JESUCRISTO HA NACIDO NOS HA NACIDO
EL SALVADOR.
Dios podía habernos salvado por
cualquier camino, como enviarnos miles de ángeles, pero no lo quiso así, quiso
salvarnos por la Fe de Jesucristo, y quiso darnos a Jesús por medio de María.
Ella es la madre de Emmanuel, Dios con nosotros.
¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin
duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es
nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos
seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo
de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el
testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y
no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta
mi cabeza.(San Agustín)
Cristo nació en el portal de Belén,
en medio de la pobreza, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 de
Cor 8, 9) Para hacernos en él hijos de Dios, hermanos de los demás y en
servidor de todos. Esta es nuestra riqueza que compartimos con Él. Ahora el que
se hizo hombre igualito en todo en nosotros menos en el pecado (GS 22, 2),
puede y quiere nacer en nuestro corazón por la fe para que podamos entrar en su
Reino, como Él se lo dice a Nicodemos: "Jesús le respondió: «En verdad, en
verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de
Dios.»"(Jn 3, 3)
¿Cómo podemos entrar en su Reino?
La respuesta es del mismo Jesús: “Creer y convertirse” (Mc 1, 15) Creer en
Jesucristo y convertirse a él. Lo que equivale a seguir los movimientos de la
fe. ¿Cuáles son estos? Lo primero es escuchar la Palabra de Dios. Escuchemos a
Juan el Bautista decirnos. “Preparan los caminos del Señor, enderecen sus
sendas” (Mt 3, 4) Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica equivale a obedecerla,
como lo dice san Juan: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye
mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo."(Apoc 3, 20) La Palabra de Dios entra en nuestros corazones como
luz, vida y amor que ilumina nuestras tinieblas y nos lleva al reconocimiento
de nuestra pecaminosidad. Este es el segundo paso, hace su Obra en nosotros. El
tercer paso es llevarnos al Encuentro con el Señor, llevando en nosotros un
corazón contrito y arrepentido, para recibir el perdón de los pecados.
Con el perdón se da el Nuevo
Nacimiento, Jesucristo nace en nuestro corazón. Adviento y Navidad son
inseparables. La justicia y la paz se besan, el gozo y el amor se abrazan y
brotan del mismo lugar, nuestro corazón en el que ha nacido el Salvador. Podemos
ahora decir que la Encarnación en María, la Madre, es la Obra poderosísima que
el Espíritu Santo realizó en ella, es la misma Obra que ahora realiza en
nuestros corazones. Con la Gracia de Dios y nuestras decisiones se da el Nuevo
Nacimiento. Cristo nace y crece en nosotros. No tengamos miedo que donde abundó
el pecado sobreabunda la misericordia de Dios en Jesucristo (Rm 5, 20)
Y, ¿Ahora qué? Entrar y seguir en
el Camino, San Pedro nos recomienda: "Rechazad, por tanto, toda malicia y
todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. Como niños
recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella,
crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es
bueno."(2 de Pe 2, 1- 2) Cómo hijos amadísimos de Dios: rechazad el mal y
obrad el bien (Rm 12, 9) para no perder la Gracia de Dios y volver al Exilio.
"Creced, pues, en la gracia y
en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él la gloria
ahora y hasta el día de la eternidad. Amén."(2 de Pe 3, 18) Lo que
significa estar muriendo al pecado para seguir naciendo de y para Dios. (cf Ga
5, 24) De Dios no nacimos una sola vez, podemos estar siempre estar naciendo de
Dios para que entendamos que la Navidad es inseparable de la Epifanía. Nacemos
de Dios en cada Oración bien hecha. Qué nuestra oración sea íntima, cálida y
extensa. Nacemos de Dios cuando escuchamos su Palabra y la obedecemos, escucha
íntima y atenta. Cuando celebramos los Sacramentos bien celebrados, especialmente,
la Confesión y la Eucaristía. Nacemos de Dios cuando realizamos el bien y
practicamos las Obras de Misericordia con amor. (Mt 25, 40) Cuando nos reunimos
dos o tres en su Nombre para orar, para compartir su Palabra, para orar con un
corazón limpio y para servirnos unos a los otros (Mt 18, 20)
El crecimiento en la Gracia pide
estar vivos en Cristo Jesús (Ef 3, 17) Pide ser conducidos por el Espíritu
Santo (Rm 8, 14) Entonces podremos guardar los Mandamientos, practicar su
Palabra y practicar las virtudes cristianas (Jn 14, 21. 23; Ef 4, 13) Así
podemos entender que la conversión cristiana que consiste en llenarnos de
Cristo es un “Parto permanente, un Nuevo Nacimiento: Hay que disminuir para que
Él crezca (Jn 3, 30) Hay que morir para vivir de Dios y en Dios.(Cf Jn 12, 24)
Recordemos entonces que Adviento,
Navidad y Epifanía son realidades inseparables que con la Gracia de Dios y
nuestras decisiones se hacen Vida, Amor y Verdad (Jn 14,6) Entonces, con Cristo
en nuestro corazones podemos comprender la altura, la anchura, la longitud y la
profundidad del amor de Cristo que supera todo conocimiento (Ef 3,18)
Le experiencia del Nacimiento de
Jesús en nuestros corazones nos deja la Experiencia de la presencia del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo en nuestros corazones. Experiencia que es el
Motor de la Vida Nueva que nos lleva a enamorarnos de Jesucristo, de su Palabra
y de su Oración, para abrirnos enservicio a la Iglesia, la Amada del Señor.
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