USTEDES
SON DONES DE CRISTO A LA COMUNIDAD.
"«Vosotros
sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un
monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille
así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."(Mt 5, 14- 16)
Somos
Luz si estamos en comunión con Cristo, luz del mundo. Sin Cristo estamos en tinieblas,
así lo dijo el Apóstol Pablo: "Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas;
mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la
luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada
al Señor,"(Ef 5, 8- 9) Sólo a la Luz de Cristo podemos discernir lo
que viene y le agrada a Dios y lo que viene del Maligno. “Sin fe nada ni nadie
le agrada a Dios (cf Heb 11, 6) La fe nos aporta la Luz, el Poder y el Amor.
Tal como lo ha dicho Cristo: "Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo
mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la
vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque
separados de mí no podéis hacer nada."(Jn 15, 4- 5)
Los
dones de Dios no son para esconderlos, para taparlos por miedo o por vergüenza,
son para compartirlos, hay que “extender la mano” (Mc 3, 5) para que sirvan a
toda la comunidad. Se han de poner en alto para que ilumine a toda la Casa para
que todos con gozo y libertad puedan dar gloria Dios que es rico en
misericordia. El apóstol Pablo nos dice: "Este que bajó es el mismo que
subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. El mismo «dio» a unos
el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores
y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones
del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos
todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado
de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo." (Ef 10-
13)
Los
dones que Dios derrama sobre su Iglesia, son para edificarla, para santificarla,
son para bien de todos. Que nadie
presuma, lo que has recibido como don, ponlo al servicio de quien lo necesite
(cf 1 de Cor 4, 7) Los dones crecen con el uso de su ejercicio, en la práctica
que se deben compartir gratuitamente. Dones como el don de la Palabra, de la
fe, de la caridad, del servicio, del conocimiento, estos y más, son para hacer
la Comunión, Participación y Misión, con puertas abiertas para salir y llevar
la Luz de Cristo e irradiarla en el rostro de los hombres. El Apóstol de los
gentiles lo dijo:
"Cada
cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios
ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a
fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante
para toda obra buena. Como está escrito: Repartió a manos llenas; dio a los pobres;
su justicia permanece eternamente. Aquel que provee de simiente al sembrador y
de pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará
los frutos de vuestra justicia."( 2 de Cor 9, 7- 10)
El
Don de Dios por excelencia a toda la Humanidad es Cristo, el Don de Dios a los
hombres. Hay que aceptarlo como Gracia que no se compra y no se vende, y no lo abaratemos.
Gracia pagada a precio de sangre, la sangre del Cordero inmaculado (1 de Pe 1,
19) Defiendan el don de la fe, cuidemos nuestra cabeza que es Cristo: "«Mirad
que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las
serpientes, y sencillos como las palomas."(Mt 10, 16) No pierdas el
don de la fe que recibiste por la escucha de la Palabra y por tu Bautismo (Mc 16,
16; Gál 3, 26- 27) Perder la fe se da cuando apagamos la luz de nuestros
corazones, ya sea porque se nos acaba el aceite de la lámpara o porque pecamos
contra los Mandamientos de Dios. “Con los lomos ceñidos y las lámparas
encendidas,” (Lc 12, 35) Nos ha dicho Jesús. Luchen, amen y sirvan.
Si
por desgracia se nos apaga o apagamos la Luz, vayamos a la Fuente de la Luz,
Cristo Jesús, con un corazón contrito y arrepentido, pidamos perdón de todo
corazón y él enciende su Luz en nuestros corazones. Y, ¿Ahora qué? Echémosle
leña al fuego para que se encienda toda la Casa, y podamos ser llamados por el
mismo Jesús: “Ustedes son luz del Mundo” y “Sal de la tierra” (Mt 5, 13- 14) “Permanezcamos
en su Luz” ¿Cómo? Rompiendo con el pecado, guardando sus Mandamientos, guardándonos
del Mundo y de los falsos profetas (1 de Jn 1, 8: 2, 3; 2, 15; 2, 18) Permanecer
en la Luz es lo mismo que permanecer en el Amor de Cristo; equivale a caminar
en la Verdad que nos hace libres del pecado y nos hace libres para amar a
Cristo y a los hombres, (Jn 8, 31- 32) incluyendo a nuestros enemigos (Lc 6, 27)
Con
Oración íntima, sincera, cálida y extensa, con la escucha atenta de la Palabra,
haciendo las obras de misericordia, celebrando los Sacramentos con piedad y devoción,
participando en una Comunidad y realizando algún apostolado, seguros estamos
que Cristo está con nosotros, esta es su Promesa (Mt 28, 20) con su Luz, con su
Poder y con su Amor, está en nuestra esquina animando, exhortando, dirigiendo,
salvando y corrigiendo: No hagas cosas malas, haz cosas buenas. Sino las has hecho, has pecado, entonces nos dice: arrepiéntete,
para que recibas el perdón, la paz y el gozo del Espíritu. Con una sola palabra
nos dice: Alégrate. Para luego decirnos con amor: “Sígueme” Nos lleva a la
intimidad con Dios y al encuentro con los pecadores para iluminarlos con la Luz
de su Palabra, para lavar los pies, como Cristo lo ha hecho con nosotros.
Nos invita con
amor y ternura a arriesgarnos a caminar en la aventura de la fe. Donde se
camina con él, se trabaja con él, se sirve, se vive y se ora con él. Él nunca
nos deja solos. Ánimo vale la pena seguir a Cristo, el Salvador de los hombres.
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