SI UN POBRE VIENE A TI Y TIENES ALGO
CONTIGO NO LO MANDES CON LAS MANOS VACÍAS.
No niegues un favor a quien debido,
si en tu mano esta hacérselo. No digas a tú prójimo: “Ve y vuelve mañana te
daré.” Si tienes algo contigo no lo mandes con las manos vacías. ( Prov. 3, 27-
28)
"Por lo demás, sabemos que en
todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que
han sido llamados según su designio." (Rm 8, 28) Si alguien viene a ti con
una necesidad, es Dios quien te lo pone en tus manos para que le ayudes. Dios
pone su confianza en su amigo. Eres un regalo del Señor para un necesitado,
débil o pobre. Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con
mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia. Cada
cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios
ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a
fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante
para toda obra buena. (2 de Cor 9, 6- 8)
Recordemos la regla de oro: «Por
tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros
a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (Mt 7, 12) ¿Quieres recibir
bendiciones? Bendice. ¿Quieres que te amen y te ayuden? Ama y ayuda. ¿Quieres que
te perdonen? Perdona. El cristiano, el hombre de Dios está siempre disponible
para extender la mano para compartir con los demás sus bienes materiales o
espirituales. Sabe y conoce la generosidad de nuestro Señor que siendo rico se
hizo pobre para enriquecernos con su Pobreza (2 de Cor 8, 9) Todos sabemos de
una promesa de Dios a los hombres:
Entonces dirá el Rey a los de su
derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino
preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me
disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel, y vinisteis a verme." (Mt 25, 34- 36) Las obras de la
misericordia, son dones de Dios para compartirlos, no para ponerlos debajo del
tapete, sino, para sacarlos fuera y compartir con los necesitados. Así lo dijo
el apóstol san Pablo a su hijo Timoteo: “El fin de este mandato es la caridad
que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera.
Algunos, desviados de esta línea de conducta, han venido a caer en una vana
palabrería; pretenden ser maestros de la Ley sin entender lo que dicen ni lo
que tan rotundamente afirman.” (1 de Tim 1, 5- 7)
Hablan y dicen con palabras que
parecen sabias, pero realmente están vacías de contenido, de amor. No des al
hombre un pescado, enséñale a pescar. A los ancianos, a los niños, a los enfermos,
a los que tienen hambre, no se les puede enseñar, sino amar. A quien se le
puede enseñar a pescar, recuerda que hay que ayudarle a conseguir su equipo
para que pueda irse de pesca, y luego, ayudarle a conseguir un lugar para que
pueda pescar, porque no en cualquier lugar puede ir a trabajar. Mientras tanto,
ES URGENTE ayudarle a comprar sus
medicamentos o a comprarle su comida.
Como está escrito: Repartió a manos
llenas; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente. Aquel que provee
de simiente al sembrador y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará
vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia. (1 de Tim 1, 9-
10) Dios es generoso y misericordioso, él quiere que recordemos que todo don
perfecto viene de la alto, y es para nuestra propia realización y para los
demás, extiende tu mano y comparte, aprendamos de su compasión, de su
misericordia y de su bondad (cf Lc 6, 36) Porque el que ve a su hermano pasar
necesidades y no lo ayuda, no posee el amor de Dios en su corazón. (1 de Jn 4,
8)
A Dios nadie le ha visto nunca. Si
nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en
nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en
nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.(1 de Jn 4, 12- 13) El Espíritu es
el Amor de Dios derramado en nuestros corazones (Rom 5, 5) Para que amemos a
Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Todo el que permanece en él, no peca.
Todo el que peca, no le ha visto ni conocido.(1 de Jn 3, 6) San Pablo nos dice
lo mismo que san Juan al decirnos: “En efecto, lo de: No adulterarás, no
matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en
esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al
prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.” (Rom 13, 9- 10)
La verdad que todo hombre debe de
saber es que fuimos creados por amor y para amar: "por cuanto nos ha
elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en
su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, "(Ef 1, 4-
5) Si somos hijos de Dios, creados a imagen y semejanza de él, y Dios es Amor, nosotros
también somos amor. Como hijos de Dios somos coherederos con Cristo de Dios.
Dios es nuestra herencia (Rom 8, 17) Todo el que está en Cristo, está en la Luz, y los hijos de la Luz son la bondad, la
verdad y la justicia (Ef 5, 9) Revestirse de Jesucristo es revestirse de amor,
de justicia y santidad.
El amor es el padre de todas las virtudes. La fe, la esperanza y
la caridad son indivisibles. Donde hay caridad hay fe y hay esperanza, la fe
llegada a su madurez es caridad, (Gál 5, 6) y por la caridad se llega a la
perfección cristiana.(2 de Tim 3, 17)
Escuchemos la Palabra para que
podamos entender lo que hace la caridad en nosotros: “amándoos cordialmente los
unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia;
con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza;
constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os
persiguen, no maldigáis.” (Rom 12, 10- 14)
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