EXTIENDE TU MANO PARALIZADA

 


EXTIENDE TU MANO PARALIZADA

 

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.

Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?” Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. El la extendió y quedó curado.

Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.(Luc 6, 6- 11)

 

Tal vez Jesús enseñaba los dos principios de la Moral Bíblica: “Frente a ti está la vida y la muerte, la felicidad y la desdicha, el bien y el mal, el agua y el fuego, escoge lo que tú quieras (Dt 30, 15; Eclo 15, 11) Hablaba del “Libre albedrío” De la doble capacidad que hay en todo hombre: hacer el bien o hacer el mal. De lo que tú eliges, tú eres responsable.

 

Tal vez enseñaba de la “ley natural.” De las cuatro palabras que Dios ha puesto en el corazón de todo hombre o mujer, sin importar sexo, color, estrato social, religión o partido político, culto o inculto, creyente o ateo. ¿Cuáles son estas cuatro palabras?. La primera: “No hagas cosas malas” La segunda: “Haz cosas buenas” La tercera: arrepiéntete y la cuarta “Alégrate” El que hace cosas malas se hace hijo de las tinieblas y se reviste de eso, de tinieblas (Rm 12, 12) El que hace el bien se hace generoso y se hace hijo de Dios. El que hace el mal y no hace el bien, pero Dios que lo ama le dirige una tercera palabra: arrepiente para que recibas el perdón de tus pecados y recibas el don del Espíritu Santo (Rm 4, 25) La alegría es consecuencia de haber obedecido las tres primeras palabras. Hay alegría en el cielo cuando un pecador se arrepiente y vuelve (Lc 15) El cielo es donde esta Cristo, y si él está en tu corazón, entonces tú corazón es un rinconcito del Cielo.

De lo anterior brota una quinta palabra: “Proyéctate.”  ¿Hacía dónde? Hacia la Casa del Padre siguiendo las huellas de Jesús para que no te pierdas. “No te desvíes” ni a izquierda ni a tu derecha, con tus ojos puestos en Jesús (Heb 12, 2) Quizás Jesús les enseñaba sobre los dos caminos: Uno es angosto y el otro es ancho. El angosto lleva a la vida y el otro lleva a la muerte (Rm 6, 23) En el angosto Cristo va adelante e invita a seguirlo: “El que quiera ser mi discípulo que tome su cruz cada día y me siga.” (Lc 9, 23) Es a Jesús a quien hay que seguir y a nadie más. Es la cruz de Jesús la que hay que cargar para poder seguirlo. Esta cruz pide esfuerzos, renuncias y sacrificios para despojarse de las maletas y poder entrar por la puerta estrecha: "«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran."(Mt 7, 13- 14)

La palabra de Jesús está cimentada en la Verdad que nos hace libres: "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) Libres de todo lo que no sirve al Reino de Dios y libres para amar y para servir con la libertad de los hijos de Dios, la libertad que Cristo hace en nosotros. (Gál 5, 1) Sin llegar a confundir la libertad con el libertinaje (Gál 5, 13) El libertinaje lleva a la puerta ancha, al camino ancho que deshumaniza y despersonaliza, lleva a la muerte.

Había en la sinagoga un hombre con la mano derecha paralizada, mano atrofiada. No podía hacer el bien y rechazar el mal. Quería hacer el bien pero no podía, siempre terminaba haciendo el mal. Se sentía como vendido al poder del pecado (Rm 7, 14) Allí estaba también los hombres de la religión, los escribas y fariseos, espiando a Jesús por sí hacía algo en sábado para poder acusarlo. Jesús los conoce y sabe de sus intenciones que son torcidas y malas. Son hipócritas porque Jesús era bueno y ellos le tenían envidia y lo odiaban, pero no aceptaban ser como Jesús: Manso y humilde de corazón (Mt 11, 29)

Jesús le dice al hombre de la mano tullida: “Párate ahí en medio.” El hombre de un brinco se puso en medio de la asamblea. Ahora el centro de la asamblea no es el sacerdote, no es el pastor, no es Jesús. Es un enfermo, un pecador. Jesús pregunta a todos: ¿Qué está permitido hacer en sábado? ¿Hacer el bien o hacer el mal? ¿Salvar una vida o dejarla que se pierda? La asamblea enmudeció. Conocían la Palabra de Dios, eran muy religiosos. Sabían que en ninguna parte de la Biblia autoriza para hacer el mal o prohíbe hacer el bien. No hubo respuesta a la pregunta de Jesús. Entonces con enojo, pero con un corazón lleno de compasión le dijo al hombre de la mano paralizada: “Extiende tu mano.”

La mano estaba tullida desde el nacimiento. El hombre extendió su mano, salió fuera de sí mismo para convertirse en un “don para los demás.” Extender la mano significa “Compartir, “ el don que tienes para los demás. Jesús saco al hombre del individualismo y lo convierte en regalo de Cristo para la Comunidad, para su Familia y para la Sociedad. Con un corazón agradecido  con su mano extendida bendice a la Asamblea diciendo: “Mi mano está llena de su Bendición, y al hermano que toque bendito será.” El hombre sanado por Jesús se convierte en una bendición, en regalo de Dios para los demás. Jesús libera para que amemos y sirvamos a los otros. Nos libera con su Palabra que nos anima, nos motiva, nos exhorta, nos consuela nos enseña y nos corrige.

Hoy nos dice: "«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas," (Lc 12, 35) Luchen contra el mal y mantengan sus lámparas encendidas. Lo que significa: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9) para que puedan vencer el mal”(Rm 12, 21) Para que puedan ser mis discípulos y puedan estar donde yo esté. Hay dos lugares donde discípulo se encuentra con Jesús: “A la derecha del Padre sentado en el Poder de su Divinidad y en la Cruz. (Ef 2, 6) "Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel."(Mt 19, 28)

En esta vida, el trono de Jesús fue de ignominia, de pobreza, fue su Cruz. Esta es la Cruz que Jesús ofrece a sus discípulos, a sus seguidores, es su trono para que juzguen, es decir para que den vida. Juzgar significa dar vida, dar amor, dar misericordia. Dos palabras que significan lo mismo. Una es de Juan: “Permanezcan en mi amor.” (Jn 15, 9) La otra es de Pablo: “No se bajen de mi Cruz.”Lo anterior lo podemos encontrar en la Sagrada Escritura:  "En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu."(Gál 5, 22- 25) No se vejen de la cruz, no hagan el mal: "No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente." (Gál 5, 26)

Dios a todos nos ha dado un corazón para amar, no para odiar, pero, él también nos ha dado un “libre albedrío” para que elijamos hacer el bien o hacer el mal, Dios no nos obliga, somos libres para hacerlo. Pero a los creyentes, a los discípulos y seguidores de Jesús, juntamente con el perdón de los pecados nos da el don del Espíritu Santo para que actualice en nuestras vidas la “Obra redentora de Cristo.” El Espíritu Santo hace nacer en nuestros corazones el bien y nos da la fuerza para que lo pongamos en práctica (Flp 2, 13) Nos capacita para que recibamos la Palabra de Dios en nuestros corazones (Rm 10, 17) Nos consagra en la Verdad a Dios, su Palabra es la Verdad (Jn 17, 17) Y nos conduce a la salvación por la fe y a la perfección cristiana (2 Tim 3, 14-16)”Perfecto sólo Dios, nosotros somos perfectibles por el Amor de Dios que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que Dios nos ha dado (Rm 5, 5)

Sin el Espíritu Santo no hay seguimiento, no hay amor no hay cristianismo, no hay discipulado y nuestra fe está vacía de su contenido: Jesucristo.

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