Y HE AQUÍ QUE YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS
DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.
Es la promesa de Jesús a todos los
suyos, los que creen en él, lo aman y lo sirven. Para Jesús una promesa es un
compromiso que él siempre pone en práctica. Está con nosotros como Salvador, Maestro, Abogado y como Señor.
¿Cuándo está Jesús con nosotros?
Está cuando nosotros queremos
renunciar al mal, al pecado, algún vicio. Sus palabras siempre serán: “No
tengas miedo, yo estoy contigo. La verdad que Jesús es nuestra fuerza, es
nuestra redención y nuestra salvación (1 Cor 1, 30)
Jesús está con nosotros cuando
somos tentados, él es nuestro Abogado, está para defendernos. Podamos invocarlo
y decirle: Defiéndeme Señor de los malos pensamientos, de los malos deseos o protégenos
del Maligno. A sí lo hizo san Pablo cuando dice: Por este motivo tres veces rogué al
Señor que lo alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza
se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré
gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de
Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las
necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues,
cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (2 Cor 12, 8- 10) Cuando
caemos en la tentación perdemos la Gracia de Dios, pues el pecado paga con la
muerte (Rm 6, 23)
Jesús está con nosotros cuando nos
proponemos hacer el bien que responda a la voluntad de Dios. Animo, yo estoy
contigo, sé firme, sé fuerte y sé valiente, con el bien vence al mal (Rm 12,
21) Hacer el bien es para cultivar las virtudes que son armas de luz, son la
armadura de Dios, es revestirse de Cristo (Rm 13, 13- 14) Proponerse hacer el
bien es comprometerse con el Señor, es el compromiso de nuestro bautismo. “Morir
con Cristo y resucitar con el él” (Rm 6, 10)
Jesús está con nosotros cuando somos
acosados y perseguidos por su causa. Como cuando Pablo era perseguido Jesús le
dice: "El Señor dijo a Pablo durante la noche en
una visión: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy
contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un
pueblo numeroso en esta ciudad.»" (Hch 18, 9-10)
Jesús
está con nosotros cuando damos nuestro pan al hambriento, de beber al desnudo,
visitamos a los enfermos y a los presos. Cuando compartimos su Palabra, cuando
le abrimos las puertas de nuestro corazón a los forasteros; cuando damos
consuelo a los que sufren (Mt 25, 31.ss)
"Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió
compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a
enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus
discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos
para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.» El
les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a
comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»" (Mc 6,
34- 37) Los Apóstoles querían desembarasarce de la gente. Pero Jesús les dijo: “Dadles vosotros de comer.” Es el Mandamiento de Jesús.
Jesús
está con nosotros cuando le servimos a la causa del Reino: enseñando su
Palabra, dando alguna clase de catequesis, cuando prestamos algún servicio a
quien lo necesite. Es Jesús el que predica, enseña, ama y sirve, nosotros somos
instrumentos en sus manos. Por eso san Pablo nos dice: "No nos predicamos
a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos
vuestros por Jesús. " (2 Cir 4, 5) Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha
sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo. (2 de Cor 4, 10)
Jesús está con nosotros cuando oramos con un
corazón cálido, leemos su Palabra con fe. Celebramos un Sacramento bien
celebrado, cuando nos reunimos en su Nombre en comunidad, cuando hacemos las
Obras de Misericordia y cuando hacemos algún Apostolado. Él no se va de nuestro
lado, vino a quedarse (Lc 24, 29) Él es nuestro Paráclito, es decir, está con nosotros
como Maestro, Abogado y como Señor. Dispuesto siempre a extender su mano sobre
nosotros para sacarnos del agua como a Pedro que grito: Sálvame Señor.
El Señor nos ama y ama a todos, pero no en
todos se manifiesta. Se manifiesta en los que creen y confían en él, en los que
le obedecen y lo aman. Se manifiesta liberando, reconciliado, haciéndonos parte
de una nueva Creación y promoviéndonos. Para eso nos da su Espíritu
Santo, el otro Paráclito para que venga a nosotros y haga la “Obra del Padre que
Jesús realizó en la historia, y que el Espíritu Santo actualiza hoy en nuestra
vida. El nos ayuda a ser testigos de Cristo.
"En
efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues
no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos
hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos
de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados."
(Rm 8, 14- 17)
Damos testimonio
de Cristo cuando amamos a Dios y al prójimo; cuando guardamos sus Mandamientos,
guardamos su Palabra y practicamos las virtudes de Cristo.
Somos llamados a
estar con Cristo y a ser de Cristo. “Conmigo o contra mí, el que no junta
desparrama (Mt 12, 30) El que quiere
estar con Jesús hace su “Opción fundamental por Cristo, el Señor, y dar la
espalda al mundo y a sus ídolos.
La clave para
estar con Jesús es ser compasivos como él; misericordiosos como él, y ser
santos como él es, santo (Lc 6, 36; Mt 5,48; 1 de Pe 1, 15)
Publicar un comentario