Jesús Maestro de Oración
Iluminación: “Manteneos siempre en la oración y la
súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos. Y orad también por mí, para
que Dios me conceda la palabra adecuada cuando abra mi boca para dar a conocer
con valentía el misterio del Evangelio” (Ef 6, 18- 19)
La oración es un don del Espíritu Santo y una
respuesta nuestra.
“Padre, por tu Verbo, dadnos Espíritu Santo, para que
podamos entender tu Voluntad y ponerla en práctica: Amar, Conocer y Servir a tu
Hijo en nuestros hermanos para ser todos alabanza y gloria de tu Nombre.
Nadie es tan
rico que no pueda recibir y nadie es tan pobre que no pueda dar algo. Si el ser
humano depende de otro ser humano, ¿cuánto mas no dependeremos todos de Dios? Quien
clama a Dios de todo corazón, deposita en él toda su confianza y espera ser
escuchado. Y Dios es tan omnipotente que puede mover cielos y tierra y actuar
en favor de sus criaturas según el designo de su bondad. La necesidad de orar es uno de los mayores logros
del cristiano. Cuando nace esta necesidad, entonces es cuando comienza una
fuerte comunión con Cristo, que puede cambiar toda nuestra vida. Esta necesidad
de oración es un don del Espíritu Santo. Por el camino de la oración se avanza
en la conversión cristiana y en conocimiento de Dios
.
Jesús reza a
Dios que es Padre de infinita bondad y ternura, cercano y atento al más mínimo
latido del corazón de sus hijos. Y Jesús nos enseña a dirigirnos a él,
llamándole padre y sintiendo su proximidad amorosa. “Estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando
terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó
Juan a sus discípulos” “Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado
sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación” (Lc 11, 1- 4)
La enseñanza de Jesús sobre la oración
“Yo os digo: Pedid y se os dará;
buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca,
halla; y al que llama, le abrirán. ¿Qué
padre hay entre vosotros que le da una culebra a su hijo cuando le pide un pez?;
¿o le da un escorpión cuando le pide un
huevo? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan!” (Lc 11, 9- 13).
En la enseñanza
de Jesús, con palabra y testimonio de vida, la oración, ocupa un lugar fundamental: El
sabe que la Vida eterna es un don de Dios y es, una lucha espiritual por eso
recomienda a sus seguidores: “Oren siempre sin descanso”. El quiere que
aprendamos a expulsar el mal de nuestros corazones mediante la oración, por eso
dice: “Oren para no caer en tentación” (cf Mt 26, 41). ¿Qué y cómo nos enseña
Jesús?
- “No todo el que me dice Señor, Señor entrará en
la Casa de mi Padre (Mt 7, 21) “Hágase Señor tu Voluntad en mi vida”. Una
oración sin amor está vacía o desnuda como la fe sin obras.
- “Cuando oréis no seáis como los hipócritas” (Mt
6) Oraciones largas de los fariseos con palabras rebuscadas, querían para
quedar bien y que les fuera mejor.
- Orar para dar honor y gloria a Dios.“Mi alimento
es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34) No
oramos para manipular a Dios, sino para dar honor y gloria a su Nombre;
para conocer su voluntad y ponerla en práctica.
- Orar siempre sin descanso (Lc 18, 1) La viuda que
clama ante el juez inicuo hasta llegar a aturdirlo muestra lo ilimitada
que debe ser nuestra oración: ¿No va a hacer Dios justicia a sus elegidos
que están clamando a El día noche, y les va a hacer esperar?
- La eficacia de nuestra oración no es la abundancia
de nuestras palabras, sino la perseverancia, lo inquebrantable y la
persistencia tenaz (Lc. 11, 5- 8) Dios puede tardar, y nuestra paciencia
puede llegar a su límite, pero eso no es razón para dejar de pedir y
cansarse de esperar.
- Orar para no caer en tentación (Mt 26, 41)
- Orar para pedir trabajadores al dueño de la mies.
- Orar para pedir el Espíritu Santo para que
actualice la Obra de Dios en nuestra vida (Mt. 7, 11). "El Padre que
está en los cielos dará cosas buenas a quien se las pida"
- Orar por los enemigos: “Amen a sus enemigos y
rueguen por ellos” (Lc 6, 27)
- Orar en cualquier circunstancia. "Pedid, y
se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mt 7, 1ss)
- Orar según
la voluntad de Dios. "Por eso es digo: todo cuanto pidáis en la oración,
creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis". (Mc. 11, 23).
- Orar por
que somos limitados, necesitados de la gracia de Dios: "Todo lo que pidáis
en mi nombre, yo lo haré" ( Jn. 14, 13).
Jesús mismo se
inserta en la inmensa corriente de los que han suplicado a lo largo de toda la
historia religiosa de la humanidad: En el monte de los Olivos suplicó al Padre
con sudor y lágrimas: "Padre no me dejes morir ahora" (Mc. 14- 36).
La carta a los Hebreos nos recuerda sobre la oración de Jesús que pidió al que
podía librarlo de la muerte (Heb. 5, 7).
¿Por qué tenemos que orar?
“Orad constantemente. Dad
gracias por todo, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de
vosotros” (1 Ts 5, 17-18)
1.
Oramos por que Cristo oraba. Oraba de
noche, de madrugada y de día (Mc 1, 35) El Señor buscaba los encuentros con su
Padre para hacer oración con él. Oraba cuando sanaba a los enfermos y cuando
resucitaba a los muertos (cf Lc 7, 34; Jn 11, 41- 42). Toda su vida estuvo
empapada de oración en favor de los demás (Lc 6, 12)
2.
Oramos para estar unidos a Dios como sus hijos, porque sentimos la necesidad de crecer, madurar en amor y en verdad
como hijos de Dios: nuestra oración debe de ser confiada, humilde, agradecida,
en fe e intercesora.
3.
Oramos porque sólo Cristo da el crecimiento y la madurez. (1 Cor 3, 6;
Ef 4, 13). El orante reconoce su necesidad de caminar, de seguir
adelante. Se reconoce proyecto de Dios que necesita orar para pedir con
humildad y alegría, dar gracias y alabar a Dios por las maravillas que está
haciendo en él y en los demás.
4.
Oramos para que nuestra fe se apoye en el poder de Dios, y no en nuestras propias
fuerzas. Sólo el orante podrá reconocer que lo que tiene de bueno es don de
Dios y con alegría lo pone al servicio de quien realmente lo necesite (1 Cor 4,
7).
5.
Oramos porque nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra los Poderes espirituales, frente a los cuales nuestras
solas fuerzas son insuficientes para derrotarlos (Ef. 6,10ss). La oración es
una de las armas más poderosas de los cristianos, Satanás sencillamente le teme
a la auténtica oración.
6.
Oramos para ser fieles ministros de la multiforme gracia de Jesús (1 Cor
4, 1). Somos sus canales, portadores de su Palabra, de su
Luz y de su Gracia. Quien ora está dispuesto siempre para ministrar gracia
divina y sus bienes materiales, intelectuales y morales a los hombres.
7.
Oramos para poder ser cristianos aprobados en las tentaciones y pruebas
espirituales (Eclo 2, 1- 5; Apoc 2, 7). Cuando el servidor pierde de vista a Jesús es
porque ha dejado de orar. Podrá estar trabajando mucho y sin descaso, pero, la
verdad es que un Ministerio sin oración, es un auténtico activismo, vacío de la verdadera esencia de la
Evangelización: Jesús.
8.
Oramos para ser los hombres de la ofrenda a Dios por la salvación de
nuestros hermanos. (Rm 12, 1) Hombres y mujeres en camino de humanizarse
que van renunciando a las tinieblas y revistiéndose de Jesucristo (Rm 13, 14).
9.
Oramos para afianzar nuestra vocación de donación, entrega y servicio. “Manteneos siempre en la oración y la súplica, orando en toda ocasión
por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por
todos los santos. Y orad también por mí, para que Dios me conceda la palabra
adecuada cuando abra mi boca para dar a conocer con valentía el misterio del
Evangelio” (Ef 6, 18- 19)
10.
Oramos como discípulos de Jesucristo en favor de las comunidades: “Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y
de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por
vosotros, recordándoos en mis oraciones” (Ef 1, 15-16).
Espíritu Santo, ven y enciende en mí corazón el fuego
de tu amor, haz de mí un hombre nuevo, amable, generoso y servicial, para que
conformes mi vida con Jesús.
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