LA FE VIENE DE LA ESCUCHA DE LA
PALABRA Y NOS LLEVA A CRISTO JESÚS.
Iluminación: Te hago luz de las
naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Fe y conversión. Palabra y
Testimonio
Donde había caos, vacío y tinieblas
Dios encendió su Luz para ver el desorden existente: “Hágase la Luz, y la Luz se
hizo.” Luego separa la luz de las tinieblas y las aguas de arriba y las de
abajo y aparecen el día y la noche, el
mar y la tierra. Luego ornamenta el mar con toda clase de peces, la tierra con
plantas, yerbas y animales. En el cielo lo llenó de estrellas. (Gn 1, 1. 25)
Tres realidades encontramos en el relato de la Creación: La Iluminación, la
Separación y la Ornamentación. Es una enseñanza para una espiritualidad bíblica.
Hay espiritualidad donde hay “vida espiritual” y hay vida espiritual donde hay
Espíritu Santo.
Lo anterior lo podemos ver este
pasaje bíblico que ilumina de Luz el proceso de conversión: “Todas las naciones de la tierra se
convertirán y temerán a Dios sinceramente; arrojarán los ídolos y bendecirán
como es justo al Dios de los siglos. Todos los israelitas que se salven
aquellos días, acordándose sinceramente de Dios, se reunirán e irán a Jerusalén.
Los que aman sinceramente al Señor se alegrarán.” (Cf. Tb 14, 6-7)
En el Nuevo Testamento Pablo nos
sigue hablando de lo mismo: "Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue
nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber
abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su
Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos
y que nos salva de la Cólera venidera."(1 de Ts 1, 9- 10)
Para que tengamos vida espiritual Dios nos dirige una Palabra, quien la escuche
y la obedezca tiene vida, tiene vigor, fuerza y poder. Para separarse del mal,
abandonar sus ídolos, para luego crecer en fe, esperanza y amor, entonces, si
que puede servir al Dios vivo y verdadero.
La Palabra que se hizo hombre es
Jesús que nos ha hablado: “Creer y conviértanse para que entren en el Reino de
Dios” (cf Mc 1, 15) Un Reino de Verdad, de Amor y de Vida, de Justicia y
Santidad (Jn 14, 6; Ef 4, 24) Conocer la Palabra es conocer a Cristo, Luz del
Mundo (Jn 8, 12) El que tiene la Luz tiene la Vida que el Padre nos ha dado. El
que tiene a Cristo tiene la vida (1 de Jn 5, 12- 13) Jesús mismo nos ha dicho: “Vengo
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (cf Jn 10, 10)
Creer es aceptar la Luz que viene del
Padre. La Luz ilumina mis tinieblas y puedo reconocer mi pecaminosidad (Jn 16,
8) La Luz de la Palabra me pone frente a mí, la luz y las tinieblas, la vida y
la muerte. Ahora yo decido una cosa u otra. (Dt 30, 15) La escucha y la
obediencia a la Palabra me hace ser discípulo de Cristo, ahora puedo conocer la
verdad, y la verdad me libera de todo lastre del pecado y me capacita para
hacer el bien (cf Jn 8, 31 32) Ha habido Luz y separación en mi vida. Después
de separarme del mal ¿Qué me falta?
“Amar apasionadamente el Bien” (Rm
12, 9) Me falta amar y seguir a Cristo. Con palabras de Pablo: “Despojarme del
hombre viejo y revestirme del hombre Nuevo, de Jesucristo, en justicia yen
santidad. (Ef 4, 23- 24) Lo mismo lo dice en la carta a los romanos: Despojaos
del traje de tinieblas y revestíos de luz, con la armadura de Dios” (Rm 13, 12)
A su hijo Timoteo le dice: “Huye de las pasiones de tu juventud y dedícate a
buscar la fe, la justicia y la caridad (2 de Tim 2, 22) Para que aparezcan los
ornatos en tu vida.
No basta con decir: “Yo no peco” “Yo
soy buena gente” De nada nos sirve sino hacemos el bien, recordemos a Santiago decirnos:
“La fe que no tiene obras está muerta, es estéril” (Snt 2, 14) Jesús, el Señor
nos dice: "«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el
Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial."(Mt
7, 21) Y la voluntad de Dios es que amemos con sinceridad, que aborrezcamos el mal
y que amemos apasionadamente el bien (Rm 12, 9)
El Ministerio de Jesús.
“Vosotros sabéis lo acaecido en
toda Judea: cómo Jesús de Nazaret empezó su actividad por Galilea después del
Bautismo predicado por Juan; cómo Dios lo ungió con poder del Espíritu Santo;
cómo pasó haciendo el bien y devolviendo la salud a todos los que estaban
esclavizados por el demonio, porque Dios estaba con él.” (Hch 10, 37-38) El
Espíritu del Señor estaba sobre Jesús para realizar la Obra del Padre.
Después de vencer al Diablo en el
desierto se fue a invadir los terrenos del Malo para anunciar su Evangelio y
liberar a los oprimidos por el Diablo. "Recorría Jesús toda Galilea,
enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda
enfermedad y toda dolencia en el pueblo."(Mt 4, 23) Con la predicación de
su Palabra sembraba el Reino de Dios en el corazón de los hombres. Predicación
acompañada con sus milagros y exorcismos, y de manera especial, con su
personalidad, con su estilo de vida, con su testimonio. A nadie obligaba, a
todos respetaba, a nadie manipulaba. “Si tu quieres,” ese era su lema.
"El Espíritu del Señor sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor."(Lc
4, 18- 19) Jesús es el Ungido con el Espíritu de Dios para proclamar su Palabra
y dar luz y vida a los hombres. Para sacarlos del reino de las tinieblas y
llevarlos al Reino del Hijo de su Amor (Col 1,13- 14).
Más tarde, después de un tiempo de
formación, envió a los Doce: "Y llamando a sus doce discípulos, les dio
poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia."(Mt 10, 1) "Id proclamando que el Reino
de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad
leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os
procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el
camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su
sustento." (Mt 10, 7- 10)
Se unieron para matarlo. Por
envidia se llenaron de odio y lo mataron.
Al final de sus días los poderes de
este mundo se unieron y lo mataron: Los poderes políticos, económicos y religiosos. Pedro
dice: "«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre
acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios
hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue
entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros
le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios
le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que
quedase bajo su dominio; porque dice de él" (Hch 2, 22- 25).
Cristo vivió, murió y resucitó y
fue constituido en Señor y Mesías: (Hch 2, 36) Murió para el perdón de nuestros
pecados y resucitó para darnos vida eterna (Rm 4,25) Y ahora, ¿qué tenemos que
hacer? Creer y convertirnos. Eso lo dijo Jesús y eso mismo lo dice la Iglesia:
"Al oír esto, dijeron con el
corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer,
hermanos?» Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor
Dios nuestro.» Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba:
«Salvaos de esta generación perversa.»"(Hch 2, 37- 40)
Predicación, Separación y
Ornamentación, mediante la práctica de las virtudes. Nos llevan a la tierra
prometida que es Cristo Jesús, una tierra que mana leche y miel (Ex 3, 8).
"El último día de la fiesta, el más
solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el
que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua
viva." (Jn 7, 37- 38) Todo el que está en Cristo, le pertenece y es creación
nueva (2 de Cor 5, 17) En la Nueva Creación creer y convertirse, fe y amor son
realidades inseparables. Palabra, Luz, separación y ornamentación son elementos
de un mismo proceso: llenarnos de Cristo.
Creo en Ti Señor Jesús y te amo. Pongo
mi vida en tus manos, haz conmigo lo que Tú quieras, y por lo que hagas, yo te
doy gracias. Amén.
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