HAGAN ESTO EN-CONMEMORACIÓN MÍA, DICE JESÚS A TODOS SUS DISCÍPULOS.

 


HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA, DICE JESÚS A TODOS SUS DISCÍPULOS.  


Yo recibí del Señor lo que, a mi vez, os he trasmitido: que Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de pronunciar la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Cada vez que la bebáis hacedlo en memoria mía.»  (1Co 11, 23-25)

Jesús es el Amor entregado a los hombres. El Padre entregó a su Hijo (Jn 3, 16)  Jesús se entregó a sí mismo (Jn 10, 18; Gál 2, 19; Rf 5, 2. 25) Uno de sus discípulos y los demás lo abandonaron (Jn 13, 30) La chusma entregó a Jesús a los Sumos sacerdotes. Ellos lo entregaron a Herodes que a su vez lo entregó a los Sumos sacerotes yal pueblo para entregárselo a los romanos. Todos entregaron a a Jesús, Jesús murió por todos, todos mataron a Jesus. Él murió por nuestros pecados, nuestros pecados mataron a Jesús, por eso Pedro dice a la multitud: “Ustedes mataron a Jesús por medio de gente malvada” (Hch 2, 23)

Haced esto en memoria mía. ¿Qué es lo que nos manda hacer? Que realicemos el mismo gesto que él ha hecho: Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. (Lc 24, 30- 31) Partir el pan es inmolarse en la presencia de Dios. Es entregarse, es sacrificarse en la presencia de Dios en favor de toda la humanidad. Es darse y es entregarse en favor de todos los hombres.

Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. (Mt 26, 26- 28) En Lucas 22, 19 nos dice: “haced esto en recuerdo mío”.

El primer nombre para la Misa fue la Fracción del pan” (Lc 24, 30) Después se le llamó “Eucarestes,  acción de gracias” (Hch 2, 42) y luego en latín la Misa. La Eucaristía es un banquete de bodas, es una fiesta, celebramos la muerte y la resurrección de Cristo que se nos da COMO ALIMENTO Y COMO BEBIDA. Para participar de la fiesta hay que traer el traje de bodas, regalo del Novio para sus invitados: Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." (Mt 22, 10- 13) El traje de bodas consiste en tener una fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta, (1 de Tim 1, 5) es decir, tener la Gracia de Dios en una conciencia limpia. Para no escuchar las palabras del Señor: “Apártense de mi los que obran el mal” (Mt 7, 23)

La Eucaristía es la riqueza de la Iglesia, Cristo Jesús. Quien la recibe dignamente entra en comunión con Cristo y con los todos los miembros del Cuerpo de Cristo. Es fuente y culmen de toda acción y de todo apostolado. Al recibir la Eucaristía entramos en la presencia de Dios; entramos en comunión con Cristo para formar con todos los miembros de su Cuerpo la Comunidad fraterna, solidaria y servicial. Quien comulga con dignidad conlleva la preocupación  mutua, la reconciliación continua y un compartir permanente. Posee los mismos sentimientos de Cristo Jesús. (Flp 2, 5) Ama y abraza la Comunidad de Cristo en la que todos son iguales en dignidad, todos son hijos de Dios, todos son hermanos y servidores de los otros.

Ha salido de un “yo” enfermizo para entrar en un saludable “nosotros” de un “Mío” a un “nuestro” porque se sabe miembro vivo de la Comunidad fraterna, solidaria y servicial. A la que ama y defiende con su vida y con su testimonio: “Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad.” (Heb 12, 15) Que nadie os engañe y que nadie los confunda con la malicia, la mentira y la envidia son raíces amargas que enferman la comunidad (1 de Pe 2, 1) Recordemos las palabras de Jesús: La verdad os hará libres (Jn 8, 32)

No podemos comulgar indignamente, es decir, sin el traje de bodas. Si hemos caído en la desgracia de perder la fe porque hemos apagado la vela, hemos perdido la gracia. Vayamos a Cristo, reconociendo que hemos pecado y  con un corazón arrepentido pidamos le perdón por nuestros pecados. El mismo Jesús nos invita a ir a él para que recibamos el perdón de nuestros pecados, encienda su luz y su fuego en nuestro corazón y nos revista con el traje de bodas (Mt 11, 28- 30; Lc 12, 49; Jn 8, 12) Para que participemos del Equipo de Jesús, y seamos de su Fraternidad para que él nos alimente y sacie nuestra hambre de amor, de justicia, de solidaridad, de libertad y de santidad. (Cf Mt 25, 35- 40) Él mismo Cristo es nuestro Alimento y es nuestra Bebida, es nuestra Vida. Y hagamos con los demás lo mismo que él hace en nuestro favor. Demos le de comer al hambriento y de beber al sediento.

El que cree en Jesús puede extender su mano para amar, servir y compartir: Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su mano. (Mc 3, 1- 5) Ahora puede extender su mano, puede compartir su vida con los demás, ha entrado en comunión con Jesús. Puede partir el pan con los demás.

 

 

 

 

 



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