EL HIJO DEL HOMBRE VA A SER ENTREGADO
EN MANOS DE LOS HOMBRES
Jesús ha abierto la “Escuela del
discipulado” para todos los creyentes que quieran tener a Jesús como su
Maestro. La inscripción con toda la instrucción es gratuita, no se compra y no
se vende, sólo pide tener la disponibilidad de creer, amar y servir a Cristo y
su Iglesia. Y desde ella servir a todos los hombres con fe sincera, corazón
limpio y conciencia recta, es decir para la Gloria de Dios y para el bien de
los demás (1 de Tim 1, 5).
La primera lección está llena de la
luz que ilumina el destino de Jesús, no engaña y no manipula: "El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días
después de muerto, resucitará" El que quiera servirme que me siga, para
que donde yo esté, estará también mi servidor (Jn 12, 26). Los discípulos no
entienden esta lección, estaban llenos de miedo. Jesús es paciente y tolerante,
y les confirma lo anterior diciendo: "Decía a todos: «Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque
quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése
la salvará."(Lc 9, 23- 24) El discípulo que siga a Jesús lo hace por amor.
La segunda lección pide aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, el don de Dios a los
hombres, como nuestro Salvador, como Maestro y como Señor. Para poder
apropiarnos de los frutos de la Redención: el perdón, la paz, la resurrección y
el don del Espíritu Santo para estar con Jesús y ser por su Obra “Una Nueva
creación” (2 de Cor 5, 17) Ser hombres nuevos con los pecados perdonados en
virtud de la sangre de Cristo. (Ef 1, 7)
Y reconciliados por Cristo con Dios y con los demás (Ef 2,14)
La tercera lección pide abandonar
las seguridades, la vida mundana y pagana, los sentimentalismos y los emocionalismos:
"Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.»
Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el
Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»" (Lc 9, 57- 58) Jesús
llama y enseña a lo que nos llama a servir: "No ha de ser así entre
vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro
esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»"(Mt 20, 26- 28)
Que el servicio del discípulo se haga por amor a Jesús y los hombres.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en
casa, les preguntó: "¿De qué discutían por el camino? Los discípulos no
entendían porque estaban llenos de miedo, de seguro se compartían entre ellos: “Si
vamos con él a Jerusalén, también a nosotros nos pueden matar. Más tarde Tomás
el Dídimo les va a decir: “Vayamos también nosotros a morir con él” (Jn 11, 16)
Por lo pronto no entienden, pues mientras Jesús le habla de dolor, sufrimiento
y muerte ellos, hablan de tener los primeros lugares, y de quien será el más
grande.
Una lección más es hacerse como
niños: Es hacer pobres humildes y sencillos como el niño, para que puedan
confiar y abandonarse en las manos de Dios, es decir: Háganse discípulos míos,
se han como yo que siendo rico me hizo pobre para enriquecerlos con mi pobreza
(2 de Cor 8, 9) Jesús les habla del Nuevo Nacimiento para que sean niños y
lleguen a ser mis servidores: "Vosotros me llamáis "el Maestro"
y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he
hecho con vosotros."(Jn 13, 13- 15) Para lavar pies, el discípulo primero
debe dejarse lavar los pies por Jesús para que pueda tener parte en su Reino,
no como el más grande sino como el servidor de Dios y de los hombres.
La última lección para estos días,
es la Cruz, es decir, no podemos seguir a Jesús sin la Cruz. La cruz es fuente
de luz, de vida, de conocimiento y de amor. Ya no es de madera, ni de metal y
de piedras finas, sino que es de verdad, de justicia, de bondad, y de liberad.
En la Cruz se rompen las olas del mar del pecado. Si realmente amamos a Jesús
le pertenecemos y estamos crucificados con él, muriendo al pecado y viviendo
para Dios. (Gál 5, 24) La Cruz es inseparable de la resurrección. Muerte y
resurrección son dos momentos de un mismo acontecimiento: la Pascua de Cristo. Es
vivir como Jesús vivió: sirviendo y amando a los hombres pecadores.
"El que reciba en mi nombre a
uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí,
sino a aquel que me ha enviado". Jesús hace referencia a sus discípulos: A
quien ustedes escucha a mi me escucha, y el que los rechace a ustedes, a mi me rechaza.(cf
Lc 10, 16) Discípulo es aquel que sigue a Cristo con fe sincera, sin
seguimiento, no hay discipulado y no hay Gracia de Dios.
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