LA PALABRA QUE OS DIRIGIMOS NO FUE PRIMERO SÍ Y LUEGO NO.

 


LA PALABRA QUE OS DIRIGIMOS NO FUE PRIMERO SÍ Y LUEGO NO.


¡Dios me es testigo! Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu. (2 de Cor. 1,18-22)

¿Qué sucede cuando mezclamos el sí con el no? ¿Cuándo mezclamos el bien con el mal? ¿Cuándo mezclamos la luz con las tinieblas? ¿Cuándo mezclamos lo frío con lo caliente? Escuchemos la Escritura decirnos: Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 15- 16) Existen dos caminos el angosto y el ancho, nos inventamos un tercero,  sería el camino de la tibieza. Seriamos expulsados o rechazados como lo dice el mismo Jesucristo: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"(Mt 7, 21- 23)

Dos textos de san Pablo nos lo confirman: Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción. (1 de Cor 15, 50) Y el otro: Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais.(Gál 5, 16- 17) La carne es un estilo de vida mundano y pagano, en cambio la espiritualidad cristiana es una vida conducida por el Espíritu Santo. Una vida sin mezclas, “Con migo o contra mí, el que no junta desparrama, dice Jesús (Mt 12, 30)

La sangre y la carne no heredan el Reino de Dios. A este entramos por la fe y la conversión (Mt 4, 17; Mc 1, 15) y no por lazos de familia: Jesús respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»  (Lc 8, 21) Por eso para Pablo la importancia de escuchar y obedecer la Palabra de Dios: Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio (Flp 1, 27)

¿Qué dice el Evangelio a los discípulos? En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.» (Mt 5,13-18)

¿Para qué sirve la sal? Sirve para darle sabor a la comida. Sirve para impedir que el alimento se pierda y sirve para darle sentido a la vida. Si la sal se pierde que se le tire a la calle y sea pisada, pierde su sentido, se pierde la comida y se pierde la vida. ¿Qué queda? Aparece entonces el vacío de la vida que nos trae la frustración, la agresividad, el aburrimiento, el aislamiento y la pérdida del sentido de la vida. Para que no se pierda vivamos el Evangelio que nos lleva a vivir en Comunión, en Participación y en Misión. Vivir con otros, vivir para otros y vivir de otros, Nadie se realiza solo, necesitamos de los demás y ellos necesitan de nosotros.

¿Para qué sirve la luz? Con la luz podemos ver, conocer y admirar. Podemos saber de dónde venimos, para qué estamos aquí y para dónde vamos.  Tu palabra es antorcha para mis pasos, luz para mi sendero.(Slm 119, 105) «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8, 12) La luz nos ayuda a discernir entre lo bueno y lo malo. N perite ver las tinieblas que llevamos dentro en el corazón.

No metamos los dones de Dios debajo del tapete, eso sería, descuido, abandono y hasta rechazo. Los dones son para “extender la mano” y compartirlos con los demás. Crecen con el uso de su ejercicio. Escuchemos a Pablo decirnos: Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena. (2 de Cor 9, 6- 8)

Los dones de Dios son para todos, para edificar la Iglesia, en justicia y en santidad (Ef 4, 24) En verdad, en bondad y en libertad (Ef 5, 9) Evitemos y desechemos de nuestro corazón toda malicia, mentira, envidia, hipocresía y maledicencia (1 de Pe 2, 1) Y con alegría reconozcamos los dones que Dios derrama en nuestras comunidades. “Con sencillez la aprendí y sin envidia la comunico; no me guardo ocultas sus riquezas, porque es para los hombres un tesoro inagotable y los que lo adquieren se granjean la amistad de Dios recomendados por los dones que les trae la instrucción.” (Sab 7, 13- 14)

Nadie da lo que no tiene y todo hombre vive para servir, el que no sirve, no sirve para vivir. ¿Cómo es nuestro servicio a los demás? ¿Cómo es nuestro vocabulario en el servicio? Existen dos grupos: uno es de tinieblas y el otro es de luz. En el grupo de la luz se habla la “glosalalia” las lenguas de Dios: Reconcilian y hacen unidad, animan y motivan, consuelas y liberan, enseñan, salvan y corrigen. Mientras que las lenguas del Malo son: Dividen y engañan, son negativas y pesimistas, manipulan y oprimen aplastan y matan. Que nuestras lenguas sean amables, limpias y veraces. En cambio, san Pablo nos recomienda: “No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.”(Ef 4, 30- 32)

Lo anterior es posible si tomamos en serio a Cristo, tomando la firme determinación de seguir a Jesucristo, y a la misma vez, damos la espalda al mundo. Para ir adquiriendo los mismos sentimientos, pensamientos, criterios, intereses y luchas del mismo Jesús (Flp 2, 5).

 

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