NUESTRA
VOCACIÓN ES A LA SANTIDAD Y NUESTRA ELECCIÓN ES EL LLAMADO AL AMOR Y A LA
PUREZA DE CORAZÓN.
Hermanos,
poned más empeño todavía en consolidar vuestra vocación y elección. Si hacéis
así, nunca jamás tropezaréis; de este modo se os concederá generosamente la
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y salvador Jesucristo. (2Pe
1, 10-11)
Nuestra
vocación es la santidad (1 de Ts 4, 3) Y nuestra elección es el llamado al amor
y a la pureza de corazón (cf Ef 1, 4) Elección gratuita, inalterable y
funcional, llamado a realizar una misión. Llamados a la Unidad, a la Santidad y
a la Libertad. Habrá conversión sincera que nos ayuda para no caer, porque el guardián
de nuestras almas está atento a nuestro proceso y a la intención de nuestro
corazón. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni
forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros
de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario,
tengáis aún sobrante para toda obra buena. (2 de Cor 9, 7-8)
Llamados
a la Unidad: Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una
manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad,
mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor poniendo empeño en
conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un
solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo
Señor, una sola fe, un solo bautismo, (Ef 4, 1- 5)
Llamados
a la Santidad: Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que
os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo
con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que
no conocen a Dios. (1 de Ts 4, 3- 5) más bien, así como el que os ha llamado es
santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la
Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo. (1 de Pe 1, 15- 16)
Llamados
a la Libertad: Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo
que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario,
servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en
este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Gál 5, 13- 14) Para
ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir
nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.(Gál5, 1)
Lo
que nos une es el Amor, madre de todas las virtudes como la paciencia, la
humildad y la mansedumbre, sin las cuales no hay Santidad. Y donde no hay Santidad
tampoco hay Libertad. Porque el pecado reina en nuestras vidas. La unidad de
las tres garantiza el estilo de vida que Dios nos propone: Unidad, Santidad y
Libertad. Un texto de Pablo nos pone la unidad de las tres: “hasta que
lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios,
al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.” (Ef 4,
13) Unidad con Dios y unidad con los hombres en Cristo. Lo que rompe la unidad
es el pecado: La malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia
(1 de pe 2, 1) Creced en el conocimiento de Dios mediante la práctica de las
virtudes nos lleva a la santidad y el estar crucificados con Cristo nos hace
ser libres del pecado.
Las
tres nos piden esfuerzos, renuncias y sacrificios por amor para someternos a la
voluntad de Dios. Es lo que se le pide a todo discípulo: Y a todos les decía: «Si
alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa
de Mí, ese la salvará.(Lc 9, 23) Lo que sólo es posible ayudados con la gracia
de Dios, tal como lo dice Jesús: Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo
mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la
vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. (Jn 15, 4)
En
la comunión con Cristo está nuestra fuerza y nuestra lealtad: “Todo lo puedo en
Cristo Jesús que me fortalece” (Flp4, 13) Fortaleza para vencer el mal con el
bien (Rm 12, 21) Fortaleza para rechazar el mal y para hacer el bien, para
practicar las Virtudes como frutos de la vida eterna en nuestra vida. Fortaleza
que no se alcanza sólo rezando, sino, negándose a sí mismo por Cristo, negándose
al pecado y haciendo el bien, a esto le llamamos: ejercicios de la fe. El don
de la Fortaleza se le llama “Conciencia Moral” que nos otorga la triple
facultad de discernir entre el bien y el mal, con poder rechazamos el mal y
hacemos el bien. La Conciencia Moral es la Unidad de Corazón, Voluntad e Inteligencia.
Dónde hay Corazón hay Amor y donde hay Amor hay Santidad y hay Libertad.
Las
tres piden guardar los mandamientos y la palabra de Dios (Jn 14, 21. 23) Nos
llevan a practicar las Virtudes y las Bienaventuranzas: Sepan todos los pueblos
de la tierra que el Señor es Dios y no hay otro. Que vuestro corazón sea todo
para el Señor, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar
sus mandamientos. (1R 8, 60-61) Lo que pide consagrar nuestra vida al Señor,
renunciando al pecado que enferma y lleva a la muerte. Escuchemos al profeta
Jeremías decirnos:
“Nada
más falso y enfermo que el corazón, ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro
el corazón, sondeo las entrañas; para dar al hombre según su conducta, según el
fruto de sus acciones.” (Jr 17, 9-10) El profeta Samuel nos dijo: «No mires a
su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios
no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el
SEÑOR mira el corazón”. (1 de Sm 16, 7) Y Jesús nos dice: “Por sus frutos los
reconoceréis (Mt 7, 20)
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