SOLAMENTE
UNIDOS A MÍ PODÉIS DAR FRUTO EN ABUNDANCIA.
“La
gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto” Jn 15, 8)
«Yo
soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da
fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced
en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése
da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no
permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi
Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. (Jn 15, 1- 7)
Permaneced
en mí, como yo en vosotros. Lo esencial de este Mensaje es la Comunión con
Cristo. Sin Cristo no hay comunión con Dios. La vida cristiana que viene de la
escucha de la Palabra, echa sus raíces en Dios y crece en la práctica del Bien.
Podemos decir que Cristo es el tronco de donde salen las ramas que son las
actitudes. De las ramas vienen los frutos que son nuestras acciones. Si hay
comunión con Cristo, nuestras actitudes y nuestras acciones son buenas, nuestro
fruto es sabroso, es el amor. El Tronco exige hacer la Opción Fundamental por
Cristo, que consiste en tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
rompiendo la vida mundana, las ataduras de la muerte, romper con el pecado.
¿Cómo podemos estar en comunión con
Cristo? Por la fe en Jesucristo
somos justificados y entramos en comunión con Cristo (Rm 4, 25; 5, 1; Gál 2,
16) Para ser hombres nuevos en Cristo (cf 2 Cor 5, 17) La Fe es un don de Dios,
podemos pedirla. Es luz, es energía y es amor, podemos crecer en ella, y puede
disminuir hasta desaparecer. La fe es entonces, la respuesta que damos a la
Palabra de Dios que pide amar y seguir a Cristo.
Otro
medio para permanecer unidos a Cristo es la Oración. La Oración íntima, cálida y perseverante, no la de labios para
afuera (Is 29, 13) El orante verdadero se hace casa de oración, casa de Dios.
Nuestra oración tiene que ser filial, dirigida, al Padre, en el Hijo por la
acción del Espíritu Santo. Una oración Trinitaria está dirigida al Dios, Uno y
Trino. Oramos porque Cristo oraba y oraba como Hijo de Dios. Y así lo
recomienda al enseñarnos el Padre Nuestro (Mt 6, 9) Oramos porque nuestra lucha
no es contra la carne, sino contra seres espirituales que tienen poder y
dominio sobre este mundo tenebroso (Ef 6, 12) Oramos para invocar el poder de
Dios que nos defienda y proteja para no caer en tentación (cf Mt 26, 41) Oramos
por nuestro crecimiento que sólo puede venir de Dios. Pablo siembra, Apolo
riega, pero es Dios el que hace crecer (cf 1 de Cor 3, 6) Oramos para ser
fieles administradores de la multiforme gracia de Dios (1 de Cor 4, 1) Oramos
para ser Familia de Dios, nuestra oración puede ser personal y puede ser
comunitaria.
Otro
medio para permanecer en la unión con Cristo es la escucha y obediencia de la
Palabra de Dios. Así lo dice Jesús: «No todo el que me diga: "Señor,
Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi
Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí;
apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)
Sin
obediencia a la Palabra, nuestra oración queda estéril y vacía de su contenido:
el amor a Dios y al prójimo. Guardar los mandamientos y la Palabra de Dios es
creer en Jesús y en su Mensaje, en su Misión y en su Servicio. Sin la
obediencia a la Palabra, aunque rece y
encienda velas, todo, queda en vano. “Permanezcan en mi Palabra, y serán mis
discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres, palabras del Señor
Jesús. (Jn 8, 31- 32) Libres del pecado y libres para amar y para servir.
Otro
medio para permanecer en la fe y crecer en el conocimiento del Dios verdadero
(Ef 4, 13) es la Práctica de las “Obras de Misericordia.” La Obras de Caridad.
Sin caridad y sin justicia no nacemos de Dios (1 de Jn 4, 8; 1 de Jn 2, 29)
Dios es amor y todo el que ama tiene a Dios en su corazón. “Cada cual dé según
el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da
con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que
teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda
obra buena. Como está escrito: Repartió a manos llenas; dio a los pobres; su
justicia permanece eternamente. Aquel que provee de simiente al sembrador y de
pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los
frutos de vuestra justicia.” (2 de Cor 9, 7- 9)
Si
queremos estar en comunión con Cristo y por él con Dios, participemos de la
vida sacramental. Los sacramentos de la fe, son signos de la Nueva alianza.
Jesús nos invita a participar de su Banquete: “Vengan y coman todos de mi
cuerpo…, tomen y beban todos de mi cáliz…” La Eucaristía es Presencia real de
Jesucristo. Es la celebración de su muerte y de su resurrección, participemos
de su Sacrificio. Tal como lo hacía la
primitiva comunidad: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la
comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. (Hch 2, 42) La fracción del
Pan es la Eucaristía, centro de la vida comunitaria. Celebramos la Misa para
luego ir a vivir como hijos de Dios, amando y sirviendo a los demás.
Pablo
le dice a su discípulo Timoteo como se ha de vivir en comunión con Jesús: Tú,
pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has
oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean
capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas conmigo, como un
buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los
negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. Y lo mismo el
atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el
labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende
lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo. (2 de Tim
2, 1- 7)
Con
otras palabras podemos decir: Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien
(Rm 12,9) Fortalézcanse con la energía de su poder para que sean fieles a la
gracia de Dios. Enseñen y anuncien el Evangelio a todos para que conozcan la
voluntad de Dios. Para que participen de los sufrimientos de Cristo. Jueguen
limpio como atletas que buscan recibir el premio y sean los primeros en creer,
en vivir y en anunciar lo que han creído.
El
fruto de la comunión con Cristo es el Amor, padre de todas las virtudes. El
Amor es inseparable de la Paz y del Gozo del Señor, de la Fe y de la Esperanza.
“La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Jn 15, 8- 10)
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