nos acobardamos.

Si nuestro Evangelio sigue velado, es para los que van a la perdición, o sea, para los incrédulos: el dios de este mundo ha obcecado su mente para que no distingan el fulgor del glorioso Evangelio de Cristo, imagen de Dios.

Nosotros no nos predicamos a nosotros mismos, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros siervos vuestros por Jesús. El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de la tiniebla» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo:(2 de Cor 3,15–4,1.3-6) Para que así como en el rostro de Cristo, brilla la gloria del Padre, en nuestro rostro, brille la gloria de Cristo.

Para quitarse el velo que nos cubre la cara hay que entrar en la Pascua de Cristo, hay que morir al pecado y resucitar para Dios, para recibir el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo (Rm 4, 25) Y ser justificados por la fe de Jesucristo. (Rm 5, 1) Hay que hacer los ejercicios de la fe para tener la fuerza para levantarse, caminar y sentarse a la Mesa Celestial, comer del Árbol de la Vida que está en el Paraíso de Dios (Apoc 2, 7).

Escuchemos a Jesús: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.” (Mt 5, 23. 24) A Dios no le agrada el Culto que le ofrecemos en pecado mortal. Reconciliaos con Dios y con  tus hermanos. Así lo dice el profeta Isaías:

Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. (Is 1, 14- 18)

Pablo nos dice lo mismo Reconciliaos: Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. (Ef 4, 25- 32) Porque sin fe nada es grato a Dios (Heb 11, 6)

 

Reconciliarse es volver a ser hijos de Dios y volver a ser hermanos, de aquellos que habíamos ofendido con palabras o con acciones. Habíamos pecado, y el pecado es una ofensa a Dios porque hacemos daño a los que él ama. No permitamos que el pecado nos esclavice y nos crea enemistad con Dios y con los hermanos. Digamos con Pablo:

Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Pues toda la ley se concentra en esta frase: amarás al prójimo como a ti mismo. (Ga 5, 13-14)

¿De dónde viene la Libertad? El Espíritu es Libertad, es Dios, y viene a nosotros de la escucha de la Palabra de Dios (Rm 10, 17) Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32)

Dios no hace alianza con esclavos, primero nos libera, nos reconcilia, nos hace ser de su Familia y nos promueve. La clave la ha dicho la Madre: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5) Palabras en clave de humildad, de amistad y de alianza para llegar a ser amigos, discípulos y hermanos de Jesús. Para sentarse a la Mesa Celestial y gustar de los manjares exquisitos y de los vinos suculentos.

 


Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search