LA
SABIDURÍA ES UN DON INFUSO QUE DIOS INFUNDE EN LAS POTENCIAS DEL ALMA EN
GRACIA.
La
sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz,
comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia. (St
3, 17-18) No se lleva con el pecado.
La
sabiduría es uno de los dones del Espíritu Santo que descansan sobre el Mesías
de Dios. (Is 11,2) Es un don infuso que Dios infunde en las potencias del alma que
está en gracia de Dios. Viene de Dios y es ante todo pura, inseparable del amor
y de la misericordia. Inseparable de la Verdad por eso, el que la tenga es
honesto, sincero, íntegro y constante; es humilde, manso y pacifico. En el
Antiguo Testamento la sabiduría es impersonal, en el Nuevo Testamento es
personal, tiene rostro, es Jesucristo. El es Imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las
Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para
él, (Col 1,15- 16)
En
las Bienaventuranzas Cristo describe ocho perfiles de su Rostro: Pobre,
sufrido, manso, humilde, limpio, compasivo, justo, pacifico, el reino de Dios
está encarnado en él. Por eso dice de sí mismo: El Espíritu del Señor sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4, 18- 19)
Sabio es el que ama, el que perdona, carga con los más débiles de los demás, el
que hace el bien con amor, verdad y justicia. Inteligente que es hijo de la sabiduría
es el que sabe vivir.
Por
eso pedí y se me concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de
Sabiduría. Y la preferí a cetros y tronos y en nada tuve a la riqueza en
comparación de ella. Ni a la piedra más preciosa la equiparé, porque todo el
oro a su lado es un puñado de arena y barro parece la plata en su presencia. La
amé más que la salud y la hermosura y preferí tenerla a ella más que a la luz,
porque la claridad que de ella nace no conoce noche. Con ella me vinieron a la
vez todos los bienes, y riquezas incalculables en sus manos. Y yo me regocijé
con todos estos bienes porque la Sabiduría los trae, aunque ignoraba que ella
fuese su madre. Con sencillez la aprendí
y sin envidia la comunico; no me guardo ocultas sus riquezas porque es para los
hombres un tesoro inagotable y los que lo adquieren se granjean la amistad de
Dios recomendados por los dones que les trae la instrucción. Concédame Dios
hablar según él quiere y concebir pensamientos dignos de sus dones, porque él
es quien guía a la Sabiduría y quien dirige a los sabios; (Sab 7, 7- 15)
Principio
de la sabiduría y su plenitud es el temor del Señor, fue creada en el seno
materno juntamente con los fieles Entre los hombres puso su nido, fundación
eterna, y con su linaje se mantendrá fielmente. (cf Eclo 1, 14- 15) Las raíces de
la sabiduría son la humildad, la mansedumbre y la misericordia. Cuando entra en
un alma que está en gracia de Dios, llena toda la casa: la inteligencia, la
voluntad y el corazón. El regalo de la sabiduría a este hombre es la “Conciencia
Moral” Que en teología católica se le llama Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Nuestro
Salvador, Maestro y Señor. El mismo que nos amó y se entregó por nosotros (Ef
5, 2) Y que nos dio los dones de sabiduría y entendimiento para que
comprendamos el Plan de Dios (Ef 1, 8) Nos dio Espíritu Santo para que lo
amemos, lo sigamos y lo sirvamos. (Jn 20, 20; Lc 9, 23)
La
sabiduría como don del Espíritu Santo encarna la fe, la fortaleza, la sencillez de corazón, la pureza de vida, la santidad, la ciencia y el amor. Y posee todos los frutos de la fe
(Gál 5, 22- 23) y todas las virtudes humanas y cristianas, a las que perfecciona
y las lleva a su Plenitud, para que Cristo habite en el corazón de los
creyentes: para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis
comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y
la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento,
para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios. (Ef 3, 17- 19)
Tanto
los frutos de la fe, como las virtudes preceden a la sabiduría que viene a perfeccionar
las y llevarlas a la madurez en Cristo (Ef 4, 13) El sabio, entre más sabio es,
más humilde es, y ama más intensamente. Sin caridad y sin humildad, no hay sabiduría.
Por eso el apóstol Pablo nos describe el camino que nos lleva a la sabiduría:
Por
tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues
somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el
sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya
no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda
hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el
que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera,
gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre
vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo. (Ef 4, 25- 32)
En
otras palabras: Guarden los Mandamientos de la Ley de Dios. Especialmente el
del Amor (Jn 13, 34)
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