ADVIENTO: UN TIEMPO FUERTE DE GRACIA
¿Qué es el adviento? Es un tiempo fuerte de gracia que tiene como sentido prepararnos para la venida del Señor. Es la llamada a vivir despiertos cuidando de una oración más íntima y de una escucha de la Palabra más atenta que nos lleven a la reconciliación con Dios, a Iglesia, la familia. Los personajes del adviento son el profeta Isaías, Juan Bautista y María la Madre del Salvador que nos presentan un mensaje de “Esperanza” a levantar la cabeza por que se acerca nuestra liberación.
“Vigilad y orad” (Mt 26, 41) Es la invitación del Señor Jesús para estar siempre en “la espera de su llegada”. Despiertos y conscientes de nuestras debilidades. Animándonos mutuamente a vivir la espera llenos de confianza, sabiendo que el tiempo de vivir sin opresiones ni tentados por el desaliento y la depresión. Preparase es cuidar de que no se nos embote la mente ni el corazón se nos haga duro o se pierda la moral para no caer el desenfreno de las pasiones (Ef 4, 17-18). Es tiempo de orientar nuestro pensamiento y nuestro corazón hacia la “Venida del Señor” para no llenar nuestra vida de bienestar y dinero, de espaldas al Padre del cielo y a sus hijos que sufren en la tierra.
“Vigilad y orad”. Significa vivir pidiendo la fuerza de lo Alto sostenidos por la Gracia de Dios para poder mantenernos en pie y estar siempre despiertos, con una fe viva, auténtica, iluminada por la caridad. Anhelando escuchar la Palabra de Dios en lo más íntimo de nuestro ser, buscando conocer su Voluntad para ponerla en práctica, siguiendo las huellas de Jesús que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8, 9).
“Vivir despiertos” con los ojos del corazón bien abiertos, los oídos atentos y con la esperanza viva de que el Señor vendrá pronto. Qué el deseo ardiente de nuestro corazón sea cambiar nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir para que podamos vivir la vida como la vivió Jesús. Vivir buscando con sincero corazón la venida del reino de Dios a nuestros corazones para que tengamos una vida más digna y feliz para todos.
“Vigilad y orad” significa “Vivir despiertos” con una Esperanza viva, cuidando de no caer en la incredulidad y la indiferencia ante la marcha del mundo. No dejar que nuestro corazón se endurezca, quedándonos sólo en quejas, críticas y condenas a los demás, al sistema, a la religión. Hagamos nuestra parte: despertemos activamente nuestra Esperanza. Sólo entonces podremos vivir una vida más lúcida, sin dejarnos invadir por la insensatez que puede llevar nuestras vidas al vacío, al caos y a pérdida del sentido de la vida.
“Vigilas y orad” significa despertar nuestra fe en Dios Padre de toda misericordia que se ha manifestado en su Hijo nacido en el pesebre para bien de toda la Humanidad. Descubrir y desarrollar el proyecto de Dios que nos invita a preocuparnos por los más necesitados. Descubrir que Dios nos busca y atrae hacia Él con cuerdas de ternura y con lazos de misericordia. Vigilemos nuestra “Esperanza” que no se nos apague porque se nos apagaría también la vida.
El Adviento orienta nuestra mirada hacia el pasado para recordemos la venida histórica del Señor que se hizo carne en la entrañas purísimas de la Virgen María como cumplimiento a las promesas que Dios hizo a su pueblo Israel. El Verbo del Padre, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. (cf 2 Cor 8,9). Otra mirada está orientada hacia al futuro. Hacia la venida “escatológica” El Señor viene en el “esplendor de su gloria a dar a los suyos su recompensa. Vayamos a su encuentro llevado en nuestras manos llenas de confianza, esperanza y amor, y escuchemos con alegría sus palabras: “Vengan benditos de mi Padre a participar de la alegría de su Señor” (cf Mt 25, 21).
En medio de las venidas anteriores, la histórica y la escatológica, los Padres de la Iglesia nos hablan de una venida “intermedia” en la que realmente debemos poner nuestra mirada, Jesús, el crucificado, resucitado y glorificado, está viniendo hoy a nuestra vida, según lo afirma la Sagrada Escritura: “Qué Cristo habite por la fe en nuestros corazones” (Ef 3, 17) “El que guarda mis mandamientos y mis palabras ese es el que me ama… y venimos y habitamos en él” (crf Jn 14, 21. 23) “Ustedes son miembros vivos de Cristo… Ustedes son templos del Espíritu Santo… ( cf 1Cor ) Hoy nosotros pecadores, por la Fe y el Bautismo (cf Gál 3, 26-27), y por la acción del Espíritu Santo y nuestras esfuerzos, “nos despojamos del hombre viejo y nos revistamos de Jesucristo” (cf Rm 13, 11- 14) Para de esta manera, estamos naciendo de lo Alto, naciendo de Dios (Jn 3, 1- 5)
La mirada en la venida intermedia nos pone en camino de conversión que consiste en llenarse de Cristo, para que a la luz del Padre nuestro, seamos santuarios de la Verdad, del Amor y de la Vida, siendo portadores del “Nombre, del Reino y de la Voluntad” de Dios manifestada en Cristo Jesús, nacido para nuestra salvación. Nunca olvidemos que sin adviento, no habrá navidad; y sin navidad no habrá “epifanía” y sin ella, no habrá bautismo en el Espíritu Santo.
1. LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.
1.- El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de Él y exclamó, diciendo: Este era del que yo decía: ``El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo.… (Jn 1,14).
Dios asume nuestra condición humana para salvarla: Este misterio del amor de Dios asume la condición humana para salvarla y liberarla, comenzó en el mismo momento de la Encarnación, pero se manifiesta en el Nacimiento, en la vida pública de Jesús y en su muerte y resurrección. Podemos afirmar que la única razón por la que Jesús vino al mundo es el amor que Dios Padre tiene para cada uno de los seres humanos. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16).
La palabra “encarnarse” expresa la revelación o manifestación de Dios a los hombres en forma de verdadero hombre. Dios se hace hombre en la persona de Jesús de Nazaret: “Tomó nuestra condición humana, igual a nosotros en todo menos en el pecado” (Heb 4, 15). Ahora bien quien dice carne, dice fragilidad, impotencia, incapacidad, pobreza, etc. Jesús hombre verdadero de este mundo, pero también, y ésta es nuestra fe cristiana “Hijo de Dios y Salvador de los hombres”. Jesús es el revelador del Padre (Jn 14, 7-8). Es el amor de Dios hecho persona humana para amar con corazón de hombre. Así lo comprendió San Juan al decir: “El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,1ss). El verbo es la Palabra del Padre. Así todo cristiano entiende que Cristo es la Palabra de Dios hecho hombre, que existe desde toda la eternidad que pudo escoger de quien nacer, como nacer y donde nacer.
Lo original de la venida al mundo del Hijo de Dios es que cada circunstancia de su nacimiento es libremente elegida y encierra un profundo significado en su vida: Este significado se revela en tres signos inseparables: pobreza, desprendimiento y misión. Según las palabras del Himno Cristológico de (Flp 2, 6- 11) Jesús siendo de condición divina se hizo pobre para amarnos con un corazón de hombre. Con su vida nos enseña que sólo los pobres aman, tal como lo dice el mismo Jesús en la primera de las Bienaventuranzas. (cf Mt 5, 3)
2. Jesús nace como pobre. (Lc 2,6-7)
La pobreza como forma de vida lo acompañará hasta su muerte. Nacer en el pesebre con todo lo que ello implica no es un percance, es la primera opción que Jesús hizo en su vida: situarse deliberadamente entre los más pequeños y entre los más pobres. Con san Pablo decimos: “Jesús se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).
La opción de Jesús de nacer como pobre en un pesebre quedará como normativo para toda su vida: su libre opción por los más pobres y oprimidos.
3. Jesús nace de Mujer.
María es la mujer que Mateo y Lucas dicen dio a luz a Jesús. Pablo en la carta a los Gálatas hace referencia a la Plenitud de los tiempos: “Llegada la Plenitud de los tiempos Dios envió a su hijo nacido de mejer para liberar a los esclavos de la Ley y para que nos trajera el Espíritu Santo” (Gál. 4, 4-6). María testigo y colaboradora de las opciones del pesebre, fue la que comprendió y formula este sentido para todas las generaciones: “Ha derribado a los poderosos de sus tronos y ha encumbrado a los humildes porque se ha fijado en la humilde condición de su esclava demostrando así su misericordia” (Lc 1,46-55) ¿Quiénes serán los poderosos y los soberbios en nuestras familias o comunidades? Son aquellos que alimentan su Ego con los vicios de la sensualidad y de la soberbia.
4. El camino del desprendimiento (Fil 2, 6-9)
Jesús es la respuesta del Padre al clamor de los pobres. Su presencia en medio de los hombres tiene una doble finalidad: liberarlos de la opresión del pecado con todas sus consecuencias e introducirlos en el Reino de Dios como hijos libres (cf Col 1, 13). Jesús es el servidor de Dios que se decide por la pobreza y la humildad como estilo de vida para enriquecernos con su pobreza. (cf Mt 20, 28)
Se abaja al nivel de los de abajo: los pecadores y los alejados de la fe para servirlos. Así podemos comprender lo que dice Pablo: Se hizo igualito a nosotros en todo menos en el pecado. Jesús nace como hombre para hacerlos amigos de su Padre y hermanos entre ellos. Jesús nace como hombre para hacerse servidor de ellos, él mismo lo dijo: No he venido a ser servido, sino a servir (Mc 10, 45). La finalidad del Nacimiento de Jesús tiene como meta el servicio a Dios a favor de toda la humanidad: Jesús nació para servir: “No he venido a ser servido, sino a servir y a dar mi vida por muchos” (Mt 20, 28). Lo que nos ayuda a comprender que el que no vive para servir no sirve para vivir. Servir es compartir el pan de vida, la palabra, el tiempo, la casa y el camino. Servir es lavar pies para ayudar a los demás a vivir con dignidad y para ayudarles a crecer en la fe, la esperanza y la caridad. Servir es abrir caminos donde no hay caminos…
5. La misión de Jesús.
El Ángel le dice a José: “Él salvará a su Pueblo de los pecados” (Mt 1,21). Su Nombre significa su Misión. Jesús es Salvador. El sentido de la misión de Jesús puede ser expresado en tres palabras: Anunciar, reconciliar y salvar.
• Anuncia el Reino de Dios. Reino de paz, amor y justicia que exige para poseerlo, acoger el amor de Dios hecho hombre en la persona de Jesús y el cambio de vida: fe y conversión.
• Reconciliar a los hombres: Jesús es el reconciliador de los hombres con Dios y entre ellos mismos. Desde el primer momento de su nacimiento supo traer junto a él a los pequeños: los pastores y a los grandes de la tierra: Los Reyes Magos.
• Salvar a toda la humanidad: Nada hay tan claro como esta verdad: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4) Jesús realiza la salvación de los hombres mediante su obra redentora que comienza desde el mismo momento de su Encarnación y lo culmina en su Pascua. Podemos decir sin más, que Jesús en su Encarnación nos está diciendo: Mi Padre les ama. Y con su Pascua nos dice “Síganme” para que donde esté yo, esté, también, estén Ustedes (cf Jn 14, 3).
6. Aplicación a nuestra vida.
El ejemplo del pesebre abre para los hombres una nueva mentalidad y una nueva actitud: pertenecer al mundo de los humildes y de los servidores. La humildad es la capacidad para donarse a los más pobres y en últimas, a cualquier hombre para ayudarlo a ser mejor. Esto nos exige tres cosas que siempre harán unidad:
• Desprendimiento de títulos de grandeza o superioridad. No te creas más que otros, pero, tampoco te creas menos que ellos. El Pesebre de Belén nos iguala a todos los seres humanos. “No te arrodilles ni ante el poder ni ante el oro. Ni ante los poderosos ni ante los ricos.
• La actitud de servicio. El hombre que no sirve, no vive, es decir no se realiza. Nacimos para servir. El servicio es la expresión del amor de los hombres que se deciden a vivir para Jesús, el pobre de Belén.
• Disponibles para la misión. La misión tiene como primera tarea dejar que Cristo se haga carne en nuestros corazones. A esto el Evangelio le llama “nuevo nacimiento” (Jn 3, 1-5). De nada nos puede servir que Jesús haya nacido o nazca mil veces en Belén si no nace en nuestros corazones. El compromiso de la fe se expresa diciendo: “somos enviados con otros a favor de otros”.
Cuando Jesús se hace carne en nosotros de la manera que el Verbo se hizo carne en el seno de María, podemos tener la seguridad que seremos servidores al servicio del “Reino de Dios” y no al servicio de intereses personales llenos de egoísmo humano y por lo tanto de pecado.
7. Hacernos un nuevo propósito.
• Dejar que la Palabra de Dios nos cuestione, nos descubra y nos ilumine para que podamos ser portadores de la vida que “Cristo vino a traernos vida en abundancia” (Jn 10, 10).
• Proponernos que Jesús nazca y crezca en los corazones de los hombres. Para esto hemos de sembrar la acción de Dios, mediante la evangelización y el buen testimonio. No tengamos miedo amar, Dios está con nosotros, entre nosotros y está a nuestro favor.
• Comprometernos con otros hermanos de la comunidad a favor de los hermanos menos favorecidos del barrio o de la ciudad (Ancianos, migrantes, familias pobres, etc)
• Comprometernos en la construcción de una vivienda digna para alguna familia de escasos recursos.
• Comprometernos con otros a favor de los más necesitados para que esta Navidad y Año Nuevo tengan una cena digna.
• Comprometernos a visitar nuestras familias y buscar una reconciliación más auténtica y verdadera.
8. Canto y Oración: “Dame la gracia de ver tu rostro y ser un constante espejo por toda la eternidad. (Thomas Traherne)
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