LA OBRA REDENTORA DE JESÚS SIGUE SU
CAMINO EN Y POR MEDIO DE LA IGLESIA.
Iluminación: “Para mí la vida es
Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo.” (Flp 1,
21)
“Cristo, después de haberse
ofrecido una sola vez para quitar los pecados de las multitudes, aparecerá por
segunda vez, sin relación ya con el pecado, para dar la salvación a los que lo
esperan.” (Hb 9, 28) Jesús habla de dos venidas, la primera histórica vino en
la humildad de su carne: “La Palabra se hizo hombre y puso su morada entre
nosotros” (Jn 1, 14) Vino a realizar la Obra de su Padre (Jn 4, 34) La
salvación de los hombres. Padeció, sufrió y murió, tal como lo dice el apóstol
san Pablo: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."(Flp 2,
6-8)
Escuchemos tres textos, uno de
Isaías, otro de Pedro y otro de Pablo: “El Señor me abrió el oído; yo no me
resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las
mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni
salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí
el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.” (Is 50, 5-7)
«Israelitas, escuchad estas
palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con
milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como
vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio
y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por
mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores
del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; (Hch 2, 22- 24) “Fue
constituido Cristo y Señor.” (Hch 2, 36)
"Por lo cual Dios le exaltó y
le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda
lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre."(Flp
2, 9- 11)
Jesús habló de una segunda venida,
la escatológica, viene en el esplendor de su gloria: "Venid, benditos de
mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me
vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
(Mt 25, 34- 36) Viene a dar su recompensa, según las obras que se hayan
realizado. Viene a compartir su herencia que es Dios mismo (Rm 8, 17- 18)
Entre las dos venidas, la primera y
la segunda, la Iglesia reconoce una venida intermedia que es atestiguada por la
Sagrada Escritura: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi
voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo."(Apoc 3, 20) “que Cristo habite por la fe en vuestros corazones,
para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los
santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer
el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando
hasta la total Plenitud de Dios.” (Ef 3, 17- 19)
“El que tiene mis mandamientos y
los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo
le amaré y me manifestaré a él. Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué
pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le
respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él.” (Jn 14, 21- 23).
Cuando Jesús, resucitado, es el
Buen Pastor que nos busca e irrumpe en nuestra vida para hacer en nosotros su
Obra redentora y salvadora. Viene como Luz para iluminar nuestras tinieblas y
podamos reconocer que somos pecadores. Y nos convertirnos en candidatos para
que se manifieste en nuestra vida su Poder redentor. Viene con Poder para
levantarnos del pecado, para que vayamos al encuentro con él. Viene como Amor
que lo derrama en nuestro corazón para que lo amemos y nos amemos unos a los
otros. (Jn 16, 8; Mt 11, 28- 30; Jn 13, 34; Rm 5, 5) Y lleguemos a ser como él,
sus discípulos (Jn 13, 13)
“Sed bondadosos y compasivos unos
con otros, y perdonaos mutuamente como también Dios os ha perdonado en Cristo.
Sed en una palabra, imitadores de Dios, como hijos amados que sois. Y vivid en
el amor a ejemplo de Cristo, que os amó y se entregó por nosotros a Dios como
oblación de suave fragancia.” (Ef 4, 32—5, 2)
¿Cómo vivió Jesús, el Cristo? Vivió
amando hasta el extremo (Jn 13, 1) “Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea,
comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús
de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo
el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con
él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y
en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le
resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.” (Hch 10,
37ss)
El Espíritu del Señor sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el
volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos
estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de
oír, se ha cumplido hoy.» (Lc 4, 18- 21)
Jesús comparte su Espíritu con la
Iglesia para que seamos continuadores de su Obra: "Dicho esto, les mostró
las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les
dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os
envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.»" (Jn 20, 20- 23)
El mismo Espíritu Santo que estaba
y actuaba en Jesus está ahora en la Iglesia y en cada uno de los miembros del
Cuerpo de Cristo. Seamos dóciles al divino Espíritu.
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