TRABAJAR
POR LA RECONCILIACIÓN NOS HACE SER HIJOS DE DIOS.
Esto
dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino
delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes
buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va
entrando, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el día de su
venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición,
como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la
plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán
ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor. Entonces agradará al
Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los
años antiguos. He aquí que yo les enviaré al profeta Elías, antes de que llegue
el día del Señor, día grande y terrible. Él reconciliará a los padres con los
hijos y a los hijos con los padres, para que no tenga yo que venir a destruir
la tierra’’. Ml 3, 1-4. 23-24
¿Dónde
podemos encontrar hoy día el Santuario de Dios? El santuario de Dios es Cristo,
de su corazón traspasado brota el “agua y la sangre “ que nos lava y limpia
nuestros corazones de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14) Pablo nos
dice que Cristo es la Plenitud de Dios.(Col 2,
9) Para entrar en ese santuario hay que convertirse, lavarse, limpiarse
y revestirse de Cristo. Sin conversión nos quedamos fuera.
Con
una fe sincera y con un corazón limpio, somos agradables a Dios. Le agradan nuestras
oraciones y nuestras ofrendas. No es lo mismo orar en pecado mortal que orar en
Gracia de Dios. El profeta nos dice: ¿Quién podrá soportar el día de su venida?
¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Aquel que se acerque al Señor con un
corazón compungido y arrepentido (Slm 51, 19) Aquel que reconozca su
pecaminosidad, se arrepienta y confiese sus pecados (1 de Jn 1, 8-10) Aquel que
crea en Jesús y confíe en él. “Sus pecados serán perdonados y recibirá el don
del Espíritu Santo (R, 4,25: 5,1- 5).
He
aquí que yo les enviaré al profeta Elías, antes de que llegue el día del Señor,
día grande y terrible. Este es Juan el Bautista. Su palabra era de fuego que
quema, pero no destruye, tan sólo purifica y limpia. Elías es el padre del
profetismo de Israel, Juan tenía el espíritu de Elías, lo mismo que Jesús y
nosotros cuando recibimos por el Bautismo el Espíritu Santo. Es el Espíritu de
Dios que se nos ha dado (Rm 5, 5) Por eso no seamos lámparas apagadas, sino,
encendidas (Lc 12, 35) Y seamos dóciles al Espíritu Santo que guía a los hijos
de Dios (Rm 8, 14) Para que podamos participar con Cristo de la herencia de
Dios. (Rm 8, 17)
El
fuego que purifica, es también luz que ilumina (Jn 8, 12) Es lámpara para
nuestros pies (Slm 119, 105) Con la luz de la Palabra podemos reconocer
nuestros pecados y nuestros valores. Podemos distinguir entre lo bueno y lo malo.
Rechazar lo malo y hacer lo bueno. Quién tiene ese fuego y esa luz, no camina
en tinieblas. Tiene vida, verdad, amor y justicia (Jn 8, 12; Ef 5, 9) Ha sido
justificado, reconciliado y salvado. A eso viene el Mensajero a preparar el
camino del Señor para que Él se manifieste en nuestra vida. La Misión de Juan
es la misma que la de Jesús: Reconciliar a los padres con sus hijos y a estos
con sus padres y con sus hermanos para hacer de todos una familia unida, bella
y bonita.
La
Reconciliación pide fe y confianza, obediencia y amor. Jesús, el enviado del Padre
nos dice: "«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad
por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la
otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te
pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames."(Lc 6, 27- 30) La
reconciliación es con Dios y entre los hombres. Por eso Pablo nos dice:
"Por
tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues
somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis; no se ponga el
sol mientras estéis airados, ni deis ocasión al Diablo. El que robaba, que ya
no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda
hacer partícipe al que se halle en necesidad. No salga de vuestra boca palabra
dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el
bien a los que os escuchen. No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el
que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera,
gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre
vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos
mutuamente como os perdonó Dios en Cristo."(Ef 4, 25- 32)
Para
que entonces se cumpla en nuestra vida la Promesa del Señor: "Pero no es
éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, si es que habéis oído hablar de
él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús a despojaros, en
cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la
seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a
revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la
verdad."(Ef 4, 20- 24)
Pablo
el mensajero de la Palabra de Dios nos dice cómo preparar el camino del Seños: "Huye
de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la
caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro. Evita
las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. Y a
un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto
a enseñar, sufrido, y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si
Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, y
volver al buen sentido, librándose de los lazos del Diablo que los tiene
cautivos, rendidos a su voluntad." (2 de Tim 2, 22- 26)
Trabajar
en la Reconciliación nos trae como recompensa: "Bienaventurados los que trabajan
por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios."(Mt 5, 9)
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