LAS PRUEBAS SON ENSEÑANZAS PARA LA VIDA ESPIRITUAL

 


LAS PRUEBAS SON ENSEÑANZAS PARA LA VIDA ESPIRITUAL

Queridos hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. (1Pe 4, 13-14.)

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión. Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.( Snt 1, 1- 4)

Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. (1 de Pe 6. 7)

Las pruebas o crisis espirituales son las señales que estamos siguiendo a Cristo. Son manifestación de nuestro amor hacia él: A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa; ( 1 de Pe 1, 6) Y son a la vez fuente de sabiduría para la vida: Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará. (Snt 1, 5) Las pruebas tienen como sentido darnos la purificación del corazón y darnos en crecimiento en la Gracia de Dios. Sin seguimiento no hay gracia de Dios.

Pablo, testigo de las pruebas por seguir a Cristo nos dice: A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio, antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones, necesidades, angustias; en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces; como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos. (2 de Cor 6, 4- 10)

Para el apóstol Pablo la señal que en las pruebas salimos victoriosos es el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es la señal que pasamos de la muerte a la vida, de la esclavitud a la liberad. (1 de Jn 3, 14; Col 1, 13- 14) Por eso en las pruebas no tomemos decisiones, esperemos la manifestación del Señor. Porque en las pruebas el Señor nos visita para confirmarnos en la fe y para corregirnos si estamos equivocados.

Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. (Eclo 2, 1- 5) La prueba es un momento de gracia, es un momento para ofrecerse a Dios como una hostia santa y agradable a Dios. Es un momento de buscar a Dios y entrar en diálogo amoroso y liberador con Él.

En medio de las pruebas reconocemos nuestras  debilidades y nuestras deficiencias como el caso de Pedro: «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.» (Lc 22, 31- 32) Pedro se creía fuerte y presumía su fidelidad a Cristo. La prueba le muestra lo contrario. Y falló, tres veces  negó a su Maestro y Señor. Pero no perdió la fe porque Cristo había orado por él. La prueba para Pedro fue un don para él y para toda la Iglesia de todos los tiempos. No creerse grandes y fuertes, sino humildes y sencillos, pobres y mansos de corazón (Mt 11, 28- 29) Es la enseñanza de san Pablo:

Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (2 de Cor 12, 7- 10)

La oración en las pruebas han de ser hecha con humildad y apertura: ¿Señor que me quieres enseñar? Con el corazón atento escuchamos que sólo Dios es santo, nosotros somos pecadores y débiles. ¿Señor que quieres que yo haga? Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, os ensalce. Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él se preocupa por vosotros. (1 de Pe 5, 6- 7)

Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos. Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará. (Snt 4, 7- 10)

Por último, si queremos ser vencedores en las pruebas, sigamos el ejemplo de la Madre: “Hágase en mí según tu Palabra (Lc 1, 38) O con las Palabras de Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra” Jn 4, 34) O con las palabras de Pablo: Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. (Rm 12, 1)

Es un verdadero diálogo existencial donde hay apertura y acogida, aceptamos la voluntad de Dios y nos sometemos a ella, este es nuestro culto espiritual que viene del corazón y se hace por amor. La prueba ha sido superada y nos ha dejado una enseñanza para el futuro, si vencemos hoy, también venceremos mañana. Ánimo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp 4, 13)

 

 

 

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