PERDONA NUESTROS PECADOS Y TÓMANOS
COMO HEREDAD TUYA.
Moisés
al momento se inclinó y se postró en tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu
favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz;
perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».(Ex 34, 9)
Pablo
nos recuerda las palabras de Moisés al decir: “Tengan ustedes los mismos
sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5) Para que aprendan a vivir según el
Espíritu y no vivan según la carne (cf
Gál 5, 16) Y puedan dar frutos de vida eterna, tal como lo dice el
apóstol san Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito,
para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Jn
3, 16)
Sólo
cuando Cristo habita por la fe en nuestro corazón podemos llegar a tener vida en
abundancia (Jn 10, 10) para tener la fuerza para negarnos a nosotros mismos, amar
y seguir a Cristo (cf Lc 9, 23) Para seguir a Cristo hay que aceptar su Cruz y
someternos a ella, lo que equivale a aceptar la Voluntad de Dios y someternos a
ella. Bajarnos de la cruz es volver a las tinieblas del pecado, es volver a la
esclavitud. Por eso Pablo nos recuera:
“No
salga de vuestra boca palabra desedificante, sino la que sirva para la
necesaria edificación, comunicando la gracia a los oyentes. Y no provoquéis más
al santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis marcados para el día de la
redención. Desterrad de entre vosotros todo exacerbamiento, animosidad, ira,
pendencia, insulto y toda clase de maldad. Sed, por el contrario, bondadosos y
compasivos unos con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha
perdonado en Cristo.” (Ef 4, 29-32)
La
vida cristiana es una lucha entre el mal y el bien, entre las virtudes y los
vicios: “Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No
obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y
considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros
intereses, sino buscad todos el interés de los demás.” (Flp 2, 2b-4) Pedro, el
apóstol nos dice: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo,
ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. (1 de Pe 5, 8) Jesús nos
advierte: “Vigilen y oren para no caer en tentación” ( Mt 26, 41) Pablo lo
dice: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9) Es el lamado
a la conversión cristiana: Revestirse de Cristo:
Como
pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El
Señor os ha perdonado; haced vosotros lo mismo. (Col 3, 12-13) Lo que implica
despojarse del hombre viejo (Col, 3, 9)
El
que se convierte a Cristo su fe es firme y fuerte, puede levantarse y puede
caminar, es decir, puede amar a Cristo y a los demás, especialmente a los más
débiles: “Los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, sin
complacernos a nosotros mismos.” Cada uno cuide de complacer al prójimo para su
bien, para su edificación; que Cristo no buscó su propia complacencia, según
está escrito: «sobre mí cayeron los ultrajes de quienes te ultrajaron». (Rm 15,
1-3) A la misma vez que se ha de cargar las debilidades de los demás, se ha de:
“Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna
raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad.” (Heb
12, 15)
El camino a seguir es el camino de
Cristo que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor
8, 9) Es el camino que Pablo nos presenta: Así, pues, os conjuro en virtud de
toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el
Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos
del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos
sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada
cual no su propio interés sino el de los demás. Tened
entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
“El
cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino
que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.” (Flp 2, 6- 8)
Por
lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en
los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de
Dios Padre. (Flp 2, 9- 11)
El
camino para ascender con Cristo y sentarse a la derecha del Padre es la Pascua
de Jesús: morir y resucitar con él para que recibamos el don del Espíritu Santo
que nos lleva a la conversión de Cristo (Hch 4, 21; Rm 8, 14)
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