USTEDES NO ME ELIGIERON A MI HE
SIDO YO QUIEN LOS ELIGIÓ A USTEDES.
Iluminación: Trabajad por conseguir
no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece y da vida eterna.
Aleluya
Después de la multiplicación de los
panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron
caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud, que estaba en la otra
orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una sola barca y de
que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían
partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la
multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a
Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
"Maestro, ¿cuándo llegaste acá?" Jesús les contestó: "Yo les
aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber
comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se
acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo
del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello". Ellos
le dijeron: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?"
Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien
él ha enviado". (Jn 6, 22-29)
La gente busca a Jesús, pero no lo busca
por lo que él da, sino por lo que él tiene. "Maestro, ¿cuándo llegaste
acá?" Jesús les contestó: "Yo les aseguro que ustedes no me andan
buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta
saciarse. Me buscan para que les haga milagros. Trabajen por el otro alimento,
el que les da vida eterna, y que soy yo quien se les puede dar. El gentío le
pregunta: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?"
Respondió Jesús: "La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien
él ha enviado". Esta es la obra del Espíritu Santo hacer que el mundo crea
en Jesús, para que creyendo se salve. “Y este es su mandamiento: que creamos en
el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo
mandó.” (1 de Jn 3, 23)
Creer en la presencia real de Jesucristo,
presente en su Pan y presente en su Palabra: “Yo soy el pan de la vida. Vuestros
padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del
cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es
mi carne por la vida del mundo.» (Jn 6, 48- 51)
Discutían entre sí los judíos y
decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Jn 6, 52) Nosotros no
somos caníbales. Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este
lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” (Jn 6, 60) Desde entonces muchos de sus
discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. (Jn 6, 66) Tanto, su
Palabra es comida y es bebida, como, su carne, es también comida y bebida, pero
no son dos comidas ni son dos bebidas, son una sola comida y una sola bebida: “Cristo
Jesús”. Creer en Jesús es aceptar la voluntad de Dios, es comérselo y bebérselo
para tener vida eterna (cf Jn 6, 40) Comernos su carne crucificada, resucitada
y glorificada.
“Pues con el corazón creemos para
obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para
alcanzar la salvación.”(Rm 10, 10) Por la fe en Jesucristo obtenemos la
justificación: el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo. (cf Rm 5,
1) Nos sumergimos en la “Vida Eterna.” Nos hacemos hijos de Dios, y si, hijos
también herederos con Cristo de Dios. Dios es nuestra herencia (Rm 8, 17)
Ahora Jesús les dice a sus
apóstoles para si quieren también pueden irse, él no manipula, no engaña, todo
es en libertad: Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis
marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios.» (Jn 6, 67- 69)
Pedro en nombre de los Doce y en
nombre de toda la Iglesia, tiene una respuesta: Volver a la casa de la suegra, vieja
y enferma. Volver a las redes, viejas y remendadas. Volver a la sinagoga, de la
cual nos han corrido. ¿Dónde vamos a ir? Nosotros hemos creído que Tú eres el
santo de Dios y que tus palabras son palabras de Vida eterna. Nos quedamos
contigo. Jesús les responde:«¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno
de vosotros es un diablo.» (Jn 6, 70).
Y, ¿yo porqué sigo a Jesús? Esa
pregunta me la hice hace muchos años, antes de entrar al Seminario. Fue un
encuentro con la Palabra de Dios al leer este evangelio de Juan. La Palabra
ilumina y aguijonea, cuestiona y responde. Yo no te pido nada, le dije a Jesús,
y él me respondió, me has pedido una esposa, es cierto se me había olvidado. “Si
te niego lo que me pides, puedes irte” ¿Adónde iría? Volver a los terrenos del
Hombre viejo. A trabajar de día y parrandear de noche, con un corazón vacío. No
Señor, fue mi respuesta: Tú tienes palabras de Vida eterna y yo he probado lo
bueno que tú eres, me quedo contigo. El diálogo continuo, vino a mi mente como
una luz, recordándome que el párroco le pedía a la gente oración para que yo entrara al Seminario. Yo había dicho que la lengua se le haga chicharrón.
Ahora era con Jesús, y le dije:
Señor si eres Tú el que me lo pide, hágase en mí según tu voluntad, lo acepto.
Y lo acepto por amor, por agradecimiento por lo que has hecho conmigo, me has
liberado, me has perdonado, me has salvado y me has dado Espíritu Santo, estaba
viviendo mi luna de miel con Jesús. Creo que la respuesta de Jesús fue: “Eres
elegido por Mí” Y comencé a buscar el Seminario, siete años después de buscarlo
lo encontré. Mientras tanto: Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño,
hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños recién nacidos,
desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la
salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos a él,
piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también
vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio
espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales,
aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. ( 1 de Pe 2, 1- 5)
En medio de muchas fragilidades y
debilidades, por la Gracia de Dios, he permanecido en el Camino, y puedo decir
con Pablo: Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas
revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me
abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que
se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se
muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome
sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso
me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las
persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil,
entonces es cuando soy fuerte. (2 de Cor 12, 7- 10)
Y AQUÍ SEGUIMOS PATEANDO LA CUBETA, POR LA GRACIA DE DIOS.
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