SI REALMENTE HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA.

 


SI REALMENTE HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA.

¡¡¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!!! (Heb 9, 14)

¿Qué tenemos que hacer para dar culto al Dios vivo y verdadero? Lo primero es creer en Jesús y aceptarlo como nuestro Salvador personal. Así como lo dice Pablo: Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero. Al aceptar a Jesús como nuestro Salvador nos apropiamos de la justificación por la fe: nuestros pecados son perdonados y aceptamos el don del Espíritu Santo (Rm 4, 25) Jesús es el cordero inmolado por nosotros (1 de Cor 5, 8)

Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley,  entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo. (Heb 10, 7- 10)

Por la oblación ofrecida por un acto de obediencia y por un acto de amor a Dios y a los hombres hemos sido redimidos y salvados. Ahora podemos decir con Pablo: “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos vivificó con Cristo y nos resucitó con él, y nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús. Así Dios, en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, quiso mostrar en los siglos venideros la sublime riqueza de su gracia.” (Ef 2, 4-5a. 6-7)

Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos. (Ef 2, 8- 10) Una salvación  gratuita e inmerecida, pero, no barata.  Nadie se salva sin la fe, pero, también nadie se salva sin las obras. Hablamos de las obras de la fe que nos recuerda el apóstol Santiago: “Una fe sin obras está muerta” (Snt 2,14) Una fe sin obras es una fe sin conversión, sin respuesta a la Palabra de Dios (cf Mc 1, 15; Mt 4, 17) Las obras o frutos de la fe es el resultado del cultivo del corazón, es fruto de la conversión: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.(Gál 5, 22- 23)

La fe como respuesta a la Palabra de Dios, tiene su propia descendencia: la esperanza  que nace y crece en un corazón pobre y sencillo, y la caridad, madre de todas las virtudes. Hijas de la fe y de la caridad son la fortaleza, la sencillez, la pureza de corazón y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Sin fortaleza no hay santidad, ni pureza ni sencillez de corazón. La virtud de la fortaleza es el Poder de Dios en nuestra voluntad para rechazar el mal y para hacer el bien, y con el bien vencer el mal (Rm 12, 21) La fe y la esperanza, sin amor están muertas. El corazón sin las virtudes teologales o cardinales, reina la malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2, 1) El enemigo más fuerte de la fe es la soberbia, y su fuerza es la mentira.

¿Cuáles son las virtudes cardinales? Son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, sin las cuales no hay moral. La prudencia el quicio de todas las virtudes, sin ella no hay justicia ni fortaleza ni templanza. (2 de Pe 1, 5s) Sin las virtudes cardinales no hay virtudes teologales. Sólo hay vicios, sólo hay pecados. Las virtudes teologales perfeccionan a las virtudes cardinales. Razón por la que Pablo invita a buscar las cosas de arriba: Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. (Col 3, 1- 3) La virtud es fuerza, es vigor, es poder de Dios en nuestro corazón.

Por eso Pablo invita a: Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. (Ef 6, 10- 12)

El que tenga las virtudes, está revestido con la armadura de Dios, revestido de Jesucristo (Rm 13, 12- 14) Es poseedor de las armas de Luz: la Bondad, la Verdad, la Justicia, la Humildad y la Mansedumbre (Ef 5, 9; Col 3, 12) Armas poderosas que vencen la soberbia, la agresividad, la envidia, la mentira y el odio. Quien las tenga abunda en el conocimiento de Dios y está revestido de Cristo. (2 de Pe 1, 8)

Las virtudes se van formando en el cristiano por la escucha y obediencia de la Palabra de Dios, por medio de la Oración íntima y cálida, la práctica de la caridad y los Sacramentos. Viene a ser el aceite extra de las vírgenes prudentes (Mt 25,1- 2)

 

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