TODO EL QUE PERTENECE A DIOS NO PECA PORQUE HACE LA VOLUNTAD DEL SEÑOR.

 


TODO EL QUE PERTENECE A DIOS NO PECA

Ya es hora que despertéis del sueño. La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. (Rm 13, 11b. 12-13ª) A ESTO SE LE LLAMA CONVERSIÓN.

El relato de Tobías:

Aquella noche, después de enterrar el cadáver, me bañé, salí al patio de mi casa y me quedé dormido junto a la pared, con la cara descubierta, pues hacía calor. Yo no sabía que arriba, en la pared, había unos pájaros. Su estiércol caliente me cayó en los ojos y se me formaron unas manchas blancas. Consulté a los médicos para que me curaran, pero mientras más ungüentos me aplicaban, las manchas se extendían más sobre mis ojos, hasta que me quedé completamente ciego. Estuve privado de la vista durante cuatro años, y todos mis hermanos estaban afligidos. Ajicar se hizo cargo de mí durante dos años, hasta que se fue a Elimaida.

Entonces mi esposa Ana se puso a hacer sobre pedido tejidos de lana, que luego entregaba a sus dueños y ellos le pagaban. Un día, el siete del mes doce, al terminar ella un trabajo, lo entregó a los dueños, quienes, además de darle su paga íntegra, le regalaron un cabrito.

Al llegar a mi casa el cabrito, comenzó a balar, y yo, al oírlo, llamé a Ana y le pregunté: “¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo a sus dueños, porque nosotros no podemos comer nada robado”. Entonces ella me respondió: “Es un regalo que me hicieron, además de mi paga”. Pero yo no le creí y le dije que lo devolviera a sus dueños y me enojé con ella por ese motivo. Entonces ella le replicó: “¿De qué te han servido tus limosnas? ¿De qué te han servido tus buenas obras? ¡Dímelo tú, que todo lo sabes!”. (Tobías 2, 9-14)

La religión de Tobías la podemos encontrar hoy día en la Iglesia. Una religión que genera legalismos, rigorismos y perfeccionismos. No acepta la verdad de los otros. Sólo él tiene la verdad. “¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo a sus dueños, porque nosotros no podemos comer nada robado”. ¿No le habrás coqueteado a alguien? Es legalista, es rigorista y es perfeccionista. Falta el respeto y falta a la caridad a la esposa, duda de ella, la juzga y se enoja con ella. Ella le replicó: “¿De qué te han servido tus limosnas? ¿De qué te han servido tus buenas obras? ¡Dímelo tú, que todo lo sabes!”.

¿Qué le faltaba a Tobías? Reconocer la verdad de su esposa, aceptarla como era, respetarla de pensamiento, palabra y obra, cargar con sus debilidades y abrirse con ella a un diálogo. Aceptarla como persona, valiosa, importante y digna. Si la vas a juzgar que tus juicios estén llenos de bondad, generosidad y misericordia. En pocas palabras que tengas una “Recta intención.” Las palabras de Ana de seguro que hizo pensar a Tobías, lo hizo entrar en sí, y lo hizo encontrar con su rigorismo enfermizo y farisaico.

Decíamos que la religión de Tobías está muy extendida hoy día en la Iglesia. Juzgamos por las apariencias, por lo que nos dicen, por lo que tienen, por la ropa y por los lujos. Miramos y juzgamos el afuera y nunca el corazón. No tenemos los sentimientos de Dios: «No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón.»(1 de Sm 16, 7)

Nuestros juicios están llenos de malicia, mentira, envidia, hipocresía y maledicencia (1 de pe 2, 1) Hacemos acepción de personas, hacemos lo que Dios no hace (Hch 10, 34) Nos falta tener una “recta intención.” Nos falta fe sincera y un corazón limpio, nos falta amor (1 de Tim 1, 5) Y sin la Recta intención no somos agradables a Dios (cf Heb 11, 6) Escuchemos la enseñanza de Jesús: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

El relato evangélico:

Donde no hay recta intención, no hay verdad, no hay amor no hay vida, hay una intención torcida que tiene como objetivo la manipulación:  “Y envían donde él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de él.” (Mc 12, 13- 17)

Sus palabras son veraces y hablan muy bien de lo que Jesús es, piensa habla y actúa, pero, su  intención es falta y torcida, por eso Jesús le llama hipócritas. Le quieren por una trampa. Son desenmascarados, Jesús descubre las intenciones de sus corazones: hacerlo caer. ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar. Tráiganme una moneda, se la llevan, él les pregunta: ¿De quién es la imagen y el nombre? Del César, le responden. Jesús les responde: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

¿Qué es lo que es del César? Y ¿Qué es lo que es de Dios?  ¿De quién es el César? ¿Qué le pertenece a Dios? Todo hombre es Imagen y semejanza de Dios. Le pertenecemos porque él nos ha creado, nos ha redimido, pero no a fuerzas, si tu quieres, eres libre para aceptarlo o para rechazarlo. Pertenece a Dios el que crea en su Hijo Jesucristo,  el que lo acepte como su Salvador, como su Maestro y como su Señor. El que confíe en él, lo ame y lo sirva. Pertenece a Dios el que practica la justicia y el que ama, sin hacer acepción de personas:

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!. El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. (1 de Jn 3, 1- 7)

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