TODOS SOMOS LLAMADOS A ESTAR EN CAMINO DE CONVERSIÓN.
El Documento de Aparecida destaca
cinco aspectos fundamentales que afloran de diversa manera en cada etapa del
camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí. (DA 278) Son
diversas etapas de un mismo proceso para viviré y para seguirlo:
El encuentro con Jesucristo. Encuentro liberador, gozoso y
reconciliador. Encuentro que deja en nosotros la experiencia de la presencia de
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en nuestro corazón. Es el Motor de la Vida
Nueva. Nos pone en camino de éxodo dejando atrás el exilio. "«Venid a mí
todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad
sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga
ligera.»"(Mt 11, 28- 30) Nos libera, nos reconcilia y nos hace partícipes
de su resurrección.
El encuentro con Cristo es la
primera etapa. Tal encuentro es la etapa fundamental del proceso, sin la cual
es imposible que se verifique, condenando así a la esterilidad los otros
aspectos. Este encuentro con Cristo debe renovarse constantemente por el
testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la
comunidad. El kerygma, en particular, es el hilo conductor de todo el proceso
que conduce a la madurez del discípulo-misionero.
La conversión. La conversión consiste en revestirse de Cristo. Pide
romper con el mundo y con el pecado: "Pero no es éste el Cristo que
vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de él y en él habéis
sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en cuanto a vuestra
vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las
concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del
Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad."
(Ef 4, 20- 24) “Es un despojarse del traje de tinieblas para revestirse de luz,
con la armadura de Dios, un revestirse de Jesucristo” (Rm 13. 12- 14)
La segunda etapa de la conversión
que corresponde a la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con
admiración, cree en él por la acción del Espíritu y se decide a seguirlo
cambiando su forma de pensar y vivir.”Dónde abundó el pecado sobreabundará la
gracia de Dios” (Rm 5, 20) “No tengáis miedo, yo estaré con ustedes hasta la
consumación de los siglos (Mt 28, 20) Nos convertimos con la Gracia de Dios y
nuestros esfuerzos y renuncias.
El discipulado. Entramos al discipulado llamados por el Señor que nos
ha elegido para estar con él y para enviarnos a ser enviados (Mc 4, 13) El tercer aspecto es la vida de discípulo que
corresponde a un estadio de mayor madurez en el seguimiento del Maestro; por
eso, la catequesis permanente y la vida sacramental son fundamentales para
perseverar en la vida cristiana en medio del mundo. La vida del discípulo está
cimentada en cuatro columnas: "La enseñanza de los apóstoles, a la
comunión, a la fracción del pan y a las oraciones." (Hech 2, 42) Columnas
unidas a otras cuatro condiciones: “Escuchar la Palabra de Cristo y obedecerla,
aceptar pertenecer a Jesús y aceptar pertenecer a los Doce, es decir su
Iglesia.”
La comunión. Formar parte de una Comunidad, fraterna, solidaria y
servicial. Donde nadie vive para sí mismo, si no para los demás (cf Rm 14, 8) Vivir
en Comunión, en Participación y en Reconciliación, para estar abiertos a la Sinodalidad.
La comunión es el criterio inequívoco de la Eclesialidad.
La misión: La última etapa es la misión, ya que el discípulo que
conoce, ama y sigue a su Señor se ve en la necesidad de compartir con otros su
alegría de ser enviado a anunciar al mundo a Jesucristo muerto y resucitado, a
hacer realidad el amor y el servicio a los más necesitados, a construir el
Reino de Dios. No hay verdadero discipulado sin la misión. La Misión es para
todos: " «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues,
y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo.»"(Mt 28, 18- 20)
Los regalos de Jesucristo a su
Iglesia:
"Al atardecer de aquel día, el
primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del
lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos
y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el
costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez:
«La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto,
sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»"(Jn 20, 19- 23)
La Misión de Cristo es la Misión de
la Iglesia y el Destino de Cristo es también el destino de a Iglesia. Así lo entendió san Lucas al decirnos: "Decía
a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre
haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien
se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del
hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos
ángeles."(Lc 9, 23- 26)
Lo que hace decir a Pablo: "Pues
no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de
todo el que cree: del judío primeramente y también del griego. Porque en él se
revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo
vivirá por la fe." (Rm 1, 16- 17) Y a su discípulo Timoteo le dice:
"Tú, pues, hijo mío, manténte
fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de
muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de
instruir a otros." (2 de Tim 1- 2)
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