NO NOS DEJEMOS VENCER POR LA ENVIDIA DEL MALO.

 


NO NOS DEJEMOS VENCER POR LA ENVIDIA  DEL MALO.

"Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos."(1 de Pe 5, 8)

El que por envidia y soberbia el Diablo hizo caer a nuestros primeros padres. (Gn 3,1ss) El que tentó a Jesús tres veces en el desierto, y que fue vencido y atado para luego Jesús irse a invadir los terrenos del Diablo y liberar a los oprimidos por él (Hch 10, 38) La Biblia lo describe como el Príncipe de las tinieblas o príncipe de este mundo, el padre de todo pecado.(Jn 12, 31; 14, 30 y 16,11) Diablo significa el que divide y Satanás significa el que estorba, el que pone obstáculos. Así le dice Jesús a Pedro: "Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!"(Mt 16, 22- 23)

San Pablo lo menciona como uno de los tres enemigos de la Salvación: el mundo, el maligno y la carne. "Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera..."(Ef 2, 1- 3)

Es un enemigo vencido, pero como no tiene vergüenza, ataca para ver si se puede llevar algo entre las patas: "«¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»"(Lc 22, 31- 32) A la oración de Jesús y a la nuestra cuando es bien hecha, el Diablo le tiene miedo. Su arma favorita para hacernos caer es la “Tentación,” que es una invitación a pecar, a la cual Jesús nos invita a pedir a Dios para no caer: “No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal” (Mt 6, 13). "Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil."(Mt 26, 41) Con nuestras solas fuerzas no podemos con él, necesitamos de la Gracia de Dios.

Para hacer nos caer se viste de ángel de luz: "Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.” (2 de Cor 11, 14- 15) Podemos ser ministros y servidores del mal. ¿Cómo es nuestro vocabulario? “Porque la boca habla de lo que hay en el corazón” (Lc 6, 45) Las palabras del Malo tienen características bien marcadas: “Meten miedo, amenazan, confunden, dividen, oprimen, manipulan y matan.” Su arma favorita es la mentira para engañar como lo hizo con Eva, la primera mujer (Gn 3, 1ss) El pecado nos atrofia y nos paraliza: "Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. "(Mt 13, 15)

Pablo nos presenta a un hombre atrofiado: Con su mente embotada, con un corazón endurecido, ha perdido la moral y ha caído en el desenfreno de sus pasiones (Ef 4, 17- 18) No puede conocer a Cristo, no sabe distinguir entre lo bueno y lo malo, a lo bueno le llama malo y a lo malo le llama bueno. Es un hombre vencido por el mal, un ser dividido consigo mismo, con Dios, con los demás y con la naturaleza. Un ser necesitado de la Gracia de Dios. Que alguien se lo diga. El apóstol san Pedro nos habla de cinco armas poderosas del Diablo: “La Malicia, la Mentira, la Envidia, la Hipocresía y la Maledicencia” (1 de Pe 2, 1) En la malicia está la soberbia, raíz de todo pecado. Como raíz encontramos también la lujuria y la avaricia. La mentira es la fuerza del mal y la envidia genera odio y éste nos lleva al homicidio, como Caín que mató a su hermano Abel por envidia. (Gn 4, 1ss) La hipocresía nos lleva a ser pura fachada, en la que no vive Jesús, ni siquiera nosotros.

Las armas poderosas para vencer al Malo son la Palabra de Dios, la Oración, los Mandamientos y las Virtudes. En las cuatro están la fe, la esperanza y el amor que unidas a la oración nos dan la “Conciencia moral” que une lo que estaba dividido: la inteligencia y la Voluntad inclinada hacia el mal. Lo que une es el amor que viene de la escucha y obediencia a la Palabra. El amor viene hacer unidad, ayuda a crecer en el conocimiento de Dios y nos lleva a Cristo crucificado (Ef 4, 13) La conciencia moral nos otorga una triple facultad: Para distinguir entre lo bueno y lo malo, nos da la fuerza para vencer y rechazar el mal y practicar el bien. Y con el bien vencer al mal (Rm 12, 21)

La Conciencia Moral es Cristo que habita por la fe en nuestro corazón, desde donde nos libera, nos salva y nos santifica (Ef 3, 17- 20) Cristo es nuestro Amor, Verdad y Vida (Jn 14, 6) Es Justicia y Santidad (Ef 4, 24) Es Bondad, Justicia y Verdad (Ef 5, 9) Es Mansedumbre, Humildad y Misericordia (Col 3, 12) Por lo que el mejor exorcismo para echar fuera de nuestra vida al Diablo es “revestirse de Cristo,” poniendo en práctica las Virtudes de Cristo, que son armas de luz, son armadura de Dios (Rm 13, 12) Sin las Virtudes estamos desnudos de la Gracia de Dios y expuestos a que cualquier extraño entre y vacíe nuestra casa y haga de nosotros un caos, un vacío lleno de tinieblas (Gn 1,1)

El camino para adquirir las Virtudes es el camino del Amor. Amar y seguir a Cristo. Como lo dice san Lucas: "Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.» Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles."(Lc 9, 22- 26)

La Cruz de Jesús, su dolor, su sufrimiento y su muerte, es el lugar dónde él se convierte en el Vencedor del mundo, del maligno y de la carne. El Maligno se une a los poderes del mundo: el político, el económico y el religioso para matar a Jesús y lo mataron, pero, Jesús con su Muerte nos trae el perdón de los pecados y resucita para vencer al último  de sus enemigos: la muerte. Resucita para darnos Vida eterna y darnos Espíritu Santo. (Rm 4, 25)

El Demonio no tiene poder sobre el cristiano, bueno, sólo tiene el poder que le damos. Le damos poder cuando nos negamos a convertirnos a Jesús. Cuando permanecemos en el pecado, cuando en vez de revestirnos de las Virtudes nos revistamos con el traje de tinieblas. O cuando permanecemos en una fe cómoda y nos hacemos tibios, recordemos que a los tibios los vomitaré de mi boca (Apoc 3,15) El Camino a seguir es como lo describe san Pablo:

"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual.”(Rm 12, 1) Nuestro sacrificio es aceptar  la Voluntad de Dios y someternos a ella.

 





 

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