TODOS SOMOS LLAMADOS A SERVIR YA COMPARTIR.
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban:
“¡Hijo de David, compadécete de nosotros!” Al entrar Jesús en la casa, se le
acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?” Ellos le
contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en
ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió
severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por
toda la región.(Mt 9, 27-31)
“¿Creen que puedo hacerlo?” Es la respuesta de Jesús a dos ciegos que le
gritaban siguiéndole: “Hijo de David, compadécete de nosotros.” A la pregunta
de Jesús ellos le contestan: “Sí, Señor.” Creemos que Tú puedes hacerlo por
nosotros. Jesús había dicho en otra ocasión: “Todo es posible para el que crea”
(Mc 9, 23) Ahora les dice: “Que se haga en ustedes conforme a su fe.” Y se les
abrieron los ojos. Pero Jesús les advierte con severidad: “No se lo digan a
nadie” “Que nadie lo sepa”. Pero ellos no lo obedecieron, y divulgaron su fama
por toda la región.
La gente tenía en la mente a un Mesías triunfalista, poderoso,
victorioso y rico. Lo querían proclamar rey. Sería el libertador de Israel de
las manos y de a opresión de los judíos. Pero ese no era el Mesías que Dios le
había propuesta a Jesús. Un Mesías pobre, sufriente, que debe morir y al tercer
día resucitar. Jesús no quería al primer Mesías famoso y poderoso. Pero los dos
que antes estaban ciegos, tenían junto con el Pueblo querían a este Mesías. Por
eso Jesús les dijo: “Que nadie lo sepa.” Pero ellos no le creyeron y lo
desobedecieron y le dieron la espalda a Jesús. La fe en Jesús pide confiar en él,
obedecerlo, amarlo, seguirlo y servirlo.
Vayamos a la enseñanza de Jesús. "En
ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar,
miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han
hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos,
con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane."
(Mt 13, 14- 15) Teniendo ojos no ven, teniendo oídos n escuchan, teniendo boca
no hablan, teniendo manos no trabajan, teniendo pies no caminan. ¿Quiénes son
estos? Somos nosotros cuando nos atrofiamos por el pecado. Salimos de la Casa
del Padre para irnos a un país lejano para llevar una vida arrastrada, mundana
y pagana (Lc 15, 11ss)
No
se puede servir a dos señores, dice Jesús, con alguno se queda mal (Mt 6, 24)
El engaño, la parálisis y la frustración son tres demonios que dejan vacíosnuestros
corazones de Amor, de Dios y de otros Valores del Reino. Jeremías lo dijo: "Doble
mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse
cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen."(Jer 2,
13) El doble pecado, abandonar y desobedecer a Dios nos deja el vacío
existencial que nos lleva a servir al mal: poner nuestros miembros al servicio
del pecado: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo
que obedezcáis a sus apetencias. Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de
injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a
Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de
justicia al servicio de Dios."(Rm 6, 12- 13)
¿Cómo empieza la
vida espiritual en nosotros? Con la escucha de la Palabra de Dios (Rm 10, 13)
Ahora a seguir el camino del grano de trigo: "En
verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que
odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno
me sirve, el Padre le honrará."(Jn 12, 24- 26)
Cuando Cristo nace y crece en nuestras vidas se
convierten en un jardín y éste en un bosque. Tal como lo die Isaías: “Esto dice
el Señor: “¿Acaso no está el Líbano a punto de convertirse en un vergel y el vergel en un bosque? Aquel día los sordos oirán las palabras de un libro;
los ojos de los ciegos verán sin tinieblas ni
oscuridad; los oprimidos volverán
a alegrarse en el Señor y los
pobres se gozarán en el Santo de Israel; porque ya no habrá opresores y
los altaneros habrán sido exterminados. Serán aniquilados los que traman iniquidades, los que con sus palabras echan la culpa a los demás,
los que tratan de enredar a los jueces
y sin razón alguna hunden al justo”. (Is 29, 17ss)
En el bosque hay
árboles de la que se extrae madera fina para construir casa, bancas muebles y
otras cosas. Jesús habló de dos clases de árboles, uno bueno y el otro es malo:
"Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se
recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da
frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede
producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que
no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los
reconoceréis."(Mt 7, 16- 20) Si queremos ser árboles que dan fruto
bueno tenemos que ser de aquellos que están sembrados a la orilla del río, con
las raíces en el agua, las ramas siembre verdes y dando frutos los doce meses
del año.(Slm 1, 1- 3)
Entonces
descubriremos el sentido de nuestra vida: El Amor que se manifiesta para
servir. Somos servidores de Dios y de los hombres. Al estilo de Jesús: pobre,
humilde y manso de corazón. ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? ¿Porqué
presumirlo? ¿Porqué no compartirlo con los demás? ¿Cuáles son los dones qué has recibido?
Pueden ser materiales, intelectuales, espirituales. No te gastes y no te
derroches en cosas mundanas, busca las cosas de arriba y ponlas al servicio de
los menos favorecidos, de los más pobres. Recuerda el que no vive para servir
no sirve para vivir. Recordemos un texto de Marcos que nos recuerda el para que
vivimos:
"Entró
de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban
al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que
tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado
hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos
callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón,
dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su
mano." (Mc 3, 1- 5)
Jesús
pone al hombre de la mano tullida en el centro de la asamblea. Él lo obedece.
Jesús pregunta a la asamblea: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del
mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Nadie habla, todos callan. No
pueden decir el bien, porque entonces Jesús les hubiera dicho: ¿Por qué se
enojan por que yo hago el bien en sábado? Y si dicen hacer el mal, Jesús les
hubiera dicho: ¿Díganme dónde dice la Biblia que hagamos el mal? El sentido de
los Mandamientos es el amor y el servicio a Dios y al hombre. Por eso con
tristeza por ver la dureza de los corazones, le dijo al hombre de la mano
tullida con amor y compasión: “Extiende tu mano.” El la extendió y quedó
restablecida su mano.
Extender
la mano significa compartir lo que sabes, lo que tienes y lo que eres. Eres un
regalo de Dios salido de las manos de Cristo para los otros. Ahora puedes decir
con Cristo: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar mi vida por muchos”
(Mt 20, 28) Ahora puedes salir a la calle con una toalla en la mano y con una
cubeta de agua en la otra, y si alguien te preguntas ¿Qué estás haciendo?
Responde con alegría, busco a quien lavarle los pies, según las instrucciones
del Maestro (Jn 13, 13) No tengas miedo compartir que los dones de Dios crecen
con el uso de su ejercicio. Sólo unido con Jesús podemos dar fruto de buena
calidad. ¿Qué es lo que impide que sirvamos?
"Rechazad,
por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de
maledicencias. (1 de Pe 2, 1) Que brotan del vacío existencial Esto nos atrofia
y nos impide caminar en la Verdad, en el Amor y en la Libertad de los hijos de
Dios (Ga 5,1) Vivamos entonces de encuentros con Jesús para que nos reconstruya
y nos enseñe el arte de amar, de servir y compartir los dones que Dios nos ha
dado para nuestra realización y para la realización de los demás.
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