La escucha de la Palabra y la acción del Espíritu Santo.
La obra del Espíritu Santo
es hacer que el mundo crea en Jesús para que creyendo se salve. El que rechaza
la acción del Espíritu Santo, peca contra Él, pecado que no se perdona ni en
esta vida ni en la otra, por que el único salvador es Jesús, y si rechazamos la
obra del Espíritu Santo, ¿Quién podrá salvarnos? Pues bajo las estrellas del
cielo el único salvador es Jesús (cf Hch 4, 12).
Jesús envió a sus Apóstoles
y en ellos a la Iglesia a predicar, anunciar y a enseñar su Palabra. Los
Apóstoles llenos del Espíritu Santo predicaban la Palabra, daban el Anuncio: “"«Israelitas,
escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre
vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre
vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el
determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis
clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó
librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su
dominio."«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha
constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis
crucificado.»" (Hech 2, 22- 24. 36)
La fe viene de lo que se
escucha: la palabra de Dios. "Al oír esto, dijeron con el corazón
compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro
les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el
nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don
del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y
para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios
nuestro.»" (Hch 2, 37- 39)
“El que crea y se bautice se
salvará” (Mc 16, 16) La salvación tiene dos dimensiones: la primera es el
perdón de los pecados y la segunda es el don del Espíritu Santo, a lo que san Pablo
llama “La justificación por la fe” (Gál 2, 16) La Palabra es Luz que ilumina
las tinieblas del corazón, es lámpara para nuestros pies (Slm 119, 105) Con la
escucha viene la Obra del Espíritu Santo, comienza la Obra: la liberación que
nos hace libres de apegos, vicios, demonios, criterios torcidos, malas
acciones, y más. Aparecen cinco signos o señales en la vida de los conversos: "Estas
son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y
aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y
se pondrán bien.»" (Mc 16, 17- 18) Recordemos las palabras del Señor Jesús
decirnos: "En cambio, si echo los demonios con el dedo de Dios, comprendan
que el Reino de Dios ha llegado a ustedes." (Lc 11, 20) El Dedo de Dios,
significa el Poder del Señor, que es el Espíritu Santo. El Señor trabaja en
nuestra mente para que cambie nuestros falseadas ideas de Dios, del hombre y de
la vida. De Dios lejano y castigador a un Dios Padre compasivo y misericordioso
que nos ama, nos perdona, nos salva y nos da Espíritu Santo.
El Espíritu Santo nos pone
de pie y os enseña a caminar en la Verdad, en el Amor y en Libertad. "Decía,
pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres.»" (Jn 8, 31- 32) Libres del pecado y libres para
amar y para servir (cf Jn 13, 13. 34) El Espíritu Santo nos dice por medio de
San Pablo: "Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad. Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto
reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en
esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es
Espíritu." (2 Cor 3, 17- 18) Donde hay libertad ahí hay responsabilidad y
amor, es decir hay disponibilidad para servir.
El Divino Espíritu nos
íntegra y nos une a una Comunidad fraterna, solidaria y servicial, nos coloca
en el Camino Sinodal para que aprendamos a leer la Biblia, nos enseñen a orar y
a servir (cf Hch 2, 42) Nos capacita para que seamos servidores de la Palabra
de vida: "Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo
Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres
fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas
conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia
se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha
alistado. Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el
reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a
percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la
inteligencia de todo" (2 Tim 2, 1- 7) Ser el primero en creer, en
practicar lo que se cree y celebrarlo, para luego anunciarlo.
Donde está el Espíritu Santo
hay “vida espiritual” que viene de la escucha de la Palabra de Dios y de los
Sacramentos, por eso el Apóstol recomienda a su discípulo: manténte fuerte en
la gracia de Cristo Jesús para que no te estanques, no te desvíes y no te
pierdas. El que pone su mano en el arado
y mira hacia atrás no sirve para el reino de Dios (cf Lc 9, 61) Mirar hacia
atrás es volver a la vida mundana, pagana o a la vida de pecado. Lo que
equivale a volver a la sepultura, a la esclavitud y a la muerte (cf Ef 2, 1-3; Rm 6, 20- 23)
El camino de la Vida Nueva
nos lleva adquirir las tres virtudes teologales, armas de luz, armadura de Dios
para revestirnos de Jesucristo (cf Rm 13, 13- 14) Para que podamos luchar
contra nuestro “ego” y sus aliados. En esta lucha Jesús nos dejó una arma
poderosa: “Vigilad y Orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) Orad es
invocar al Señor en los momentos de peligro, como en el caso de Pedro: "Pedro
le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» «¡Ven!»,
le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo
hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como
comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!»" (Mt 14, 28- 30)
El que se deja conducir por
el Espíritu Santo se convierte en amigo, discípulo y en apóstol de Jesús. Sigue
las huellas de Jesús por un camino angosto, lleno de piedras, curvas
peligrosas, tentaciones, luchas, pruebas, pero a la vez es camino lleno de
experiencias gozosas, gloriosas y luminosas.
No caminamos solos, Él va con nosotros, es su promesa: “Yo estaré con
ustedes todos los días hasta la consumación de los siglos” (Mt 28, 20) Va
también con nosotros una gran Multitud de hermanos y hermanas que caminamos
juntos para ayudarnos cuando sea necesario: Hay entre nosotros, preocupación
mutua, reconciliación continua y un compartir permanente. Juntos hacemos el
camino de la Unidad en la fe, crecemos juntos en el conocimiento de Dios
practicando juntos las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad.
Todos y cada uno lleva su “Cruz,” que nos lleva a la Pascua de Jesús para
juntos morir con Jesús y resucitar con Él a una nueva vida: la Resurrección.
Cuando a si es, gracias al acción del Espíritu Santo y nuestros pobres méritos,
vamos caminando en el Amor, hacemos de nuestra vida, una vida, donada, entregada,
sacrificada y glorificada, según lo que nos dice la Sagrada Escritura: "Por lo demás, sabemos que en todas las
cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido
llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los
predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito
entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a
los que justificó, a ésos también los glorificó." (Rm 8, 28- 30)
No olvidemos las palabras de
la Escritura: "La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito;
pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así, la mismo que el pecado
reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia
para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor." (Rm 5, 20- 21) "Por
consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque
la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del
pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la
impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne
semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,
a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una
conducta, no según la carne, sino según el espíritu." (Rm 8, 1- 3)
No tengamos miedo seguir a Cristo. El seguimiento nos asegura una fe verdadera
que nos lleva a la Plenitud de Cristo. “Con las lámparas encendidas y la túnica
puesta” (Lc 12, 34)
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