TOMAR
EN SERIO VUESTRO PROCEDER EN ESTA VIDA.
Tomad
en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron, no con
bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el
cordero sin defecto ni mancha. (1Pe 1, 17-19)
Trabajen
con esmero y devoción en vuestra liberación y salvación. Lo que nos pide
escuchar y obedecer la Palabra de Dios que nos lleva a la salvación y a la
perfección cristiana. (2 de Tim 3, 14. 17) La Palabra contiene luz, fuerza y
amor: “Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero. He jurado, y
he de mantenerlo, guardar tus justos juicios.” (Slm 119, 105) El que tiene la
Palabra y la pone en práctica puede distinguir entre lo bueno y la malo, tiene
la fuerza para rechazar el mal y el amor para hacer el bien, y con el bien
vencer el mal (Rm 12, 21)
La
fe verdadera tiene y genera fortaleza y constancia. La fortaleza, hija de la
fe, no aparece de un día para otro, pide esfuerzos, renuncias y sacrificios. LA
CONSTANCIA PIDE PERSEVERANCIA, TENACIDAD Y LUCHA. Hay que negarse a sí mismo,
hay que abrazar la cruz y hay que seguir a Jesús (cf Lc 9, 23) Pide cultivar la
inteligencia, la voluntad y el corazón, tal como lo dice el apóstol Pablo: “Y
no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad
de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.” (Rm 12, 2) Hay que poner en
práctica los ejercicios de la fe: haciendo el bien y rechazando el mal, para ir
adquiriendo una conciencia Moral, arma poderosa de la fe cristiana.
La
fe es unidad de tres: la inteligencia, la voluntad y el corazón, es decir, el
amor. El amor une lo que está dividido, la inteligencia y la voluntad, que
divididas dejan una grieta por donde salen los buenos olores y entran los malos
espíritus, los impuros, paganos y mundanos. La Unidad de las tres es luz para
distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo, es fuerza para rechazar el
mal y amor para hace el bien. Sin conciencia moral no hay lucha, ni hay
victoria, como tampoco hay recompensa. Estamos vendidos al poder del pecado (cf
Rm 7, 14) Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne;
en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto
que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago
lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. Descubro,
pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta. Pues
me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, (Rm 7, 18- 22)
¡Pobre
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean
dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! Así pues, soy yo mismo quien con la
razón sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado. (Rm 7, 24-
25) En la carta a los Gálatas san Pablo nos da la alegre noticia: Para ser
libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir
nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. Porque, hermanos, habéis sido
llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la
carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la
ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. (Gál 5, 1. 13- 14)
Jesús
nos dice el Camino de la libertad: En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El
que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará
para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí
estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12,
24- 26) Pelea contra tu Ego, niégate a ti mismo, para que nazcas de nuevo, me
ames y me sirvas. Sin amor no hay fruto, no hay servicio. Por eso el mismo Juan
nos había dicho: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si
os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis
la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) Surgen dos preguntas: ¿Libres
de qué y libres para qué? Libres del pecado y libres para amar, sólo aman los
que son libres.
Por
eso la primera manifestación que Dios hace a favor de nosotros es la
liberación. Nos libera de la esclavitud de Egipto, de Babilonia y de las
potencias extranjeras, nos libera de nuestros vicios y de nuestros pecados. Para
luego ponernos en camino de éxodo hacia la tierra prometida que hoy es Cristo,
nos llama con su Palabra: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas.” (Mt 11, 28- 29) La segunda manifestación de Dios a nuestro favor es la
Reconciliación, perdona nuestros pecados y nos da Espíritu Santo. Nos hace ser
una Nueva Creación, somos suyos le pertenecemos, somos su Familia (2 de Cor 5,
17) Para luego promovernos, de enemigos nos hace sus hijos, hermanos y servidores,
sus discípulos y apóstoles: Nos envía. Como corderos en medio de lobos (Mt 10,
16) “Trabajen y protéjanse” (Gn 2, 15)
Trabajen en el barbecho de su corazón (Jer 4,
3) Trabajen en su propia liberación, salvación y santificación, y el que no
trabaje que no coma (2 de Ts 3, 11) Póngale corazón a vuestro trabajo, luchen
con las armas de la fe, con la armadura de Dios (Rm 13, 12) Mirad: el que
siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en
abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de
su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.
(2 de Cor 9, 6- 7)
San
Pablo enseña a su hijo en la fe: Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la
gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos
confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. (2
de Tim 2, 1- 2) Dos recomendaciones: mantente firme en la gracia de Dios y comparte
tu enseñanza con otros que puedan a su vez enseñar a otros.
Luego
nos deja tres ejemplos. Como soldados, como atletas, y como campesinos: Soporta
las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica
a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que
le ha alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido
según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho
a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la
inteligencia de todo. (2 de Tim 2, 3- 7) Como soldado no te enredes en la vida
mundana y pagana. Como atleta juego limpio, no mezcles el evangelio con las
ideologías para no ser excluido y como campesino sé el primero en creer, en
vivir y en anunciar lo que crees. Todo lo que se pide es que seamos fieles
servidores de la multi forme gracia de Dios (1 de Cor 4, 1)
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