La Necesidad de hacer
Oración
Iluminación: “Se le
acercó un leproso que, puesto de rodillas, le decía suplicante: «Si quieres,
puedes limpiarme.» Encolerizado,
extendió su mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Queda limpio.» Al instante le
desapareció la lepra y quedó limpio” Mc 1, 40- 42).
Nadie es tan
rico que no pueda recibir y nadie es tan pobre que no pueda dar. Si el ser
humano depende de otro ser humano, ¿cuánto mas no dependeremos todos de Dios?
Pedir según la voluntad de Dios.
Ésta es la confianza plena que tenemos en él: que si le pedimos algo
conforme a su voluntad, seguro que nos escucha (1 Jn 5, 14). Es la clave de ser escuchados: “Mi Padre siempre me
escucha porque yo hago lo que a él le agrada” (cf 5; 19) Podemos preguntarnos: ¿Cuál voluntad estamos haciendo,
la nuestra o la voluntad de Dios? recordando la enseñanza de nuestro Maestro de
oración que nos dice la importancia de la hacer la voluntad de Dios manifestada
en los Mandamientos, en la obediencia a su Palabra, al amor a los demás (Mt 7, 21; cf Jn 14, 21.23; 1 Jn 3,22) La
oración sin amor está desnuda como la fe sin obras. No es lo mismo hacer
oración en pecado que hacerla en gracia de Dios.
La oración eficaz y efectiva, la que deja en nosotros luz y paz, es
cuando se acepta la Voluntad de Dios y nos sometemos a ella. Está oración
tienen como primera finalidad “la honra y la gloria a Dios” y el “amor y el
servicio a los hombres”. La Biblia nos habla con toda claridad de la voluntad
de Dios: “Vuestra santificación” (1Ts 4, 3) “Creer en Cristo y amarse
recíprocamente como hermanos” (1 Jn 3, 23) “guardar sus Mandamientos” (cf 1 Jn
2, 3) “Rechazar el mal y hacer apasionadamente el bien (cf Rm 12, 9) “Vivir en
la libertad de los hijos de Dios” (Gál 5, 1. 13) “Amar y servir” (cf Jn 13, 14.
34) “Luchar contra el mal para vencerlo con el bien (Rm 12, 21) “Huir de la
corrupción” (Col 3, 5; 2 Tim 2, 22; 2 Pe
1, 4) “Vivir como Jesús vivió” (cf Gá´2, 19) Es lo que la Biblia nos dice:
“Vivir como hijos de Dios”, llevando una vida orientada hacia Dios siguiendo
las huellas de Jesús (cf 1 Ts 1, 9), para aprender a amar y a servir, dando el
honor y la gloria a Dios en todo lo que hacemos o decimos.
Cuando a Jesús
le llevaron un hombre paralítico, lo primero que hizo fue perdonar sus pecados,
sanar su corazón para que asi entrara en el “Descanso de Dios”, para luego,
decirle al enfermo: “Levántate, toma tu camilla y vete a casa” (cf Mc 2, 1ss)
Es decir, lleva una vida resucitada, caminando en la Verdad, como un hombre responsable,
libre y servicial en favor de los demás, especialmente la familia.
Para conocer la
voluntad de Dios necesitamos la gracia del Espíritu Santo para que nos ayude a
salir de una mente mundana y pagana (Rm 12, 2) a una mente cristiana (Flp 2, 5)
Para que nos asista con los dones de sabiduría y entendimiento para que
conozcamos lo que a Dios le agrada y lo pongamos en práctica (cf Col 1, 10) Teniendo
presente que esta vida es un don de Dios y una lucha llena de tentaciones,
pruebas, crisis; experiencias, algunas veces liberadoras, dolorosas, otras
veces gozosas, gloriosas y luminosas; algunas veces uno se siente el cansancio,
la angustia y el vacío, otras veces nos revestimos de éxitos y de gloria; tanto
en la muerte como en la vida, invoquemos a Dios como nuestro Padre que nos ama
y se preocupa de nosotros, tal como lo dice la Biblia: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito,
estad alegres. Y que todos conozcan vuestra
clemencia. El Señor está cerca. No os
inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios
vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción
de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, custodiará vuestros
corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” (Flp 4, 4- 7)
Orar es invocar
a Dios en quien ponemos nuestra confianza. De la calidad de nuestra oración
depende la calidad de nuestra fe. Quien clama a Dios deposita en él toda su
confianza y espera ser escuchado. Y Dios es tan omnipotente que puede mover
cielos y tierra y actuar en favor de sus criaturas según el designo de su
bondad. Jesús reza a Dios que es Padre
de infinita bondad y ternura, cercano y atento al más mínimo latido del corazón
de sus hijos. Y Jesús nos enseña a dirigirnos a El, llamándole padre y
sintiendo su proximidad amorosa.
Jesús, el Hijo de Dios, nos invita a orar.
"Pedid, y
se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mt. 7,7) "El Padre que está en los cielos dará
cosas buenas a quien se las pida" (Mt. 7, 11) "Por eso es digo: todo
cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis".
(Mc. 11, 23) “Pues si
vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto
más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!” (Lc 11,
13) "Todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré". (Jn. 14, 13.
Para que oremos con perseverancia y oremos
siempre nos dejo la parábola de la viuda pobre: “La viuda que clama ante el
juez inicuo hasta llegar a aturdirlo muestra lo ilimitada que debe ser nuestra
oración: ¿No va a hacer Dios justicia a sus elegidos que están clamando a El
día noche, y les va a hacer esperar?” (Lc. 18, 1- 8).
Nos mostró que
la eficacia de nuestra oración no es la abundancia de nuestras palabras, sino
la perseverancia, lo inquebrantable y la persistencia tenaz.de nuestra oración (Lc.
11, 5- 8) En la parábola del fariseo y el publico resalta la humildad de toda
oración verdadera: ¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy un pecador! (Lc 18,
13) Está es la oración que nos alcanza la justificación y la bendición de Dios,
que puede tardar, y nuestra paciencia puede llegar a su límite, pero eso no es
razón para dejar de pedir y cansarse de esperar.
Jesús mismo se
inserta en la inmensa corriente de los que han suplicado a lo largo de toda la
historia religiosa de la humanidad: En el monte de los Olivos suplicó al Padre
con sudor y lágrimas: "Padre no me dejes morir ahora" (Mc. 14- 36).
La carta a los Hebreos nos recuerda sobre la oración de Jesús que pidió al que
podía librarlo de la muerte (Heb. 5, 7).
Para entender la
legitimidad de la oración de petición hay que tener en cuenta las siguientes
consideraciones:
a) La primera es tener una correcta Imagen de Dios. Dios es santo y trascendente, es además en Misterio que no podemos
abarcarlo con nuestra razón, pero El se hace cercano y podemos llamarlo
"Padre", y sabemos que nos escucha porque en lo más profundo de
nuestro corazón escuchamos su voz que nos dice:"tu eres mi hijo amado y te
amado con amor eterno"
b) En segundo lugar hay que entender que Dios quiso
asociarnos a su historia de salvación y a su acción creadora. Nos ha dado la capacidad de humanizar la naturaleza. El cristiano sabe
que Dios escucha realmente su oración,
aún cuando Dios guarde silencio. Tenemos la promesa de que El siempre nos
escucha y que nuestra oración no es inadvertida a su misterio de amor, ya que
El puede darnos lo que le pedimos por otros caminos que son inadvertidos para
nosotros.
c) Por último hay que comprender la profunda
solidaridad que une a todos los hombres. Somos seres en
relación. Todos los seres humanos juntos formamos la gran familia de Dios.
Somos una misma familia, con un mismo origen, un mismo caminar y un mismo
destino. Tenemos la misión de abrirnos y solidarizarnos con los todos y cada
uno de los demás seres humanos. Compartir nuestras angustias y esperanzas con
los compañeros de camino.
Conclusión:
Caminante no hay camino, el camino se hace al andar:
a orar se aprende orando, como a amar se aprende amando. No hay experiencia de
Dios sin oración. Antes de ser un predicador de la Palabra, un estudioso de la
Biblia o un repartidor de bienes, se debe hacer oración, ya que toda acción
eclesial debe ser movida por la acción del Espíritu Santo. Lo primero es el
ser, lo segundo es el hacer. Nadie da lo que no tiene. Hoy día existe una
necesidad que no ha sido creada por nadie, la necesidad de amar, y esto, no es
posible sin una experiencia de intimidad con Jesús que se consigue por medio de
la oración. Sin oración la fe se debilita y hasta muere.
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