NUESTRO GLORIOSO DESTINO ES SER HIJOS
DE DIOS EN JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR.
Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda
clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha
elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en
su presencia, en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, (Ef 1, 3- 5)
La
respuesta de Pedro a la multitud de oyentes que preguntaban; ¿Qué tenemos que
hacer? Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo; (Hch 2, 37) Por el bautismo somos hijos
de Dios: Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto,
todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío
ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús. (Gál 3, 26- 28) ¿No sabéis que sois santuario de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 de Cor 3, 16)
Por
la fe en Cristo Jesús somos hijos de Dios, nuestros pecados son perdonados y
recibimos el don del Espíritu Santo. Ahora somos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo
y templos vivos del Espíritu Santo (1 de Cor 6, 16) e hijos de la Iglesia,
nuestra madre por que nos ha engendrado para Cristo por la enseñanza y los
sacramentos. Ahora participamos de la naturaleza divina, Dios es nuestro Padre
por Jesucristo en el Espíritu Santo. Hemos bebido de un mismo Espíritu para ser
todos la Familia del Padre.
“Mirad
qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que
seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo
veremos tal cual es.” (1Jn 3, 1a. 2) En esta vida el Señor se nos manifiesta,
así lo ha prometido en san Juan: El que tiene mis mandamientos y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y
me manifestaré a él.» (14, 21)
¿Cómo se manifiesta Dios? Porque nos ama nos libera nos perdona y nos reconcilia,
para que seamos una Nueva creación (2 de Cor 5, 7) Y nos promueve, para que de
grandes pecadores seamos hijos suyos, hermanos y servidores de los otros. Portadores
de su Espíritu que es Amor, Verdad, Libertad, Justicia y Santidad. Así podemos
confirmarlo en las Escrituras: Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor
es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama
no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. (1 de Jn 4, 7- 8) Si sabéis que él
es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. (1 de Jn
2, 29)
En
efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues
no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. En efecto, todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y, si hijos, también
herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él,
para ser también con él glorificados. (Rm 8, 14- 17)
¿A dónde nos conduce el Espíritu
Santo? Nos lleva a Cristo para
que creamos en él y nos salve. Por el bautismo somos incorporados y revestidos
de Cristo, recibimos el perdón de los pecados y recibimos el don del Espíritu,
somos justificados por la fe (Rm 5,1; Gál 2, 16) Para que vivamos en Comunión,
Participación y en Misión. Reconociéndonos como Familia, como hijos de Dios, hermanos
de los demás y como servidores de todos. Esta Comunión y Participación nos
llevan aceptar que somos regalo de Dios para los demás y que podemos profundizar
la Misión que se nos ha encargado: “Cargar las debilidades de los más débiles”
(Rm 15, 1) La Misión del Hijo es también la Misión de los hermanos. Y el
destino del Hijo es también el destino de los hermanos.
Jesús
se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo.»(Mt 28, 18- 20) Aquí discípulos también significa ser
hijos de Dios por la Palabra y los Sacramentos. Dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo
otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos.» (Jn 20, 20- 23)
“Pero
a mí, que estoy siempre contigo, de la mano derecha me has tomado; me guiarás
con tu consejo, y tras la gloria me llevarás.” (Slm 73, 23- 24) Para llamarte:
Abba, Padre, eres mío y me perteneces.
¿Cómo tienen que vivir los hijos de Dios? Escuchemos a Pablo decir a Timoteo y a todos nosotros: Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está
en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un
espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te
avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí,
su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el
Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado
con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación
y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, (2 de Tim
1, 6- 9)
Vivir como Jesús vivió: Se despojó de sí mismo, se anonadó, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte de Cruz (Flp 2,6- 8) Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con Él (Hch 10, 38) "Vigilen y oren para no caer en tentación (Mt 26, 41)
Publicar un comentario