En
verdad, os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
él solo; pero si muere, da mucho fruto.
Iluminación. «No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; = apartaos de mí, agentes de iniquidad!” (Mt 7, 21- 23)
Cristo es el “Tesoro” y
es también la “Perla Preciosa” y es a la vez el “Reino de Dios”. Para poseer lo
no pide poco, ni mucho, Él lo pide todos. El Reino de Dios es para todos, pero
hay que darlo todo. Conversión radical, hasta la raíz y hasta el amor de
sacrificio. No está expuesto a la superficialidad ni a la mediocridad. Para ser
del Reino hay que ser “Testigos del amor de Cristo” Amor de donación, entrega y
servicio: «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda
buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende
todo lo que tiene y la compra. (Mt 13, 45- 46)
Jesús se muestra muy
reservado respecto al título de Rey por la interpretación errada de sus
contemporáneos al título mesiánico. Jesús lo despoja de sus resonancias
políticas a fin de mostrar que su realeza no es de este mundo y que se ha de
manifestar en el testimonio prestado a la verdad (Jn.18, 36s). Además Jesús
identifica la causa del Reino con la suya propia: Dejar todo por el Reino de
Dios es lo mismo que dejarlo todo por la causa de Jesús (Mt.19, 29; Mc.10, 29).
Identifica el Reino del Hijo de Dios con el Reino del Padre (Mt.11, 41ss)
Asegura a sus Apóstoles un Reino como el Padre lo ha dispuesto para él (Lc.
22,29ss).
La Encarnación del Hijo
de Dios está íntimamente en relación con la Redención. Jesús, Emmanuel, Dios
con nosotros, vino del Padre con la Misión de rescatar a esta porción del reino
de los Cielos que había caído en las manos del Príncipe de las tinieblas. Para
rescatarla Jesús ofreció a su Padre el sacrificio de su vida: “Por eso me ama
el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo
la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de
nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.” (Jn 10, 17- 18) La Redención
es el sacrificio perfecto de Jesucristo que ofreció para sacarnos del pozo de
la muerte, con palabras de san Pablo para sacarnos del reino de las tinieblas: “El nos libró del poder de las tinieblas y
nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el
perdón de los pecados.” (Col 1, 13- 14)
“Y
a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne
incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros
delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las
prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la
cruz. Y, una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió
públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal.”
(Col 2, 13- 15)
Por el sacrificio en la
cruz y la Resurrección, hemos sido redimidos, justificados, salvados y
santificados. Nuestros pecados han sido perdonados y hemos recibido el don el
Espíritu Santo (Rm 5, 1- 5) La salvación que Dios nos ofrece en Cristo es un “don
gratuito e inmerecido” para todos los hombres de todos los tiempos. Salvación
gratuita, pero, no barata. San Pablo nos sigue diciendo en la carta a los
Efesios que los que estaban muertos por los pecados cometidos Dios les ha dado
vida y los ha resucitado (cf Ef 2, 1. 5) Pues
habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros,
sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.
En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas
obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos. (Ef 2, 8- 10)
¿Qué
tenemos que hacer para tener vida eterna? ¿Qué tenemos
que hacer para salvarnos? La Respuesta de Jesús, el Misionero del Reino: Después que Juan fue entregado, marchó Jesús
a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el
Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.» (Mc 1, 14-
15) El Reino de Dios no es una “ideología” como tampoco es una “teoría” ni es
una “filosofía”. El Reino de Dios es la Semilla que el Padre Dios ha sembrado
en el Mundo: “Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven
allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé
simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi
boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y
haya cumplido aquello a que la envié.” (Is 55, 10- 11) La Semilla que el Padre sembró en el Mundo es Jesús que dio fruto por
que murió. Y con toda autoridad puede decirnos cuál es el precio para
salvarnos: “morir al pecado para vivir para Dios” (Rm 6, 11) Con palabras de
Jesús: “crean y conviértanse para entrar en el Reino de Dios.” Creer y convertirse
a Jesucristo, no son dos cosas, sino una sola: “llenarse de Dios, echando fuera
todo lo que incompatible con el Reino.”
¿Qué
hace el Señor para sembrar el Reino en el corazón de los hombres?
Lo primero es anunciar, predicar, enseñar o proclamar la palabra del Reino.
Quien escuche y acepte la Palabra, cree en Jesús y nace la fe en su corazón (Rm
10, 17) Cambia su manera de pensar, de sentir y de actuar. Lo primero que
cambia es la manera de pensar de Dios. De un Dios lejano, poderoso y
castigador, rigorista, legalista y perfeccionista, se cambia a un Dios Padre
que ama, perdona, salva y nos da Espíritu Santo. A un Dios que es Amor, Perdón
Misericordia, Santo y Libertad. Luego nos cambia la manera de pensar del hombre
y de la vida: “Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase
a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en
perdonar. Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos son mis caminos - oráculo de Yahveh” (Is 5, 7- 8) “El hombre no
vale por lo que tiene, ni por lo que sabe ni por lo sabe, vale por lo que es,
persona creada a imagen y semejanza de Dios.” En el Reino de Cristo y de Dios,
es un reino de Verdad, de Amor, de Justicia, de Santidad y de Libertad. Para
entrar y crecer en Él, el camino es la “Fe y la conversión” “Despojarse del hombre
viejo y revestirse del hombre nuevo” (Mc 1, 15; Ef 4, 23- 34)
Lo anterior sólo es posible
con la ayuda de Dios; del Dios que se hizo hombre para salvarnos. Pablo lo
comprende y los explica: “Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien
toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según
la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en
el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para
que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos
cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor
de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la
total Plenitud de Dios.” (Ef 3, 14- 19) Cristo Jesús y el Espíritu Santo son
las manos de Dios para hacer presente y realizar hoy en nuestra vida “El Reino
de Dios” “La Obra que el Padre encomendó a su Hijo realizar en la Historia, el
Espíritu Santo lo actualiza hoy en nuestra vida.
Después de su predicación y
enseñanza, Jesús, sembraba el Reino de su Padre con sus milagros y exorcismos
para indicar que el final del reinado de las tinieblas estaba llegando a su fin
e iniciándose el “reinado de Dios.” El Hijo de Dios viene a abrir las tumbas de
los muertos; a sacarlos de sus sepulturas; llevarlos a su suelo y a darles
Espíritu Santo para que los que antes estaban muertos, ahora vivos por la
gracia de Dios puedan dar frutos en abundancia (Ez 37, 12; Gál 4, 4- 6) Todos
podemos escuchar el grito de gozo: “Vengo para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10, 10).
¿Qué
señales poder ver para darnos cuenta que la Palabra de Dios se está cumpliendo?
Escuchemos a Jesús: “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios,
es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.” (Mt 12, 28) ¿Cómo vivíamos antes
de conocer a Cristo y cómo vivimos ahora, después de conocer a Cristo? Antes éramos
tinieblas y ahora somos luz, y los hijos de la luz son la verdad, la bondad y
la justicia” (Ef 5, 7- 8) Los demonios de la mentira, el odio, el fraude, la
envidia, y otros, se han ido, han sido arrojados con la “Fuerza de Dios” para
dar lugar a los valores del Reino de Dios: La Justicia y la Santidad, la Humildad, la Mansedumbre y la
Misericordia, son las vestiduras de Cristo Jesús ( Mt 11, 29; Col 3, 12; Rm 13,
13- 14; Ef 4, 24) Todo empezó como un grano de mostaza (Mc 4, 31) Como un grano
de trigo que al caer en tierra murió para nacer y crecer y ser tierra fértil y
fecunda (cf Jn 12, 24) De la escucha de la Palabra (Rm 10, 17) al Nuevo
Nacimiento (Jn 2, 1- 5) Nacer de lo Alto, nacer de Dios, para dar el paso de la
muerte a la vida, de las tiemblas a la luz, de la esclavitud a la libertad; es
decir para entrar al Reino de Dios y que él crezca en nuestro corazón.
Por
su muerte y resurrección el Reino de Dios llega a su Plenitud.
Para enraizar el Reino de Dios en el corazón y en las culturas de los hombres,
Jesús abrazó la “voluntad de su Padre” y murió en la cruz para que nuestros
pecados fueran perdonados y resucitó para darnos vida eterna y darnos Espíritu
Santo. De manera especial Jesús instaura su Reino en el corazón de los hombres mediante su testimonio de vida, se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el demonio (Hch 10, 38)
La entronización regia
de Jesús tiene lugar en la hora de su resurrección: entonces es cuando toma
asiento en el trono mismo de su Padre (Apoc. 3, 21). Es en entonces cuando es
levantado en alto y exaltado a la diestra del Padre (Hch 2,30-35) Jesús es el
Señor Universal ante quien se ha de doblar toda rodilla en el cielo, y en la
tierra toda lengua ha de proclamar su señorío
(Fil.2, 11). Porque el Padre constituyó a su Hijo como Rey de Reyes y Señor de
Señores (Apoc. 1,5; 19,16; 17,14)
Cristo vencedor de
todos sus enemigos entregará la realeza a Dios Padre al final de los tiempos (1
Cor.15, 24) Termina la realeza mesiánica de Cristo para dar comienzo al reinado
absoluto de Dios (Apoc.19,10), y los fieles recibirán la herencia en el reino
de Cristo y de Dios (Ef.5,5). Los discípulos de Jesús serán llamados a
compartir la gloria y el reinado de Cristo porque desde la tierra ha hecho de
ellos un reino de sacerdotes para su Dios y Padre (Apoc. 1,6; 5,10; 1 Pe. 2,9).
Qué
nunca olvidemos y qué nadie nos engañe: "Mi Reino no es de este
Mundo" (Jn. 18,36).Lo primero para tener presente, es que el Reino, no
obstante, abarca todas las realidades humanas, no es de este mundo: no se puede
medir con parámetros humanos, con cuentas bancarias o con extensiones de terrenos.
No se puede pertenecer a él por ser de cierta nacionalidad o cultura. Las manifestaciones de la presencia del Reino
en el corazón del hombre son: El amor,
la paz, el gozo, (Rom. 14,17) la
justicia, la bondad, la verdad, (Ef 5, 9) el compartir, la dignidad humana, la libertad, la solidaridad humana, la
fraternidad, el servicio, etc.
Quien ama conoce a Dios; vive en armonía consigo mismo, con los demás, con la
naturaleza y con Dios. Si decimos que la paz es el primer fruto del amor,
podemos decir también que la justicia es el fruto de la paz mesiánica que brota
de la cruz de Cristo y pone a los hombres en igualdad de condición. La libertad
de los hijos de Dios es el don de Cristo por el cual los cristianos se
comprometen y se donan libremente en servicio por los intereses del Reino. La
comunidad de hermanos unidos por el Amor de Jesús es la expresión más auténtica
de la presencia del Reino entre los hombres.
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