EL QUE ME AMA ESCUCHA MI PALABRA Y LA OBEDECE.

 


EL QUE ME AMA ESCUCHA MI PALABRA Y LA OBEDECE.

El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios.» (Jn 8, 47)

El que ama a Dios le pertenece a él, porque ama su Palabra, la escucha y la obedece.   Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» (Jn 8, 31- 32) Libres del pecado y de la esclavitud espiritual. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Gál 5, 1) Nos saca de la sepultura y nos lleva a nuestro suelo (Ez 37, 12) Perdona nuestros pecados y nos reconcilia con Dios y con los hombres, llamados a ser nuestros hermanos. (Ef 2, 14) Al reconciliarnos hace Alianza con él y con los demás. Ahora somos una Nueva Creación, una nueva Familia: somos propiedad de Dios y de los demás, y nos pertenecemos unos a los otros. Las leyes de la Alianza son la pertenencia, el amor y el servicio a Dios y a los hombres.

El Testimonio de Jesús: Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.» (Jn 14, 28- 31)

Por amor guardamos sus mandamientos para que él se manifieste en nuestra vida. (Jn 14, 21) Nos libera, nos salva y nos santifica. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.” (Jn 14, 23- 24) Lo amamos porque él está con nosotros y porque “ha derramado su amor en nuestro corazón juntamente con el Espíritu Santo que él nos ha dado” (Rm 5, 5) Por amor hacemos de su voluntad la delicia de nuestra vida (cf Jn 4, 34) Aceptamos su voluntad y nos sometemos a ella: Nuestra santificación y que su Reino de paz, justicia, verdad y caridad esté con nosotros. (Mt 6)

Por amor renunciamos al pecado y hacemos la “Opción Fundamental por Cristo,” unida al dar la espalda al mundo. Con la firme determinación de seguir a Cristo rompemos con los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero (1 de Ts 1, 9) Tal como lo dice el apóstol Pablo: “Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.” (2 de Tim 2, 22) Nada de que presumir, todo es gracia de Dios: Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.(Ef 2, 4- 9)

Y ahora por la fe y el amor (Gál 5, 6) Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. 13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.(1 de Cor 12- 13) Amor con obras y no con palabras. Los frutos del amor son: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. (Gál 5, 22- 23) Pero, recordando siempre que en el amor, Dios toma la iniciativa: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (1 de Jn 4, 10)

Y el que dice que ama a Dios que ame también a su prójimo: Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. (1 de Jn 4, 20- 21) En el evangelio de Lucas confirma lo anterior: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.(Lc 6. 27- 28)

La señal que hemos pasado de la muerte a la vida es el amor: Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. (1 de Jn 4,7- 8)

Amar como Cristo amó a su Iglesia, hasta el extremo, hasta el dolor, hasta el sufrimiento, hasta la muerte (Jn 13, 1; Flp 2, 8) Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. (Jn 13, 34)

 

 

 

 

 

 

 

 

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