APRENDÍ LA SABIDURÍA SIN MALICIA
POR ESO BUSCO LA AMISTAD CON DIOS Y CON LOS HOMBRES.
Iluminación: Aprendí la sabiduría
sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus riquezas. Porque es un
tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen la amistad
de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda. (Sb 7, 13-14)
Donde hay Caridad hay Sabiduría, y
donde hay Sabiduría hay Caridad. Son como los lados de una misma moneda. Las
dos hablan de lo mismo: De la Palabra que se hizo carne para amarnos con un corazón
de hombre y para darnos su Palabra que nos enseña el arte de vivir con
inteligencia, prudencia y sabiduría. “Permanezcan en mi Palabra y serán mis
discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31-32)
Libres de las tinieblas del error, de la ignorancia que embota la mente,
endurece el corazón, abandonamos la moral y nos lleva al desenfreno de las
pasiones (Ef 4, 17- 18)
La sabiduría nos lleva por los
caminos del amor: Guardamos los Mandamientos, la Palabra de Dios (Jn 14, 21.
23) y nos lleva al conocimiento de Dios, (Ef 4, 13) mediante la práctica e las
virtudes. Virtudes como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza,
la tenacidad, la piedad, el amor fraterno y la caridad. Quien tenga esto abunda
en el conocimiento de Dios (2 de Pe 1, 5- 8)
El que camina en la Verdad se hace
sabio. La Verdad es Cristo y es la Luz que ilumina las tinieblas de nuestro
corazón. La Verdad nos lleva por el camino de la rectitud, y nos hace honestos,
honrados, íntegros, leales y fieles. Fieles al Plan de Dios que nos llama a la
Santidad. Sin Amor no hay Santidad, como tampoco hay Sabiduría.
La santidad como don del Espíritu
Santo es un don infuso por Dios en las potencias del alma en Gracia de Dios
para penetrar en los misterios de Dios. Razón por la que exige la renovación de
la mente. Así lo dice san Pablo: "Y no os acomodéis al mundo presente,
antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que
podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto." (Rm 12, 2) Juntamente con la renovación constante de la mente
pide los dos principios de la moral cristiana: "Vuestra caridad sea sin
fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien;"(Rm 12, 9)
La sabiduría nos lleva al amor
verdadero: "amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más
cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso;
sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la
tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los
santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis."(Rm
12, 10- 14) Que nadie nos engañe, que Cristo esté en nuestra mente y en nuestro
corazón (Flp 2, 5)
La Caridad es paciente, tolerante y
servicial (1 de Cor 13, 4) La sabiduría nos enseña el arte de amar a Dios y al prójimo.
Si falta uno de estos amores, ni hay amor no hay sabiduría. Hay vacío existencial
del que nace la frustración y toda su comunidad, como son el aburrimiento, la
agresividad, el individualismo, el aislamiento y la pérdida de la vida, entre
otros. Todo lo anterior cimentado en la mentira que es la fuerza del mal. En la
soberbia, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2,1) Lo anterior
nos recuerda las palabras de Isaías: "Una voz dice: «¡Grita!» Y digo:
«¿Qué he de gritar?» - «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del
campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de
Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se
marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre."(Is 40, 6-
8)
En cambio el hombre sabio: “Es como
árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus
raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año
de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto." (Jer 17, 8) Sus raíces
están el agua que las nutre y las alimenta. Las raíces del hombre sabio son la
humildad, la mansedumbre, la misericordia, inseparables estas de la sabiduría y
del amor. (cf Col 3, 12- 14) El agua es la Palabra de Dios que habita en el corazón
del hombre sabio (cf Col 3, 16)
El hombre o la mujer que llevadas
por el Amor hacer la radical determinación de seguir a Cristo, es como ese
árbol que está plantado a la orilla del río, sus raíces están siempre en el
agua. Cristo es el Troco, las ramas son las actitudes cristianas, y los frutos
que aparecen de las ramas son las acciones. Las actitudes cristianas y los
frutos son buenos por que están unidos a Cristo. "Yo soy la vid; vosotros
los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque
separados de mí no podéis hacer nada.”(Jn 15, 5) De la raíces (El Padre) que
están en el agua pasa la sabia (Espíritu Santo) al Tronco (Cristo) y a las ramas
(Nosotros). Los frutos hacen con el Tronco y las ramas una misma realidad. Los
frutos los describe san Pablo: "En cambio el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de
sí; contra tales cosas no hay ley."(Gál 5,22- 23) La bondad, la verdad y
la justicia (Ef 5, 9)
El Sabio entre más sabio es, más
Humilde es, como Jesús que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza (2 de Cor 8,9) Por eso el Sabio, el humilde es aquel del que san Pablo
dice: "Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus
pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según
el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y
envidiándonos mutuamente." (Gál 5, 25- 26)
"Aunque hablara las lenguas de
los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o
címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los
misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar
montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La
caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa,
no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta
el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa.
Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta." (1 de Cor 13, 1- 7)
Sabio es el que sabe Amar.
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