EL QUE TIENE A JESÚS TIENE LA BONDAD, LA VERDAD Y LA VIDA, ES POR LO TANTO UN CONSOLADOR, SIN PAGA Y SIN SALARIO

 

EL QUE TIENE A JESÚS TIENE LA BONDAD, LA VERDAD Y LA VIDA, ES POR LO TANTO UN CONSOLADOR, SIN PAGA Y SIN SALARIO

"Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio." (Jn 15, 26- 27)

Paráclito significa: Abogado, Maestro y Consolador. Jesús está hablando del Espíritu Santo que dará testimonio de Jesús y nos enseñara a dar gloria a Dios y a dar testimonio de Jesús.  Así como la vida de Jesús fue una glorificación al Padre y un testimonio vivo de Dios, así también nosotros, los cristianos estamos llamados a ser una manifestación viva de Jesús buscando y dando la Gloria al Inmortal a Jesucristo el Señor: "Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén" (1 de Tim 1, 17).

El primer Abogado, Maestro y Consolador fue Jesús, ahora, Jesús resucitado, nos da su Espíritu para que sea el segundo Abogado, Maestro y Consolador. El primero fue exterior, nos enseñaba desde fuera, el segundo, será interior, nos enseñará y conducirá desde dentro. “Escribiré mi ley en su interior” nos había dicho el profeta Jeremías (31, 31) El Espíritu Santo es la señal de la Nueva Alianza. Jesús vino a traernos a Dios. Ha encendido el fuego de su Amor en nuestros corazones (cf Lc 12, 49) Para consolarnos en todos los momentos de nuestra vida, en las preocupaciones en las crisis, en la pruebas, en las tentaciones, en las caídas, el el dolor y el sufrimiento, él es nuestro Consuelo, es nuestro Consolador.

"¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios! Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación." (2 Cor 4, 3- 5)

Por la fe, la esperanza y la caridad, Dios habita en nuestros corazones, nos transforma, nos fortalece y nos consuela para que nosotros hagamos lo mismo con los que padecen y sufren por cualquier situación. Así como Jesús extendió su mano sobre los enfermos y los sanó, así también en nosotros está la fuerza del Espíritu Consolar para extender la mano sobre los enfermos y compartir con ellos el “Don de Dios.” Compartimos con los demás la Palabra de vida, nos abrimos al diálogo fraterno, compartimos nuestro tiempo, nuestra casa y nuestro camino, y sobre todo, nuestro consuelo llega hasta lo económico, hasta nuestro bolsillo para compartir con los pobres lo que tenemos y lo que somos. Consolar equivale a cargar las debilidades de los que sufren o padecen alguna debilidad o pena.

El que tenga al Consolador y sea fiel y dócil a sus manifestaciones, está siempre atento a las mociones del Espíritu, y por lo mismo, se preocupa por los demás, tiene la actitud de reconciliarse con los otros y la actitud permanente de compartir lo que tiene, lo que sabe y lo que es. Su actitud fraterna, de servicio y solidaria lo hace ser un testimonio vivo de Cristo. Que nos recuerda su Testimonio a los hombres: “Tuve hambre y me dista de comer; me diste de beber; estuve desnudo y me vestiste; preso y fuiste a verme,; enfermo y me fuiste a ver. (Mt 25, 31ss) A estas acciones se les llama “Dar consuelo”

La exigencia primordial para “dar Consuelo” es la “pobreza espiritual como la de Jesús:” "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza." (2 Cor 8, 9) La pobreza espiritual te hace desprendido, generoso, humilde y dispuesto siempre a servir por amor a los menos favorecidos o a los más necesitados. Lo contrario es la actitud del soberbio que su palabra es la de lo servir, no amar, no ayudar. La primera bienaventuranza de Jesús, y todas las demás hacen referencia al consuelo a los que sufren:

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa." (Mt 5, 3- 11)

Las bienaventuranzas se van dando y creciendo en nuestro corazón por medio de la obediencia a la Palabra de Dios y  la Oración, la práctica de la caridad y del servicio. Son el camino para ser Consoladores de los afligidos y de los que padecen alguna tribulación.  Por eso lo primero es el Encuentro con Jesús para que él nos lave los pies y perdone nuestros pecados, después de esto sigue la conversión  y el discipulado para estar con Jesús y aprender de él el arte de Amar y el arte de Servir. Sin no hay discipulado no habrá consoladores. Por eso nos dice el texto: "¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda  tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios! Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación." (2 Cor 4, 3- 5)

La conversión cristiana nos llena de Cristo, nos reviste de él y nos capacita para amar con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1) Es del Amor que se manifiesta en el servicio. Esto nos pide padecer la acción del Espíritu Santo que nos hace responsables, libres, capaces de amar y capaces de servir, como Jesús el Consolador que nos dijo: “No he venido a ser servido, sino a servir y dar mi vida por muchos” (Mt 20, 28) El que tiene a Jesús tiene la Bondad, la Verdad y la Vida, es por lo tanto un consolador, sin paga y sin salario.

 



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