SI
VUESTRA JUSTICIA NO SUPERA A LOS ESCRIBAS Y FARISEOS NO ENTRARÁS AL REINO DE LOS
CIELOS.
“Porque
os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el Reino de los Cielos.” (Mt 5, 20)
Si
no creen en Jesucristo y no se convierten a él, no se salvarán (Mt. 4, 17; Mc
1, 15; Mc 16, 16) Creer es pasarse del judaísmo a Jesús para llenarse de él y
revestirse de él. Lo que implica despojarse del traje de tinieblas para revestirse
de la Luz (Rm 13, 12) Los fariseos y los escribas, en general, eran hombres muy
religiosos, intérpretes de la Biblia y maestros de la religión. Oraban hasta
siete veces al día, pagaban sus diezmos de manera muy rigorosa, guardaban los
mandamientos y hacían limosnas. Pero no tenían misericordia, todo lo hacía para
quedar bien o para que todo les fuera bien (cf Mt 23, 1- 7) El camino para
superar la espiritualidad de ellos, era, por la fe y la conversión. Creer en
Jesucristo, abrazar su cruz y seguirlo (Lc 9, 23) Creer es amar y seguir a
Jesús.
Jesus nos había dicho: «No penséis que he
venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento. (Mt 5, 17) El supera y cambia los mandamientos: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No
matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo
aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el
que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que
le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.
El
quinto mandamiento nos dice: “No matarás” Ni con cuchillo, ni con pistola, ni
con veneno, ni con la lengua. Guardémonos de los pecados de la lengua: No salga
de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según
la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen. No entristezcáis al
Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la
redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de
maldad, desaparezca de entre vosotros. (Ef 4, 29- 31) Todos los hablen mal serán
reos ante el tribunal. Pero yo os digo:
todo el que se enoje o encolerice contra su hermanos, será llevado a tribunal;
el que se burle y le llama loco o imbécil será llevado al Sanedrín; el que lo
odie, o lo niegue será reo de la gehenna de fuego.
Pablo
nos dice: Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis airados,
ni deis ocasión al Diablo. (Ef 4, 26- 27) Porque en Cristo estaba Dios
reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los
hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos,
pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En
nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! (2 de Cor 5, 19- 20)
Jesucristo es el Reconciliador con Dios y con los hombres (Ef 2, 14) Cristo ha
derrumbado el muro de la enemistad: el odio, pero el hombre, es experto, en levantar
nuevos muros que dividen para romper toda comunión con los demás.
El
cristiano que es portador de la riqueza de la Palabra (Col 3, 16) pone su
alegría en ponerla en práctica y siguiendo a su Maestro es pacífico y trabaja
por la paz, por la reconciliación continua y en el compartir permanente (cf Mt
5, 9) El que es pacífico y trabaja por la paz, es también manso y humilde de
corazón (Mt 11,29)
Si,
pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu
ofrenda. El culto a Dios cuando estamos en pecado mortal no es grato ni
agradable a Dios (Heb 11, 6) Por eso Jesús nos dice a los hombres religiosos: «No
todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día:
"Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les
declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad! (Mt 7,
21- 23) Volvemos a escuchar la Palabra de Dios: Reconciliaos con Dios y con los
hermanos para volver a ser hijos Dios y hermanos de los hombres.
La
reconciliación es el llamado al arrepentimiento. Pero si caminamos en la luz, como él mismo
está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo
Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos
engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados,
fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no
está en nosotros. (1 de Jn 1, 8- 10) Dios perdona todos los pecados que se
reconocen se arrepienten y se confiesan, porque es misericordioso y nos ama,
pero nunca a fuerzas. Porque él nos ha dado el libre albedrío: Yo decido hacer
el bien o hacer el mal, yo decido arrepentirme o yo decido permanecer en mi
pecado.
¿Cuándo
es el día de la reconciliación? No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Hoy es el día de la salvación: “Ponte enseguida a buenas con tu adversario
mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez
y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de
allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.” (Mt 5, 20- 26)
El
día que el dueño de la Casa cierre la puerta, será my tarde, después de la
muerte ya no se puede hacer el bien o rechazar el mal. Después de la muerte
viene el juicio. Del juicio sale un camino hacia arriba y otro camino hacia
abajo. Dos palabras, una de Vida y la otra de Muerte: "Venid, benditos de
mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo. (Mt 25, 24) "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el Diablo y sus ángeles.” (Mt 25, 41)
Los
que son de Cristo no tendrán miedo a la muerte segunda, (Apoc 20, 6) porque han sido lavados, perdonados, reconciliados
y salvados desde esta vida. Permanezcan en mi Gracia (Jn 15, 9).
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