LA
FE ES UN DON DE DIOS Y ES A LA VEZ UNA CONQUISTA
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Él, Jesucristo, vino por el agua y por la sangre; no con el agua solamente,
sino con el agua y con la sangre. (1Jn 5, 5-6ª)
La
fe es un don de Dios y es a la vez una respuesta. Es don y lucha, don y tarea,
don y conquista. ¿Contra quién luchamos? Se lucha contra el pecado y sus
aliados, el mundo el maligno y la carne. Se habla de la lucha entre el bien y
el mal. Entre el Amor contra el Ego. Entre las virtudes contra los vicios. ¿Quién
ganará? Aquel al que nosotros alimentemos mejor, al que le demos de comer. ¿Para
qué luchar? Para vencer, para recibir la corona, para no ser mediocres ni
superficiales. Una fe cómoda está vencida, por eso el apóstol Pablo recomienda:
Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad
de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.(Rm 12, 2) Dejarse transformar en la
mente tiene como sentido: Tomar la firme determinación de seguir a Cristo.
Para
poder comprender cuál es la voluntad de Dios y ponerla en práctica: Nuestra
liberación, y nuestra salvación: “Renovaos en la mente y en el espíritu y
vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y
santidad verdaderas” (Ef 4, 23-24.) Para vestirse de la nueva condición humana,
hay que primero, desvestirse del hombre viejo (Ef 4, 23) Hay que despojarse del
traje de tinieblas para vestirse de Luz (Rm 13,12) A esto se le llama
conversión.
La conversión cristiana es una lucha
entre las tinieblas y la luz,
entre el pecado y la gracia. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas
ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz
consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada al
Señor, y no participéis en las obras infructuosa /Ef 5, 8- 11) A Dios le agrada
que amemos con sinceridad y que seamos íntegros y leales: “Vuestra caridad sea
sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien” (Rm 12, 9) Por la fe
entramos en comunión con Dios que es Amor, Verdad y Vida (Jn 14, 6) Fe que
entra en nuestro corazón por la escucha de la Palabra (Rm 10, 17) Empieza la
lucha entre el bien y el mal, la soberbia contra la humildad, la mentira contra
la verdad, la agresividad contra la mansedumbre.
Pablo nos recomienda prepararnos para
luchar: Por lo demás, fortaleceos
en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para
poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra
la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades,
contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal
que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
(Ef 6, 10- 13)
Jesús mismo nos advierte: Estén preparados, en lucha y con las lámparas
encendidas (Lc 12, 35) Y Pedro nos dice: “Sed sobrios y velad. Vuestro
adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle
firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan
los mismos sufrimientos.” (1 de Pe 5, 8- 9)
Estemos preparados contra cinco demonios: La malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la
maledicencia (1 de Pe 2, 1) “Huyan de las pasiones de su juventud” (2 de Tim 2,
22) ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su
cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.( 1 de Cor 6, 18) La
malicia encierra muchos vicios, entre ellos la soberbia, la lujuria, la
avaricia, entre otros más. Por eso Pedro nos advierte: “Por medio de las cuales
nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas
os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que
hay en el mundo por la concupiscencia.” (2 de Pe 1, 3-4)
El apóstol Juan nos amonesta al decirnos: No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que
hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos
y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y
sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para
siempre.(1 de Jn 2, 15- 17)
Estén
preparados, revístanse con la armadura de Dios: “Por eso, tomad las armas de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes. ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y
revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el
Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis
apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo
de la salvación y la la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre
en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos.” (Ef 6, 13- 18)
Las armas de Dios son poderosas, todas son hijas de la fe, de la esperanza y del amor.
(1 de Ts 5, 8) Unidas a la Oración cristiana y a la obediencia de la fe y su
comunidad de virtudes nos revisten de Jesucristo (Rm 13, 14) Somos guerreros,
luchadores contra el Maligno y sus demonios. El más grande de nuestros enemigos
lo tenemos dentro, es la carne que se interpreta como una vida pagana, mundana
vida de pecado. Contra la carne está el Espíritu Santo: Por mi parte os digo:
Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la
carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu
contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no
hacéis lo que quisierais. Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis
bajo la ley. (Gál 5, 16- 18)
Las obras de la carne son: Ahora bien, las obras de la carne son conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia,
celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías
y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que
quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. (Gál5,19- 21)
Los frutos del Espíritu son, entre
otros: En cambio el fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús,
han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu. (Gál 5, 22- 25)
Renovaos en la mente y en el espíritu y vestíos de la nueva condición humana,
creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. Ef 4, 23-24
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