EL SEÑOR ME FORMÓ DESDE EL SENO
MATERNO PARA SER SU PROFETA
Iluminación: Derramaré sobre la
casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de
oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el
hijo único y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto
de Jerusalén. (Za 12, 10-11ª)
Escúchenme, islas; pueblos lejanos,
atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba
yo en el seno materno, él pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada
filosa, me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me
guardó en su aljaba y me dijo: "Tú eres mi siervo, Israel; en ti
manifestaré mi gloria". Entonces yo pensé: "En vano me he cansado, inútilmente
he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi
recompensa la tenía mi Dios".
Ahora habla el Señor, el que me
formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob
volviera a él y congregar a Israel en torno suyo
–tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza–. Ahora, pues, dice el
Señor: "Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de
Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las
naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la
tierra". (Is 49, 1-6)
El profeta es un hombre elegido por
Dios desde la eternidad (cf Ef 1, 4) Es un hombre de Dios a su servicio. Habla
sus palabras antes que sucedan. Habla las palabras que ha recibido de Dios, su
Mensaje no le pertenece, es de Aquel que lo envía. Los profetas de Israel eran llamados
“perros” porque ladraban, eran atalayas, anunciaban y denunciaban las
injusticias y anunciaban los caminos de Dios, lo que el Señor quería que se
hiciera. Su menaje era relativo, si anunciaban un castigo, pero, el pueblo se
arrepentía, no había castigo. Si anunciaban una lluvia de bendiciones, pero, el
pueblo se desviaba, no había lluvia de bendiciones. El destino de los profetas
de Dios era ser rechazados, despreciados o apedreados, o, llevados hasta la
muerte.
El profeta nace y se hace. Es hijo
de un pueblo, de una cultura y de una comunidad. El profeta existe porque
existe un pueblo, y este, pueblo, existe porque existe la Humanidad, a la que
debe servir. ¡¡¡Qué no seas perros mudos!!! Qué seamos voz de los que no pueden
hablar, de los que no tienen voz.
Entonces me fue dirigida la palabra
de Yahveh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te
conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones
te constituí. Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy
un muchacho.» Y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera
que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que
contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh -. Entonces alargó Yahveh su
mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu
boca. Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para
extirpar y destruir, para peder y derrocar, para reconstruir y plantar. (Jer 1,
4- 10)
El profeta es hijo de sus padres,
recibe de ellos una herencia, los genes heredados, gestos, gustos, manera de
trabajar, de vivir, de caminar. Pero, a la misma vez es hijo de la Comunidad,
que recibe formación, educación e instrucción, aprende a orar, a leer, escuchar
y a obedecer la Palabra, como también aprende a servir a la Comunidad a la que pertenece.
El profeta nace y se forma como lo que debe ser, un servidor de los demás. En
el pueblo de Israel existían diversos profetas: los que trabajaban al servicio
de rey, otros al servicio del templo, otros al servicio de los ricos y
poderosos, y otros más que eran laicos,
al servicio de Dios. Había falsos y verdaderos profetas. Como Samuel, Natán, Elías,
Eliseo, Isaías, Jeremías, Amós, y otros más. Entre los falsos profetas había agoreros,
hechiceros, nigromantes, brujos y adivinos (Dt 18, 9ss) Como hoy día, existen
los profetas de Cristo, los profetas del Mundo y los profetas del Diablo.
En la Iglesia, todo bautizado
profeta, existe para proclamar las maravillas de Dios (1 de Pe 2, 9) Existen
para denunciar las injusticias y las obras malas que se hace contra la
Humanidad, contra la Familia, contra el hombre. Y existen para anunciar los
caminos de liberación que llevan a la
armonía interior y exterior, al Bien común. El profeta de Dios no habla por
cuenta propia, en ese hay maldad. Sus palabras no dividen, no confunden, no
manipulan, no aplastan, no meten miedo y no matan. Sus palabras animan, exhortan
reconcilian, consuelan, liberan, enseñan, salvan y corrigen, son palabras de
Dios. Las palabras que hacen lo contrario son del Diablo, es decir, son para
hacer el mal.
El profeta existe porque existe la
Iglesia, y la Iglesia existe porque existe la humanidad. A sus profetas Jesús
les dice: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con
qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y
pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse
una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y
la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos
los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos.(Mt 5, 13- 16)
El profeta de Cristo no va por
cuenta propia, es enviado por Cristo y por la Iglesia: "Jesús se acercó a
ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19.Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que
yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo.»"(Mt 28, 18-20) Y les dijo: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se
salvará; el que no crea, se condenará.(Mc 16, 15- 16) “Vayan anuncien,
prediquen, proclamen el Reino de Dios” “Enseñen todo lo que yo les he enseñado:
mis mandamientos, mi palabra, mis bienaventuranzas, mis virtudes (Jn 14, 21.14;
Mt 5, 3)
Enseñen a los hombres el arte de
vivir, el arte de amar. el arte de servir, el arte de compartir y el arte de
donarse y entregarse como yo lo he hecho (Jn 13, 13, 13, 34, Mt 20, 28) ¿Cómo
vivió Jesús? “cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con
poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el
Diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10, 38) Jesús nos trajo la fe, la
esperanza y la caridad.
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